Portada de Las medidas del tiempo en la Historia.

El tiempo nos ofrece tanta carga metafísica como dilatada biografía. Y un reto legendario, el de medir su huidizo movimiento para lo que el hombre ideó a lo largo de la historia toda suerte de relojes y calendarios. El profesor Fernando Muñoz Box nos relata tan apasionante andadura en Las medidas del tiempo en la Historia (Universidad de Valladolid, 2011), y además recorre al detalle los diversos modelos de calendarios y los más insospechados artilugios relojeros.



P.- ¿Qué es el tiempo? ¿Miden algo objetivo nuestros relojes?

R.- El tiempo es ese maravilloso invento humano del que no podemos prescindir, digo en mi libro. Pero para definirlo hay que pasar de la "medida del movimiento" de Aristóteles, más objetiva, a la carga subjetiva que tiene la "forma a priori" de Kant, tratando de integrarlas. Y metafísicamente siempre estaremos cortos en la definición, creo yo. Nos podemos quedar con la definición física de que el tiempo es una magnitud física, medible y observable. Y por tanto tiene más entidad de relación que de cosa. Existe como lo hacen otras relaciones: el estado, la universidad, el dinero, etc. pero no con la existencia de una flor, un zafiro o un gato. De alguna manera se puede decir que el tiempo es precisamente eso que miden los relojes, sin que por ello se excluya que hay tiempos subjetivos, dependientes tanto de la percepción como de la psique.



P.- ¿Qué aporta su libro a la Historia de las medidas del tiempo?

R.- Lo que he intentado ha sido describir la historia de las medidas del tiempo para que llegase a lectores que puedan sentir curiosidad sobre estos temas y necesitan explicaciones claras y fundamentadas. Como la esfera celeste es el reloj más universal y accesible a casi todos, ha sido preciso, en el libro, hablar algo de astronomía y su relación con los diferentes calendarios. El fundamento de todos los calendarios está en el sistema solar, es decir en el sol, la luna y los planetas con la aparente regularidad de sus movimientos. Espero haber conseguido la claridad y la corrección de expresión convenientes.



P.- ¿Cuál de los avances técnicos señalaría como punto de inflexión determinante en su historia?

R.- La técnica de medidas del tiempo está más supeditada a los relojes que a los calendarios, por tanto los puntos de inflexión serán los sucesivos inventos de relojes. Desde el antiquísimo gnomon de los egipcios hasta la proliferación de cuadrantes solares que se observa en épocas del barroco, tendremos el reloj de sol, con todas sus variantes. Muy antiguas también son las clepsidras o relojes de agua. No son inventos que se excluyan sino que temporalmente se solapan. Los de agua ganan en utilidad en momentos de carencia del sol, y el lema de muchos de los relojes de sol suele insistir en la idea de que no son nada sin la ayuda del padre Sol. En las clepsidras el agua puede congelarse dejándolas inútiles y el hombre inventa en consecuencia el reloj de arena, del que tan maravillosamente nos habla Jünger. La historia nos lleva también a los relojes mecánicos, que con sus teóricas horas iguales revolucionan la cronología ya en la Edad Media. Y con la misma velocidad de otros cambios de los últimos tiempos nos encontramos hoy con avances importantes, apareciendo relojes mecánicos cada vez más perfeccionados, y relojes de cuarzo, precisos y exactos, con una difusión generalizada asombrosa. Hay que citar también, como punto histórico de inflexión, el paso del reloj analógico (de esferas) al reloj digital electrónico. Para terminar esto diremos que la precisión y exactitud casi alcanzan en los relojes atómicos el culmen de la perfección.



P.- De todos los calendarios estudiados ¿cuáles le gustan más y por qué?

R.- Me gustan muchos. Hay que señalar que la unidad de medida de los calendarios es el día. Y que los calendarios son más perfectos cuando se acomodan y reflejan mejor los movimientos de los astros: nuestro año está más vinculado al sol, los meses a la luna y diríamos que los días a la tierra. Si la Naturaleza nos hiciese caso, lo "natural" sería que el mes, vinculado al movimiento de la luna, constase de 30 días justos, y el año de 12 meses justos, con lo que sería un año de 360 días. Todos los calendarios solares y lunares, serían iguales y más sencillos. Para limar diferencias y esquivar esas faltas aparecen los diversos calendarios. Unos consiguen mejorar lo que otros pueden estropear, y dañar lo que otros han mejorado. El calendario gregoriano es de los mejores, y por eso es el prácticamente oficial en todo el mundo. Con el inconveniente de su vinculación a la Iglesia de Roma. Calendario lunar muy correcto es el islámico para la cuenta de los meses y de las fases de la luna, pero muy incorrecto en cuanto a las estaciones del año. Matemáticamente el calendario hebreo es fascinante y supera en la precisión del año trópico (el que da la medida del año) al nuestro. Como calendario lunisolar también es bueno para la cuenta de las lunaciones. Pero tiene años demasiado irregulares. Se suele decir que el año trópico es perfecto en el calendario maya pero yo no estoy tan seguro. Poco sé de los calendarios chinos, pero uno de ellos es muy parecido en algún aspecto al que utilizaron los griegos clásicos. Los hay también muy poéticos en su concepción y muy artísticos en su presentación. Por último hay un calendario que sólo consta de días, contados uno por uno, con lo que se evitan las disfunciones creadas por meses y años. Es perfecto para uso astronómico, pero incómodo para la vida civil: la data juliana de Escalígero.



P.- ¿Nació el tiempo con el Big Bang? ¿Tendrá un final?

R.- Dependiendo de cómo se entienda el tiempo se podrá decir o que no puede nacer antes de la existencia de la inteligencia humana, o bien que sin movimiento no hay tiempo, y lo que ha de nacer primero es el movimiento que da origen a aquél. Si hubo Big Bang y se entiende como momento de la creación del mundo (por una causa o por otra), como antes de la creación no había nada, no podía tampoco haber tiempo, que nació con ese acontecimiento. Mas si el Big Bang se entiende como un momento dado de la repetición cíclica de los universos, puede creerse que antes de este Big Bang hubo otro anterior con su correspondiente tiempo. Pero a mí no me gustan estas elucubraciones que no llevan a ninguna parte. En cuanto al final del tiempo es también hablar de más. Si la humanidad en conjunto sigue en la locura de destruir en exceso los recursos de este mundo, y por tanto de no poder garantizar su propia existencia en el futuro, ya sabemos cuando acabará el tiempo para ella o cuando acabará ella con el tiempo. Si la humanidad somos cada uno de nosotros, seamos creyentes o no, también sabemos cuando acabará nuestro tiempo. Termino diciendo que a mí me gustaría haberme expresado tan correctamente como el autor de la Epístola moral a Fabio y poderme despedir con estas sus palabras: "Ya, dulce amigo, huyo y me retiro / de cuanto simple amé; rompí los lazos. / Ven y verás al alto fin que aspiro / antes que el tiempo muera en nuestros brazos."