Gerardo Diego
Elena Diego, hija del poeta; Gabrielle Morelli, uno de los mayores especialistas en el poeta cántabro, así como Jaime Siles, Juan Manuel Bonet, Antonio Gallego, Eduardo Moga, Manuel Arce Javier Lostalé, y los catedráticos Dámaso López, Juan Manuel Díez de Guereñu, entre otros, rinden homenaje a Gerardo Diego (Santander, 1896-Madrid, 1987) en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, del 1 al 5 de agosto. Se trata, explica el hispanista Gabrielle Morelli, de un "evidente acto de justicia", porque "Gerardo Diego fue el poeta más significativo de la Generación del 27, sin duda alguna su líder y su mentor. Fue quien reunió al grupo y lo dió a conocer gracias a esa antología fundamental que fue Poesía española contemporánea (1915-1931), publicada en 1932 y ampliada en el año 34".Pregunta: ¿Tan decisivo fue su papel?
Respuesta: Sin duda alguna. Fue lo que Dante llamó "il maglior fabbro" (asi denominó el italiano a los poetas que más admiraba al encontrarlos en el Infierno de su Divina Comedia). Gerardo Diego fue eso, el gran orfebre, el artífice del 27, no sólo por darles a conocer con su antología, sino porque también supo combinar tradición y modernidad, sintetizándolas de manera genial, e incluso ejemplar, en la literatura española.
P.: ¿Cómo?
R.: Aunando sus enormes conocimientos de la poesía clásica española y las nuevas tendencias poéticas. Editó una excelente antología gongorina aprovechando el tercer centenario del poeta cordobés que se celebró en 1927, fue un magnífico versificador, pero jamás perdió de vista las vanguardias. Por ejemplo, fue él quien dio a conocer en España a autores como Larrea o Huidobro. Muchos creían que Larrea era un poeta francés o que ni siquiera existía, que era un invento del propio Gerardo. En cuando a Huidobro, que fue una suerte de Rubén Darío de la modernidad, su impacto en nuestras letras hubiera sido muchísimo menor sin el apoyo y la amistad de Diego. Piense que desde la España de los años 20, bastante provinciana, viajaron juntos a París, visitaron a Juan Gris, y entraron en contacto con todos los representantes de las vanguardias artísticas de los años 20 y 30.
Afirma Morelli que su relación con Huidobro, sin embargo, no transformó decisivamente la poética del santanderino, porque, aunque fue "un discípulo ferviente" supo distanciarse a tiempo ya que la poesía del chileno a veces resultaba demasiado cerebral y Gerardo Diego jamás abandonó los elementos líricos y tradicionales. "Sí -insiste- lo mejor de Diego es esa síntesis entre tradición y modernidad. Además fue un poeta metódico y un excelente profesor."
P.: Sin embargo, hay quien cree que el hecho de no exiliarse tras la guerra civil pudo perjudicarlo.
R.: Sí, lo hizo y gravemente, pero quien condena su actitud olvida que tenía una familia numerosa, que era católico, y que las circunstancias le obligaron al exilio interior. Nadie hizo tanto como él por tender puentes con los poetas del exilio, nadie fue tan radicalmente importante para que unos no cayeran en el olvido y otros volvieran a publicar en España. Recuerdo, por ejemplo, cuando al fin pudo reunirse con Alberti en Roma, en los años 60. Fue un encuentro emocionantísimo, de dos amigos sin rencores ni deudas pendientes, con muchísimo tiempo que recuperar.
P.: ¿El tiempo le ha hecho justicia?
R.: Bueno, al menos le ha dado la razón. Fue una figura importantísima, que atraviesa toda la cultura española del siglo XX, ya que nace a finales del XIX y muere en 1986: testigo de cien años apasionantes, fue uno de los responsables mayores de su revovación, de su nuevo siglo de oro.
P.: Si tuviera que elegir una de sus obras, ¿cuál sería?
