El Diario anónimo de José Ángel Valente sale por fin a la luz. Nada menos que quinientas páginas inéditas nos devuelven otra vez la palabra y el universo inmenso del poeta. Su amigo y albacea Andrés Sánchez Robayna ha tenido el privilegio de bucear durante un par de años por los días, el talento y los estados de ánimo de casi medio siglo de Valente. Poemas, ensayos, notas de una desnudez sorprendente, esbozos de un considerable dramatismo, crítica contundente y radical... el Diario es un texto de importancia capital para entender a Valente como poeta y escritor europeo. El Cultural adelanta los mejores fragmentos del Diario, que lanza Galaxia Gutenberg la semana que viene.

5 de febrero de 1963. Una ideología nueva coexiste con la establecida mientras no se manifiesta abiertamente (o no se percibe de modo general) como tal ideología nueva. En esa fase la nueva ideología no sólo coexiste con la dominante sino que empieza a transformarla. Cuando ese proceso de modificación se hace visible, los guardianes de la tradición se alarman y tratan no sólo de frenarlo sino de suprimir toda posibilidad de coexistencia con la ideología nueva. Ésta se convierte entonces manifiestamente en una ideología revolucionaria, cuyo recurso a la violencia es siempre una respuesta. La defensa violenta de su supervivencia es siempre mecanismo propio de la ideología reaccionaria. El reaccionario es violento por naturaleza, bajo apariencia de conservación de un orden. El orden fundado en una ideología caduca sólo se mantiene agresivamente. Una ideología caduca es cualquier ideología dominante desde el momento en que siente la necesidad de cerrar la fase de coexistencia con una posible ideología nueva. Desde ese preciso momento, el orden alimentado por esa ideología se vacía de sentido. En la línea de desarrollo de la historia ese orden ha expirado. Si éste no tuviera necesidad de recurrir a mecanismos de agresión, la ideología nueva se impondría sin violencia.

15 de septiembre de 1964. [...] He tenido la impresión, al leer cosas de Enzensberger o Kunert, de sentirme más cerca de ciertos aspectos de su temática o de su “sentimentalidad” que de las de mis contemporáneos españoles. Desde el punto de vista de mi propia poesía, me interesa especialmente el comentario de Enzensberger sobre el poema "Alle Tage" (“Cada día”) de Ingeborg Bachmann. "Aquí la política no se presenta como una temática especial sino que está fundida con la experiencia individual. Esas composiciones no siguen un programa de partido (como hizo la poesía política del decenio de 1920); en tales poemas el estado de la sociedad se ha hecho lenguaje -y contradicción.” Karl Krolow ha acuñado para ese tipo de poesía el término poema público.



A propósito de la cultura como coartada, como instrumento de traición para la entrega a los que ejercen el poder, Enzensberger comenta la frase de Theodor W. Adorno: “Seguir escribiendo poesía lírica después de Auschwitz es un acto de barbarie” (los SS que llevaban a Hölderlin en la mochila y el comandante del campo de concentración que interpretaba las sonatas de Schubert en sus momentos libres).



La literatura alemana de postguerra se encuentra con un país mudo. El lenguaje había sufrido un proceso de vaciado radical, para consolidar contenidos bastardos. (Todavía, cuando alguien come o bebe hasta el límite de sus fuerzas, se dice en alemán coloquial que ha comido o bebido hasta quedar ganado [bis zur Vergasung].)



La joven generación pensó que era necesario arrancar del grado cero (Nullpunkt).



Entre ese momento y la aparición de los primeros frutos originales de las promociones jóvenes se vuelve a un tipo de poesía de larga y monótona tradición alemana: la Naturlyrik. Hay un cierto paralelismo entre el “punto cero”y los “años de silencio”, entre la Naturlyrik y el “garcilasismo” o el pastiche barroco.

Ni un paso más allá de Machado

19 de enero de 1965. Las promociones de escritores de postguerra (los mayores y los más jóvenes) que se han pretendido especialmente machadianos no parecen haber hecho en realidad una auténtica lectura de Machado. No hay en ellos ninguna de las virtudes dialécticas de Mairena. A estas alturas, ni nuestra poesía ni nuestro pensamiento poético (que por lo demás apenas existe) han dado un paso más allá de Machado. Incluso, levantando su bandera, han dado bastantes hacia atrás. Mairena habría odiado nuestra vulgaridad gruesa, nuestra pedantería, nuestro dogmatismo, nuestro infinito desconocimiento del prójimo, nuestra afición a pedir a gritos (no oídos) libertad para un pensamiento que carece de ella, nuestro afán necio de hacer política disfrazada de otras cosas (lo que las confunde todas), nuestro “pemanismo” de izquierdas y un sinfín de frivolidades de índole parecida.



Releo a Mairena en busca de esa auténtica lectura, que tal vez no hemos hecho.

