El maná de la Fundación MacArthur



En 1989, las condiciones laborales de BV siguen siendo bastante precarias. El videoarte no sólo vende poco sino que algunos ni siquiera lo consideran arte. La situación la narra él mismo sin demasiadas contemplaciones, hasta que sucede un hecho inesperado que, como caído del cielo, le supone un nuevo giro en su vida, según refleja el periodista australiano Gerald Wright tras una conversación con Bill y Kira:



"La pareja fue productiva, si no rentable, durante los años 80, hasta que Viola entró en dique seco, literal y figurativamente -su proyecto era por el desierto-. "Me quedé atascado dos años", dice. "Realmente estaba perdido, extraviado y sentía que no tenía ningún espíritu creativo, ninguna savia creativa corría por mi cuerpo". En medio de esto, su primer hijo, Blake, nace en 1988.



¿Qué más ocurrió? Dos acontecimientos no relacionados producen un efecto transformador sobre la vida y obra poéticas de Viola. El primero fue que su madre cayó enferma y murió tres meses después. Viola revisa su pasado, examinando la colección de películas caseras familiares en las que estaba su madre. Se da cuenta de que ella era parte de ese paisaje desierto vacío. Después de su muerte, todo le parecía un desierto, incluso la ciudad. De ese sentimiento de pérdida vino lo que Viola llama "una de las mejores piezas que he hecho nunca": The Passing (El Tránsito).



El segundo fue un acto de filantropía particular y peculiarmente americano: la concesión, en 1989, de la

llamada "subvención para genios" de la Fundación MacArthur, una organización humanitaria. Fue como un maná caído del cielo. El legado posee un valor de 500.000 dólares, repartidos en cinco años y distribuido entre 20 y 30 candidatos cada año. Su objetivo, según la página web de la fundación, es animar a la gente de talento excepcional a seguir sus propias inclinaciones creativas, intelectuales y profesionales. "Estábamos viviendo en un pequeño bungalow alquilado con muebles de segunda mano", dice Viola. "No teníamos ni idea de dónde vendría el dinero para los próximos tres meses, acabábamos de tener un nuevo bebé, sin seguro médico. Nuestra existencia era más que frágil".



Fue como si Viola, incluso con su incipiente popularidad internacional y su amplia experiencia, sólo

hubiera encontrado un cambio de fortuna en el momento de la llamada telefónica que le informaba de la subvención: "Desde que obtuve esa concesión con un salario para cinco años, ya nunca he mirado atrás porque nunca se nos acabó el dinero. Al final de esa beca de investigación, la gente comenzó a comprar arte en mayores proporciones, empezamos a exponer en los museos, conseguíamos algún ingreso por la venta de obras, lo cual nunca jamás soñé que fuera posible cuando comencé. Así continua desde entonces. Fue un gran punto de inflexión" .



De su repentino cambio de situación da cuenta esta otra noticia, a propósito de haber ganado este bien dotado y prestigioso premio, tercero de su carrera. "Los Angeles Times" informa en ella de un artista nacido en Long Beach, de nombre Bill Viola y de 38 años de edad, que ha estado elaborando obras de videoarte durante casi 20 años. La periodista Elizabeth Venant se mete en su casa y ve como las dos habitaciones del bungalow donde vive con su esposa y su hijo de 22 meses están llenos de equipos, mientras la familia duerme en el salón.



"Esto es un empujón enorme" le dice el artista sobre el premio MacArthur, recordando como se

quedó "totalmente atontado" cuando recibió la llamada. "Ni siquiera teníamos dinero para comprar toallas", añade él, explicando que exponer la instalación de vídeo más normal cuesta alrededor de 35.000 dólares.





Acostumbrado a sobrevivir con el remiendo precario de las subvenciones, Viola ya ha destinado 5.000 dólares del premio MacArthur para terminar una instalación en San Francisco. Los futuros fondos, que en el caso de Viola ascienden a 245.000 dólares, equiparán un estudio, sustituirán su vieja cámara de 9 años y le ayudarán a pagar una casa nueva en Topanga Canyon. Y este año, por primera vez, él y su esposa escribirán una lista de regalos de Navidad. También consideran pasar un año fuera. Ultimamente, declara Viola, él quiere crear vídeos que incorporen un sistema de perspectiva basado en los caminos de la mente, no de la cámara, trabajos que él llama "la geometría de la conciencia". "Es un desafío para hacer algo extraordinario, abrir una brecha", afirma sobre esta beca. "Ya no hay excusas para desalentarse (por el tiempo o por el dinero)".



La ayuda de la Fundación MacArthur otorga a BV un estatus de "joven artista con posibilidades de futuro" que pronto va a tener que emplear en situaciones controvertidas. Tiene 39 años y un pasado repleto de tantas exposiciones como incomprensiones. Todo son alegrías hasta que en la escena artística irrumpen las polémicas fotografías de los neoyorkinos Robert Mapplethorpe y Andres Serrano, que desatan un agrio debate político sobre si debe prohibirse o no su acceso a fondos públicos para su exhibición. Y Bill Viola tendrá que mojarse.





Al J. Paul Getty Museum de Malibu se desplaza una delegación del Congreso presidida por el

diputado demócrata de Montana, Pat Williams, representante de la subcomisión parlamentaria de Educación Superior, que desea una audiencia con artistas de la Costa Oeste para escuchar opiniones. A la entrada del Museo, tres manifestantes portan las suyas en sendas pancartas: "No a $ del Gobierno para Arte Obsceno" y "Stop a la Intolerancia Anti-Cristiana". Otras dos docenas apoyan a los artistas y muestran el lema "Stop a la Censura".





En este ambiente comparece Bill Viola ante sus señorías y sus palabras las recoge la prensa. Y expresa en primer lugar su preocupación porque debajo de lo que a su juicio supone una potencial amenaza de censura, los jóvenes artistas pueden ser disuadidos de ejercer plenamente su imaginación: "Quiero que un estudiante que se gradue hoy en una escuela de arte pueda ver un camino, aunque sea uno largo y duro, atendido, protegido y auxiliado por una parte de nuestra sociedad y un Gobierno que se preocupa por los valores duraderos y el enriquecimiento que supone el don de la inspiración artística individual".