Silvia Grijalba. Foto: Luis Gaspar.

Silvia Grijalba (Madrid, 1967) tenía pendiente contar la historia de su abuela desde hacía 11 años. Pero era un proyecto que iba posponiendo sin remedio para arremangarse con otros. En cierto modo contar las peripecias vitales María Luisa Álvarez, "una revolucionaria con mucho glamour", según sus propias palabras, le intimidaba. Tuvo que escribir dos novelas (Alivio rápido y Atrapada en el limbo) antes para empezar a sentirse preparada. Y cuando murió ella y su padre se vio liberada para reconstruir su paso por La Habana, a donde llegó de la mano de un indiano y "se contagió de la sensualidad caribeña", y los días de intensa dolce vita en un Nueva York en el que se codeaba con Xavier Cugat, Dorothy Parker, Cole Porter, Fred Astaire... El resultado es Contigo aprendí (Planeta), una obra muy alejada de sus registros habituales (el underground y la contracultura), que le ha valido el Premio de Novela Fernando Lara 2011.



Pregunta.- Todo empieza en la cama de su abuela, cuando de niña le pedías que te contara sus historias...

Respuesta.- Ella es una especie de mito familiar, que llevó una vida apasionante y que rompió muchos convencionalismos sociales. Un rico indiano que volvió a Asturias se empeñó en casarse con la mujer más guapa de la zona, así que se declaró a mi abuela. Ella aceptó casi por despecho, porque con el conde del que estaba enamorada había decidido casarse con una mujer más digna de su condición. También su familia estaba atravesando un momento económico muy difícil debido al crack del 29 y veían con muy buenos ojos la boda con el indiano. Con él se instaló en La Habana, donde se contagió de la sensualidad caribeña, y también en Nueva York, una ciudad que le encantaba y en la que se codeó con Xavier Cugat, Dorothy Parker, Cole Porter, Fred Astaire...



P.- Dice que ha esperado a que muriera su padre y ella para ponerse en serio a escribirla. ¿Por qué?

R.- Imagino que porque me sentía más libre, aunque no se cuenta nada malo de ellos. Pero lo que yo he escrito es una novela no una biografía. Siempre que tenía que decantarme por la literatura o la verdad histórica, me inclinaba por la primera. José, el indiano, era un hombre del que apenas se hablaba en la familia. En Contigo aprendí es sin embargo casi un héroe, una persona muy generosa y sacrificada.



P.- Pero comenta que sentía a su abuela a su lado, guiándola, cuando escribía el libro.

R.-Sí, sobre todo en el último mes, en el que me encerré a terminarla apremiada por la cercanía del plazo de presentación al Premio Lara. Apenas comía y dormía muy poco. Viví una pasión desenfrenada por la novela, como cuando te enamoras de alguien y sólo piensas en estar con él. Fue una especie de trance místico en el que sentía que ella me guiaba. Pero es algo muy habitual. Casi siempre los personajes te acaban pidiendo cosas y la novela avanza hacia donde ellos te llevan.



P.- Es una novela que sale por completo de sus registros habituales, muy contemporáneos, muy undergrounds...

R.-Es verdad. Pero es otra faceta mía igual de importante. Yo adoro la literatura de las hermanas Bronte, de Jane Austen, las películas de James Ivory..., en las que hay pasión y transgresión. Mi abuela fue una especie de revolucionaria con glamour y el tono que me pedía su historia era como el de estas obras. Eso sí, soy periodista y me gusta que la narración discurra ágil, aunque los mimbres sean muy complejos. Puede que lo haya conseguido, porque una sobrina mía ya me ha dicho que se la leyó en un solo día, completamente absorbida.



P.-¿Y qué rasgos propios reconoce como herencia de su abuela?

R.-Soy muy arrojada, muy apasionada, aunque también soy muy racional y responsable. Muy aries y muy virgo. De ella tengo una cierta valentía, aunque no tanta como la suya. Las decisiones importantes no me dan miedo, aunque luego me asuste con tonterías. Y tengo una gran capacidad para el cambio y para reinventarme constantemente. Tenía también un sentido de la justicia muy fuerte y para no traicionarlo tuvo que hacer cosas muy dolorosas.



P.- Y lo del Premio Lara ha sido una gran noticia, ¿no?

R.- Bueno, claro. Además de que es gran premio me lo han concedido con una novela muy personal, a la que me siento muy vinculada emocionalmente. De hecho es la novela que quiero escribir desde hace 11 años, cuando dejé la seguridad de un contrato fijo con El Mundo y decidí dedicarme por completo a la literatura. En parte, las dos novelas previas que tengo publicadas han sido una especie de preparación o entrenamiento para escribir ésta, mucho más compleja y mucho más delicada por ser una historia familiar. Y el Premio Lara es como un acto de justicia poética para alguien que se arriesgó tanto por dedicarse a la literatura.