Tusquets, 2011. 348 páginas. 20 euros



El sello de la excentricidad, en el sentido de situarse en las afueras del círculo común de nuestra narrativa, marca casi toda la trayectoria de Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) desde sus comienzos, al menos desde Las ciegas hormigas, novela visionaria que daba de lado al realismo social todavía dominante en 1960. Acentuó su singularidad en 1972 con Seno. Eran novelas extrañas pero aún sin la aleación de rareza y personalidad desvelada en 1975 por ¡Recuerda, oh, recuerda!, compilación de la novela corta del título, un relato breve y tres cuentos. Nada parecido a lo que se lee en este libro existía en nuestras letras. Ahí están ya un territorio fundacional bilbaíno donde se asientan sucesos inverosímiles y una estirpe de vascos cuya progenie se aleja hasta una edad perdida en remotas cosmogonías.



¡Recuerda, oh, recuerda! es un libro seminal. El autor siembra en él las semillas que germinaron otro decenio más tarde, 1986, en el primer volumen sin continuidad editorial de Verdes valles, colinas rojas aparecido en Libropueblo, modesta empresa propiciada por el propio Pinilla. Materiales de los relatos pasan a la trilogía que le ha valido el tardío reconocimiento público en su postergada salida en Tusquets. Además, el ámbito entero de la amazónica serie se halla ya en esas narraciones: ambientes, personajes y visión del mundo. Se trata de una peculiar realidad mítico-fantástica abierta, un proyecto narrativo gigantesco al cual se incorporan muy variados contenidos, que es lo que ocurrió con los motivos de la guerra civil de Primeras historias de la guerra interminable en 1977. Ambos conjuntos, Recuerda, oh, recuerda (sin los signos de admiración originarios) y Primeras historias... se agavillan ahora bajo el título poco exacto Los cuentos. La reunión se justifica porque compila un puñado de peripecias que forman un todo dentro del conjunto de sucesos que integran la recreación mítica global del País Vasco acometida por Pinilla.



Recuerda, oh, recuerda se remonta al Big Bang, o poco menos, y de allí avanza hasta la modernidad, apuntada en el viejo camino que luego fue la autovía de Bilbao. En el medio aparecen los grandes motivos del desarrollo de la especie, los antiquísimos mitos telúricos, el enigma de la trascendencia, la confrontación entre viejos tiempos y modernidad, las disensiones de clase... Una poderosa imaginación que funciona con la libertad de quien asocia los arquetipos culturales con la fantasía alucinatoria y con un realismo simbólico sirve de sostén al mundo de Pinilla. Apoyándose en la hipérbole sin mesura, adoptando modos de un Homero entre apocalíptico y zumbón, el autor levanta una realidad autónoma pero paralela del mundo común. Además, una fibra cordial atraviesa los cuentos y el relato Recuerda, oh, recuerda cobija un hermoso ejercicio de soledad, fidelidades a las raíces y amor bajo la fábula desmedida de un rebaño de llamas feroces y humanas.



El otro conjunto de cuentos, Primeras historias..., comparte algunos rasgos básicos del entorno imaginario de Getxo, pero también se distingue por la atenuación de los trazos épicos. Los ocho cuentos enmarcados a partir de la toma franquista de Bilbao en 1937 son pioneros en el más reciente tratamiento novelesco de la sublevación militar sin explícitas referencias a la lucha de clases que la motivó. El autor presenta una inequívoca postura contraria a los sublevados y a su trama, pero no desarrolla los asuntos en el ámbito de la ideología. Se atiene a peripecias humanas, convulsionadas por un mundo trastornado y con las "viejas leyes de la hermandad, la dignidad y la moralidad" desbaratadas. La sobria densidad emocional inspira la despedida de una madre del hijo que aguarda el fusilamiento. El esperpento sirve de látigo para flagelar a un arquetipo del energúmeno cura del nacional-catolicismo. Algún texto es pura historia de amor.



Los cuentos aportan un filón de episodios al original territorio literario de Pinilla y también ofrecen al lector curioso el aliciente de retrotraerle hasta las fuentes de las sagas de Baskardos y Altubes y de la confrontación entre los hombres del hierro y del campo. Admiten, además, dos lecturas distintas. Una más profunda reta a establecer los nexos de la ficción con una compleja alegoría del mundo. Otra más ligera permite dejarse llevar por el encanto de unas historias pletóricas de locas invenciones.