Luis Alberto de Cuenca

"Hecho polvo" por una hernia que lo mantiene inmovilizado en casa, la actividad intelectual de Luis Alberto de Cuenca (1950, Madrid) prosigue, sin embargo, tan incansable como exuberante. Dos novedades editoriales, artículos, prólogos y una atrevida joint venture literario-musical con Loquillo de próxima aparición. Conversamos con él especialmente a propósito de la publicación de Nombres propios (Universidad de Valladolid, 2011) un compendio heterodoxo de sus muy concretas y nominales pasiones que pasa lista así: Jorge Luis Borges, Shakespeare, Andersen, Tintín, Paul Naschy, príncipe de licántropos... Volumen de semejantes características es también el reciente Libros contra el aburrimiento (Reino de Cordelia, 2011).



Pregunta.- Imitando a Borges, tan presente en su libro, ¿podríamos decir que la suma de estos nombres propios "traza la imagen de la cara" de Luis Alberto de Cuenca?

Respuesta.- Por supuesto. De hecho debiera ser mi obra completa la que se titulara Nombres propios, porque tengo la sensación siempre al escribir, tanto en verso como en prosa, que están configurando los rasgos de mi cara todos esos nombres propios que tanto he degustado, disfrutado y amado. Estuvo muy atinado el editor, Diego Valverde Villena, al titular así el libro.



P.- Goza tanto de los clásicos como de las creaciones de la cultura de masas. ¿Se sabe, de alguna forma, uno de los últimos sabios de omnímodos intereses en peligro de extinción?

R.- Pues no sé si somos los últimos de Filipinas o no pero, en cualquier caso, es cierto, me siento tan atraído por la cultura clásica y por la gran cultura como por la cultura popular y de masas. Ambas me son irrenunciables como lo son para Umberto Eco. El problema hoy, en el campo de la gran cultura, es la hiperespecialización, y en la cultura de masas, la barbarie creciente. En cualquier caso, los años que me quedan de vida voy a disfrutarlos mezclando en una misma coctelera todos los elementos.



P.- El cine ocupa una parte importante del volumen donde admite haber gastado la vida "leyendo viejos libros y mirando viejas películas". Lo dedica a la memoria de su admirado Paul Naschy y afirma su gusto por la fantasía y el terror, por vampiros y licántropos. ¿Fue tal vez uno de los primeros frikis?

R.- Desde luego que me considero un friki, aunque un friki muy propio, pero no es una palabra que me disuene sino que me parece grata. He sido un friki desde pequeñito y lo seguiré siendo siempre. Por ejemplo, en mi manera de enfocar la cultura clásica o medieval hay una pulsión de deseo que me acerca más al friki que al especialista frío.



P.- Creo que en el próximo disco de Loquillo hay textos suyos...

R.- De hecho el disco, que va a salir ahora en septiembre, se titulará Su nombre era el de todas las mujeres, que es el título de un poema mío y no es que incluya mis textos, que está dedicado por entero a mi obra poética, son todos temas poéticos míos musicados por Gabriel Sopeña y cantados por Loquillo. El libro disco va a incluir además una presentación de mi amigo Arturo Pérez Reverte.



P.- Ha prologado además recientemente un libro sobre Tintín [Tintín. Hergé, una vida del siglo XX. Fernando del Castillo. (Fórcola, 2011)] en el se le describe como una suerte de caballero ilustrado y defensor de los derechos humanos...

R.- Tintín es un caballero moderno en cierto modo pero es que además tiene ese encanto que le confiere ser un niño eterno, que de algún modo da salida a todo lo más noble que puede haber en el mundo. Y lo más noble siempre ha residido en la infancia, la única y más auténtica patria. Tintín es un adulto niño que aboga por las causas justas y que es autosuficiente, que ni siquiera tiene necesidad de tener novias... Tiene un amigo borracho, Haddock, otro amigo loco, que es el profesor Tornasol, la demente de la Castafiore... Me acuerdo del poema de Gilgamesh en el que Enkidu se civiliza cuando le mandan los dioses una prostituta sagrada para que se acueste con él. Tintín está en un estadio todavía de primitivismo no civilizado. Y por tanto desconoce la muerte, todos los terrores que lleva aparejados la existencia humana y eso es lo que le hace inmortal, mítico e imperecedero.



P.- Para acabar regresemos a Borges, tan presente en Nombres propios. Uno de sus grandes poemas reza: "Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbaq". ¿Qué hombre no ha sido Luis Alberto de Cuenca?

R.- Tantos no he sido... Pero, por otra parte, los que no he sido me configuran como lo que soy, la validez de mi propia personalidad consiste en haberme sido imposible desempeñarme como todos aquellos hombres que no he sido.