Charles Powell. Foto: Carlos Alba

Desde que comenzó a estudiar la transición española en Oxford, hace ya más de 25 años, a Powell le apasionó la dimensión internacional del proceso. Su director de tesis, Raymond Carr, le animó a profundizar en este aspecto del fenómeno, pero la documentación más interesante, tanto norteamericana como española, no estaba disponible, por lo que acabó abandonando el proyecto. La culpa de que lo recuperase fue de un doctorando del Instituto Universitario Ortega, Miguel Hueta, “que comenzó a estudiar el papel de Estados Unidos en la transición bajo mi dirección. Lamentablemente, murió muy joven, en 2004, víctima de una enfermedad terrible. El revisar la documentación que había comenzado a recopilar, despertó la idea de continuar su trabajo”, explica Powell.

Durante los últimos cinco o seis años, el historiador se ha escapado a Estados Unidos siempre que ha podido “para recopilar la documentación que iban desclasificando los archivos del Departamento de Estado, y las bibliotecas presidenciales de Nixon, Ford y Carter”.

Cautela americana

También le han sido útiles sus entrevistas con dos ex ministros de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja y José Pedro Pérez-Llorca, ycon Wells Stabler, embajador norteamericano en Madrid entre 1975 y 1978. Sin ellos, El amigo americano no hubiese sido posible.

-¿A qué preguntas pretende dar respuesta este libro?

-Bueno, lo que siempre me había intrigado era la actitud de las autoridades norteamericanas hacia un posible cambio de régimen en España tras la muerte de Franco. ¿Había algún motivo para que Washington quisiera favorecer una democratización del sistema político español? ¿O les preocupaba sobre todo garantizar el acceso a las bases militares que utilizaban en España (en Rota, Torrejón, Zaragoza y Morón)? La tesis que defiendo es que EE.UU. pretendió invertir en el futuro postfranquista sin distanciarse un ápice de la dictadura, y actuó con gran cautela en relación con el proceso democratizador español, sobre todo durante la primera mitad de 1976, cuando existía una gran incertidumbre sobre la evolución política española.

"Estados Unidos pretendió invertir en el futuro postfranquista sin distanciarse de la dictadura, y actuó con gran cautela en relación con el proceso democratizador español"

-O sea, que preferían la Dictadura... ¡menudos amigos!

-Desde luego. El título del libro es irónico, de hecho en una primera versión aparecía entre interrogantes para subrayar lo sospechoso de esa amistad tan interesada: mientras gobernó Franco, los EEUU estuvieron tranquilos, pero la visita de Nixon en el 70 confirmó el deterioro físico del dictador, y les hizo apostar por Don Juan Carlos, pero sí, fueron fieles a Franco hasta el final.

-Antes de que llegara Arias Navarro a la presidencia del gobierno, los norteamericanos habían lidiado con Carrero Blanco. ¿Qué opinión tenían de él?

-Bueno, la administración norteamericana casi nunca hablaba con una sola voz. Nixon, que admiraba a Franco, veía en Carrero al hombre que podría garantizar la transición de la dictadura a la monarquía. En cambio, el Departamento de Estado le veía con bastante recelo, y temía que su intransigencia pudiese dificultarle las cosas a Don Juan Carlos cuando ocupase la jefatura del Estado. Por cierto: mi libro no gustará a los amantes de las teorías conspirativas que sostienen que la CIA conocía de antemano que Carrero sería asesinado por ETA, ni a quienes sostienen que se le eliminó por oponerse a un futuro ingreso de España en la OTAN. Su muerte produjo estupor en Washington; al comentar lo ocurrido en el despacho oval a los pocos días del asesinato, Nixon afirmó incluso que Carrero había sido “un gran hombre”.

-Los conspiranoicos sostienen que los Estados Unidos instigaron la famosa Marcha Verde que forzó el abandono español del Sáhara. ¿Hay evidencias?