R.: Cualquiera escrita en los años 20, por los aires nuevos que aportó a la literatura española y su fuerza renovadora. No sé, cualquier poema de Imagen o de Manual de Espumas.
P.: Y su antología, su Poesía española contemporánea, del 32...
R.: Desde luego. ¿Sabe que fue uno de los mayores best sellers de la época en Europa?, ¿que, por ejemplo, gracias a ese libro los poetas herméticos italianos descubrieron la poesía española contemporánea. Le hablo de Eugenio Montale, premio Nobel,... Él conoció a Lorca, a Cernuda, a Alberti, gracias a Gerardo Diego. Porque en esa época el mundo literario europeo, no sólo italiano, miraba sobre todo a Francia. Y la antología de Gerardo Diego les abrió los ojos. Todos la imitaron porque incluía fotografías, biografías y poéticas de los autores, aspectos que hoy son habituales pero que entonces resultaron deslumbrantes.
P.: Pero no sólo eso, ¿verdad?
R.: No, Gerardo Diego marcó a todos los poetas del 27. Poco antes de morir, Rafael Alberti, se despertó de noche y recitó los versos del poema Estética de Imagen de Diego, que rezan. "Estrillo / Estrillo / Estrillo/ El canto más perfecto es el canto del grillo". Me lo contó su viuda, María Asunción Mateo... En fin, si la ideología había separado a los dos poetas, la poesía los reunía.
Gerardo Diego en su poesía
Antología
Autorretrato
Todo lo que llevo dentro
está ahí fuera.
Se ha hecho -fiel a sí mismo-
mi evidencia.
Mis pensamientos son montes,
mares, selvas,
bloques de sal cegadora,
flores lentas.
El sol realiza mis sueños,
me los crea
y el viento pintor, errante,
-luz, tormenta-
pule y barniza mis óleos,
mis poemas,
y el crepúsculo y la luna
los avientan.
Podéis tocar con las manos
mi conciencia.
Gozar podéis con los ojos
-negro y sepia-
los colores y las tintas
de mis penas.
Y eso que os roza el labio,
bruma o seda,
es mi amor -flores o pájaros
que revuelan-
mis amores, criaturas
libres, sueltas.
Todo lo que fuera duerme,
queda o pasa,
todo lo que huele o sabe,
toca o canta,
conmigo dentro se ha hecho
viva entraña,
víscera oscura y distinta,
sueño y alma.
Si pudierais traspasarme
os pasmarais.
Todo está aquí, aquí dormido.
Dibujada
llevo en mi sangre y mi cuerpo
cuerpo y sangre de mi patria.
Luces y luces de cielo,
cosas santas.
Todo lo que está aquí dentro
fuera estaba.
Todo lo que estaba ahí fuera
dentro calca.
El universo infinito
me enmaraña;
auscultadme, soy su cárcel
sin ventanas.
Escuchadme, dentro, fuera,
donde os plazca.
Mis más íntimos secretos
por el aire los pregonan
y los cantan.
El sueño
Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.
Ya estás dormida. Ya sube,
baja tu pecho,
y el mío al compás del tuyo
mide el silencio,
almohada de tu cabeza,
celeste peso.
Mi pecho de varón duro,
tabla de esfuerzo,
por ti se vuelve de plumas,
cojín de sueños.
Navega en dulce oleaje,
ritmo sereno,
ritmo de olas perezosas
el de tus pechos.
De cuando en cuando una grande,
espuma al viento,
suspiro que se te escapa
volando al cielo,
y otra vez navegas lenta
mares de sueño,
y soy yo quien te conduce
yo que te velo,
que para que te abandones
te abrí mi pecho.
¿Qué sueñas? ¿Sueñas? ¿Qué buscan
- palabras, besos -
tus labios que se te mueven,
dormido rezo?
