Iolanda Batallé

Gadir, Madrid, 2011. 347 páginas, 16 euros



La protagonista de esta novela trabaja limpiando la playa a bordo de un tractor. Sobre la arena, dibuja figuras que tiene en la mente. Mira el mar y trata de encontrar el modo de explicarle a su hija, de corta edad, cómo es el mundo y cómo es ella, su madre. "Es una novela de amor a la vida desde la más absoluta conciencia de la muerte", la define su autora, quien ve un simbolismo importante, casi ritual, en los actos de dibujar y limpiar. No es una lectura descabellada. Hay mucho de simbólico en el personaje principal de esta novela, una mujer de mediana edad, madre y amante, que recuerda y reconstruye para dejar toda su existencia libre de estorbos, de basuras.



Iolanda Batallé (Barcelona, 1971) es una todo terreno del mundo de la literatura: bien conocida por su faceta de editora, ha ejercido también el periodismo y ha sido una viajera impenitente. En esta primera novela suya -que cosechó en catalán notables éxitos- construye un canto sereno a la búsqueda de la felicidad personal. Su voz a ratos lírica y a ratos cargada de humor, simbólica, llena de hallazgos que el lector sabrá agradecer. La novela se estructura a partir de escenas breves. La trama no es lineal, el diálogo se alterna con la descripción, los personajes familiares entrañables suceden a un discurso quasifilosófico. Al fin, se nos habla de lo de siempre, aquello que más nos interesa: amor y muerte. Aunque al terminar la lectura tendremos la impresión de que jamás habíamos leído nada parecido. Sin duda, Iolanda Batallé es una autora portentosa.