Image: Diccionario biográfico del exilio español de 1939. Los periodistas

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Letras

Diccionario biográfico del exilio español de 1939. Los periodistas

Juan Carlos Sánchez Illán (dir)

15 julio, 2011 02:00

De izquierda a derecha, Clara Campoamor, Victoria Kent y Constancia de la Mora

Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2011. 594 pp, 25 e.


Los diccionarios biográficos han cobrado en estos días una lamentable notoriedad. Demasiadas decisiones desafortunadas en el encargo de las colaboraciones han ensombrecido el enorme valor que, para cualquier país debe la publicación de un diccionario biográfico nacional. El primer diccionario biográfico inglés es de 1747, y la primera edición de The Dictionary of National Biography apareció en Londres en 1885. Fue seguida, quince años más tarde, por The Oxford Dictionary National Biography. Ellos señalarían el camino por el que se ha seguido en otros países europeos.

Se trata de empresas muy ambiciosas, y de una notable dificultad técnica, que ha sido resuelta aquí con una publicación de extraordinaria calidad, llamada a ser una obra de referencia para cuantos investigan en la historia de España y sería de desear, por tanto, que fuera conocida por la comunidad de investigadores de la cultura española. Aunque eso suponga la incomodidad de tener que formar el propio criterio, y no conformarse con el que les sirven algunos medios de comunicación.

El autor de estas líneas ha tenido la experiencia directa de que en una reunión de unas treinta personas, en un departamento universitario de Historia contemporánea en el se discutía la oportunidad de sumarse a las censuras que ha suscitado el Diccionario Biográfico Español, sólo dos de los presentes conocían los tomos publicados hasta ahora y los habían usado. Las viejas advertencias contra la "la peligrosa novedad de discurrir" parece que vuelven a estar vigentes.

Pero los diccionarios biográficos responden muy bien a la necesidad, compartida por historiadores y por lectores, de recuperar plenamente la dimensión individual del pasado, que es uno de los rasgos característicos de la historia que se hace hoy día. Y esos mismos gustos han conducido a los diccionarios biográficos, más o menos especializados. En el caso francés, Jean Jolly se dirigió, en 1960, al mundo de los parlamentarios, mientras que Christophe Charle dirigió su encuesta, a mediados de los años ochenta, hacia los profesores universitarios y Jean Maitron biografió, por aquellos mismos años, al mundo obrero. El modelo, por lo tanto, estaba suficientemente perfilado cuando Miguel Artola abordó, en 1988, la edición de un diccionario biográfico que superaba ampliamente el viejo diccionario de Germán Bleiberg, de comienzos de los 50.

El primer campo de investigación, lógicamente, sería el de los políticos que han sido los que casi han monopolizado la atención de los historiadores. En relación con ellos había una rica bibliografía en la que brillan los nombres de Andrés Borrego, Juan Rico y Amat, Fernando Soldevila o Modesto Sánchez de los Santos. A partir de ellos, y de una impresionante labor de investigación en archivos, José Ramón Urquijo repasa la composición de todos los gobiernos españoles desde 1808, así como la trayectoria política de los que fueron ministros. Las aportaciones más recientes, sin embargo, pagan un inevitable peaje a la organización autonómica del país y convierten su territorio en el escenario de su preocupación por la reconstrucción de las biografías de sus políticos más distinguidos. Nos encontramos así con un excelente trabajo de Leandro Alvarez Rey, aún por culminar, sobre los diputados de Andalucía en la II República, así como los excelentes diccionarios biográficos de parlamentarios que nos han ofrecido los equipos dirigidos por Joseba Agirreazkuénaga (País Vasco), José Ramón Barreiro (Galicia) y Pedro Carasa (Castilla y León).

Pero la política no lo es todo, como nos recuerda Juan Carlos Sánchez Illán, profesor de la Universidad Carlos III y especialista de la historia de la prensa española, que nos ofreció hace años una modélica investigación sobre el diario madrileño El Imparcial.

Ahora propone un diccionario biográfico de periodistas españoles exiliados al frente de un brillante y numeroso equipo de investigadores entre los que se incluye Pedro Luis Angosto, Pilar Domínguez, Matilde Eiroa, Javier González Antón, Rocío Navarro, María Teresa Sandoval, Josep Maria Sanmartí y Luis Zaragoza. Todos ellos son conocidos especialistas en historia de la prensa.

La caracterización de lo que es un periodista nunca ha sido fácil y, para la confección de este diccionario, Sánchez Illán ha utilizado un criterio muy amplio, que le lleva a considerar periodista a quienes tuvieron esa actividad como primer medio de vida durante una etapa suficientemente significativa de su trayectoria. A ese criterio se ha añadido el de formar parte de aquella España transterrada -la palabra la puso en circulación el filósofo José Gaos-, que se vio en la obligación de empezar una nueva vida en tierras extranjeras. Era una manera, bien dolorosa, de seguir viviendo en España, sin estar en ella.

El resultado son casi 350 biografías en las que, con seguridad, no están todos los que son pero que ofrece un mosaico variadísimo de lo que fue aquel mundo del largo exilio español de los años centrales del siglo XX.

La actividad periodística era vista, en la España de Franco, con casi el mismo recelo que la actividad política y, desde luego, las convicciones de muchos de ellos resultaban incompatibles con la nueva España que había iniciado su andadura en abril de 1939. El camino del exilio resultaba, por tanto, inevitable.

A partir de ahí los caminos de los biografiados en este volumen se entrecruzan de mil maneras y el lector no podrá resistirse a la tentación de saltar de una biografía a otra. Todas ellas están redactadas con un patrón uniforme, en el que se parte de los lugares y fechas de nacimiento y muerte, para continuar con la formación académica y la trayectoria profesional. Cada entrada, además, se completa con unas indicaciones bibliográficas elementales, pero siempre sugestivas.

El resultado de este tipo de trabajos es que la claridad y precisión de la información que proporcionan no dan una imagen cabal de la enorme dificultad de la tarea realizada por sus autores y de los esfuerzos que han tenido que realizar para reunir este rico caudal de informacion. Por otra parte, los autores han querido llamar la atención sobre la presencia de un notable número de mujeres entre los periodistas biografiados, con nombres como el de Victoria Kent, María Lejárraga, Clara Campoamor, Constancia de la Mora, Josefina Carabias o Federica Montseny. La verdad es que lo contrario habría resultado sorprendente porque una de las características de la segunda República fue la activa presencia de las mujeres en el espacio público. De ahí el acierto de los autores a reconocer la importancia de esa presencia femenina y poder ofrecernos así una magnífica obra de referencia en la que el exilio español cobra nueva vida.