Edición de Javier Pérez Bazo. Fundación Santander. 2011. 357 páginas, 23 euros



Juan Chabás (Denia, 1900- La Habana, 1954) es uno de esos olvidados o semiolvidados que, ciertamente, no merece olvido. Está ya con los del 27 en Sevilla en el Homenaje famoso a Góngora, y aunque él quiso ser más que un crítico, el tomo que ha recogido Javier Pérez Bazo nos lo muestra esencialmente como crítico y además de periódicos y revistas, aunque también tuviera libros. Es más, la colección brillante de artículos seleccionados son casi todos de los años comprendidos entre 1919 y 1930, abundando los de finales de los 20 o las "addenda" a autores que publican en la República (como La destrucción o el amor, de Aleixandre) pero a los que Chabás había seguido desde prácticamente su primer libro.



La estructura del tomo que comento, que comienza por sucintas reflexiones sobre la crítica literaria, continúa con maestros de diverso género, como Díez Canedo, Gómez de la Serna, o Góngora y Mallarmé que sirven de telón a los modernos, para explayarse en las revistas y los nombres en verso ( sobre todo en verso) pero también en prosa de la Generación del 27, tiene un claro motivo, hacernos comprobar en la evidencia que Juan Chabás fue uno de los críticos más vivaces de su generación y que si su estela ha quedado demasiado opacada ello se debe tanto al exilio (como en tantos españoles) como a su temprana muerte en Cuba con apenas 54 años...



Verdad que Chabás se inició como poeta cercano al ultraísmo con un librito titulado Espejos (de 1921) -el mismo año que Dámaso Alonso- y que también probó la prosa novelística que él veía entonces como prosa de arte, en libros como Sin velas, desvelada o Puerto de sombra de 1928. Pero aunque en el exilio y sus ocios Chabás volvió al verso y a la prosa, supo bien desde los fértiles años españoles que su papel era el de crítico. Hijo de un notario, estudiante del Liceo francés y hombre que viajó y conoció de primera mano las literaturas francesa e italiana del momento, también desde este cosmpolitismo abierto a Europa, Juan Chabás fue el tipo perfecto que la hora vital e intelectual requerían.



Pero -como he dicho- son sus agudísimas y por lo general muy acertadas críticas a sus compañeros del 27, las que marcan su tono y el del tomo que me ocupa. Ve en Díez-Canedo "una elegancia discreta, exacta, constante, que acredita su indudable finura espiritual". Alaba libros y actitudes cercanas a la vanguardia de Gómez de la Serna, repasa los "ismos" y las revistas múltiples del tiempo (el surrealismo y el superrealismo, el libro de Ayala Indagación del cinema, la música negra y su auge) y enseguida la "joven literatura" que era la suya, aunque tuviera maestros como Ortega, Azorín, Machado, y para él que era levantino, el hoy un tanto olvidado Gabriel Miró. Y ahí llega el grueso de esas críticas que se extienden desde el homenaje a Góngora y la edición de las Soledades de Dámaso o la Antología poética en honor de Góngora (1927) hecha por Gerardo Diego. Todo es juzgado con talento y equilibrio como hará en sus críticas (a menudo a los primeros libros y de ahí en adelante) de Alberti, Aleixandre y los demás… De Ámbito (primer libro de Aleixandre) dice: "Conviene ahora que destaquemos su nombre, para situarlo, sin recelos ni temores, en la primera fila de nuestros jóvenes líricos." Aprecia los sonetos de Bergamín y acierta con el difícil Perfil del aire de Cernuda: "Perfil del aire es un excelente primer libro." Ernestina de Champourcin, el surrealismo canario de Agustín Espinosa, la magia del Romancero gitano de Lorca, portentoso, que por sus temas "pudiera ser motivo para las coplas de un cantaor". Miguel Hernández, Guillén unido sin demérito -al contrario- a Valèry, José María de Hinojosa o el difícil Larrea y hasta los primeros balbuceos líricos de Carmen Conde… Prados, Altolaguirre, Rejano. ¿No parece que estamos hablando de un manual en vivo de nuestra generación de la modernidad? Y eso es lo que trazó Chabás intuyéndolo si no sabiéndolo. La prosa parecía más problemática, pero aquí están reseñados Benjamín Jarnés y Rosa Chacel (su primera novela Estación. Ida y vuelta) y hasta la original Roque Six de José López Rubio que ve como el inicio de una carrera brillante, aún levemente inmadura. (Después López Rubio fue dramaturgo). ¿Cabe pedir más a un manual al día? Crítica directa, pura, inteligente, enamorada y bien escrita.