-A mi modo de ver, es una leyenda urbana, y he dedicado bastante esfuerzo a procurar desmontarla. De hecho, éste es el primer libro que analiza día a día la crisis del Sahara en perspectiva norteamericana, lo cual ha sido posible gracias a la documentación recientemente desclasificada. Creo haber demostrado que Kissinger creía que España no pintaba nada en el Norte de África, que temía que un Sáhara independiente sería un satélite del régimen pro-soviético de Argelia, y que en cambio le parecía lógico que Marruecos se anexionase el territorio si ello contribuía al fortalecimiento de Hassan II, a quien consideraba un anticomunista convencido. Washington pudo haber frenado al monarca alauita, pero no lo hizo por temor a perder a un aliado útil en una región inestable. En este sentido, USA fue cómplice del irredentismo marroquí. Sin embargo, ello no significa que los norteamericanos participasen en la organización de la Marcha Verde.

"Don Juan Carlos fue la gran apuesta de futuro de los estadounidenses. La embajada comenzó a seguir sus pasos nada más ser nombrado sucesor de Franco a título de rey"

-¿Qué papel desempeñó Don Juan Carlos a ojos de los norteamericanos?

-Don Juan Carlos fue la gran apuesta de futuro de los estadounidenses. La embajada comenzó a seguir sus pasos nada más ser nombrado sucesor de Franco a título de rey, y Nixon pudo observarle de cerca cuando estuvo en España en 1970, a raíz de lo cual invitó a los príncipes a que visitaran Estados Unidos en 1971. Por cierto: por aquel entonces, era Doña Sofía quien más impresionaba a sus interlocutores norteamericanos. Kissinger tuvo ciertas dudas sobre la inteligencia y la fortaleza de ánimo de Don Juan Carlos, dudas que incluso compartió con otros gobernantes extranjeros. Pese a ello, los documentos revelan que los norteamericanos comprendieron que la monarquía podría actuar de puente entre el pasado franquista y un futuro sistema democrático, y que el rey podría jugar un papel crucial a la hora de garantizar la lealtad de los militares.

-¿Tienen razón los que afirman que la transición se preparó en Estados Unidos?

-En absoluto. La transición fue un proceso protagonizado por fuerzas políticas y sociales españolas, en el que los actores externos jugaron un papel menor. Wells Stabler repetía a sus interlocutores que no tenía ningún consejo que darles, porque las soluciones a los problemas que estaban surgiendo tenían que ser soluciones españolas; si no, no serían eficaces.

-¿Adolfo Súarez era tan antiamericano como se dice?

-Suárez no conocía bien Estados Unidos, y antes de las primeras elecciones La Zarzuela tuvo mucha más relación con la Casa Blanca que La Moncloa. Suárez visitó a Carter en mayo de 1977, poco antes de esas primeras elecciones, en un ejercicio de relaciones públicas que no agradó a Stabler, que temió que pudiese molestar al PSOE. A pesar del gesto, y de los esfuerzos de Carter por hablar español (idioma que no conocían ni Nixon, ni Ford, ni Reagan), nunca tuvieron una relación fluida. Curiosamente, lo que más le molestó a Suárez fue que Washington no se implicase más a fondo en la lucha contra ETA, que los norteamericanos veían como un problema interno.

El 23 F y la OTAN

-¿A qué se debió entonces la supuesta indiferencia de Estados Unidos ante el 23-F?

-Me alegra que suscite este tema, porque el libro también le dedica cierta atención a la actuación del sucesor de Stabler, el embajador Terence Todman, a quien algunos acusan de haber propiciado el golpe. Por lo que yo he podido ver, EEUU no alentó el golpe, entre otros motivos porque una asonada exitosa habría hecho imposible el ingreso de España en la OTAN, que era un objetivo prioritario de Washington. Sin embargo, también está claro que Alexander Haig, secretario de Estado de Reagan, anduvo poco afortunado al afirmar que el golpe era un “asunto interno” español. Todman tuvo que emplearse a fondo para que se olvidara, sin lograrlo nunca del todo.