"Recordando a Berlanga". Así titulamos mañana la portada de El Cultural como homenaje a los 90 años que hubiese cumplido su padre y que preparamos juntos durante los últimos meses. Vale también, ahora, entre la tristeza y la nostalgia, como recuerdo para el compañero y amigo que fue Jorge. Y es que todavía resuenan los acordes de Yes en el estadio londinense de Wembley a principios de los noventa. Allí nos conocimos, al pie de un chiringuito de perritos calientes. Él por ABC, yo por Diario 16. Tan normal, tan elegante, con aquella cazadora de cuero y aquel gesto de lord inglés si no fuera por esa mirada y sonrisa de pícaro seductor que lo situaba en geografías mediterráneas.
Seguimos viéndonos en conciertos, salpicados por la inmediatez de las crónicas. Su compañía daba calor, era uno de los nuestros. Y después llegó La Razón y El Cultural. Y ya todo fue cine, y toques de atención "que hace tiempo que no publico". Porque lo suyo era escribir, pedir pista permanentemente, dotado con un talento portentoso y con una inteligencia de raza, un milagro más de la genética familiar.
Así se nos ha ido Berlanga, esperando su llamada para dar los últimos retoques del especial y contando palabras hasta el último aliento. El último guiño, la última sonrisa, fue en la cena de nuestro Premio Valle-Inclán de Teatro. En El Cultural nunca pensamos que habríamos de empezar a recordarlo tan pronto.