Si sueñas que estás conmigo,
no es sólo sueño;
lo que te acuna y te mece
soy yo, es mi pecho.
Despacio, brisas, despacio,
que tiene sueño.
Mundo sonoro que rondas,
hazte silencio,
que está durmiendo mi niña,
que está durmiendo
al compás que de los suyos
copia mi pecho.
Que cuando se me despierte
buscando el cielo
encuentre arriba mis ojos
limpios y abiertos.
Fábula de equis y zeta
Amor
Góngora 1927
Era el mes que aplicaba sus teorías
cada vez que un amor nacía en torno
cediendo dócil peso y calorías
cuándo por caridad ya para adorno
en beneficio de esos amadores
que hurtan siempre relámpagos y flores
Ella llevaba por vestido combo
un proyecto de arcángel en relieve
Del hombro al pie su línea exacta un rombo
que a armonizar con el clavel se atreve
A su paso en dos lunas o en dos frutos
se abrían los espacios absolutos
Amor amor obesidad hermana
soplo de fuelle hasta abombar las horas
y encontrarse al salir una mañana
que Dios es Dios sin colaboradoras
y que es azul la mano del grumete
-amor amor amor- de seis a siete
Así con la mirada en lo improviso
barajando en la mano alas remotas
iba el galán ladrándole el aviso
de plumas blancas casi gaviotas
por las calles que huelen a pintura
siempre buscando a ella en cuadratura
Y vedla aquí equipando en jabón tierno
globos que nunca han visto las espumas
vedla extrayendo de su propio invierno
la nieve en tiras la pasión en sumas
y en margaritas que pacerá el chivo
su porvenir listado en subjuntivo
Desde el plano sincero del diedro
que se queja al girar su arista viva
contempla el amador nivel de cedro
la amada que en su hipótesis estriba
y acariciando el lomo del instante
disuelve sus dos manos en menguante
«A ti la bella entre las iniciales
la más genuina en tinta verde impresa
a ti imposible y lenta cuando sales
tangente cuando el céfiro regresa
a ti envío mi amada caravana
larga como el amor por la mañana
Si tus piernas que vencen los compases
silencioso el resorte de sus grados
si más difícil que los cuatro ases
telegrama en tu estela de venados
mis geometrías y mi sed desdeñas
no olvides canjear mis contraseñas
Luna en el horno tibio de aburridas
bien inflada de un gas que silba apenas
contempla mis rodillas doloridas
así no estallen tus mejillas llenas
contempla y dime si hay otro infortunio
comparable al desdén y al plenilunio
Y tú inicial del más esbelto cuello
que a tu tacto haces sólida la espera
no me abandones no Yo haré un camello
del viento que en tus pechos desaltera
y para perseguir tu fuga en chasis
yo te daré un desierto y un oasis
Yo extraeré para ti la presuntuosa
raíz de la columna vespertina
Yo en fiel teorema de volumen rosa
te expondré el caso de la mandolina
Yo peces te traeré -entre crisantemos-
tan diminutos que los dos lloremos
Para ti el fruto de dos suaves nalgas
que al abrirse dan paso a una moneda
Para ti el arrebato de las algas
y el alelí de sálvese el que pueda
y los gusanos de pasar el rato
príncipes del azar en campeonato
Príncipes del azar Así el tecleo
en ritmo y luz de mecanografía
hace olvidar tu nombre y mi deseo
tu nombre que una estrella ama y enfría
Príncipes del azar gusanos leves
para pasar el rato entre las nieves
Pero tú voladora no te obstines
Para cantar de ti dame tu huella
La cruzaré de cuerdas de violines
y he de esperar que el sol se ponga en ella
Yo inscribiré en tu rombo mi programa
conocido del mar desde que ama»
Y resumiendo el amador su dicho
recogió los suspiros redondeles
y abandonando al humo del capricho
se dejó resbalar por dos rieles
Una sesión de circo se iniciaba
en la constelación decimoctava.