Diciembre de 1965. Cuando todo se quiebra alrededor, queda como señal del hombre la dignidad del acto libre. Ese último reducto de libertad obstinada que es el personaje de Filoctetes obliga al reconocimiento de la pasión del hombre libre. Contra todo evento, sólo la libertad personal puede ser la libertad de todos.

Marzo de 1966. Viernes 11, a las 10 de la mañana (después de haber pasado toda la noche en los locales de la Brigada Social).

Sr. Creix (Antonio, su hermano y auxiliar se llama Vicente): ¡Todos sus amigos son comunistas!

Yo: No señor, en esa lista que ustedes me han quitado (una lista de personas que he visto en Barcelona) hay conocidos católicos (cito ejemplos).

Sr. Creix (irritado): ¡Ser católico ya no es una garantía!

Una semana más tarde cuento esta escena en Madrid a Maximino Romero.

Don Maximino (con dulzura galaica): Bueno..., eso es buena señal.

En casa de Lezama Lima

16 de diciembre de 1967. Visita a Lezama. Viene Pepe Caballero.



La casa es un conjunto abigarrado y extraño de objetos, retratos (el padre y la madre en posición visible, dominante), cuadros y libros. Lezama está enorme, pesado, como un gran ídolo. Su rostro es joven. Empieza a hablar enseguida de Cuba: Cuba infra nivel del mar (el Valle de Viñales); Cuba donde tierra y mar se igualan (Habana-Matanzas-Varadero); Cuba del triunfo definitivo de la tierra (Oriente, Santiago). Esta última es la Cuba inquieta, la Cuba de la tierra alta y del mar abisal (hay en efecto una hoya cuyo nombre no he retenido, que es uno de los grandes abismos oceánicos del mundo). ([Al margen:] Hoya de Oriente o Batle.) Al cubano no le gusta viajar; está retenido por su luz (recuerdo de Dador el “Himno para la luz nuestra”). Lamenta cierta progresiva desvinculación de lo español. La raíz de Lezama es lo criollo.



Habla de la Revolución, del paso de Cuba de la abundancia a la pobreza. Habla con alguna ironía del comunismo y de la dialéctica, pero reconoce que hubo en Cuba un hecho revolucionario auténtico: el pueblo alzado. Como en la Comuna -dice- o el Dos de Mayo. Lo dice como si un alzamiento de esa naturaleza no diera opción. Pero está en contra del cliché “una revolución sonriente”. Ha habido y hay padecimiento, privación, hambre. Este país -dice- necesita diálogo, un diálogo abierto, donde no se imponga a nadie de antemano ser “adherente”. Se habló de la gravitación de Cuba en la actualidad, de lo que para nosotros, desde fuera, representa el hecho de ser cubano hoy.



Lo reconoce: dice que él, desde dentro, no puede eludir la crítica. Vuelve a decir que es necesario mantener la posición del intelectual como creador de valores. Insiste en la necesidad de diálogo: no cree que el Congreso sea esa posibilidad de diálogo que Cuba necesita. Menciona con reticencia a Sartre y a su “más o menos de dialéctica”. Aparecen en la conversación el tema de los campos de concentración y algunas personas idas. Habla de Lydia Cabrera. (Mujer del siglo XVIII. La compara con la traductora de Newton, después enamorada de Voltaire.) Evoca el paso de Juan Ramón Jiménez y el de Cernuda. Habla de María. Toco el tema del sistema poético. Le interesa especialmente; lo considera parte central de su obra y quiere fundirlo con la novela (“ese galope sin espuelas”) en el Inferno.



Quedo en volver. Los martes y los viernes, por la tarde, está ocupado por la vacuna contra el asma. Salimos. Ceno algo en el hotel y voy con todo el grupo a un bembé en Guanabacoa. Visitamos primero, en una hermosa casa colonial, cuyos salones están presididos por uno de los ocho retratos que Madrazo hizo de Isabel II, el museo de etnología. Están representados los tres grupos de religiones africanas: ñáñigos, yorubas o santeros y palo. La voz de dios encarnada en un pez que la hija del rey (virgen) coge en su cántara en el río. El rey tiene que procesar a su hija y decapitar al pez. Con la piel de ese pez se hace el primer tambor. El ruido del fundamento. La posesión del iniciado por el ruido del tambor, por el ruido del fundamento que ya nunca lo abandona. Es una religión de exaltación de lo masculino, probablemente muy vinculada al machismo cubano.



Entre los santeros, los mitos yorubas y los santos católicos se funden. San Lázaro (Babalú-ayé), santa Bárbara (Shangó). Hay uno de los orishas, cuyo atributo es el color blanco, que protege a los homosexuales.



Asistimos al bembé desde las nueve a la una de la madrugada. Es la fiesta de san Lázaro. Sanlaó, eh, eh, eh, Sanlaó (san Lázaro viene limpiando).



Lo más interesante es la escena sacrificial con tambores, canto y baile. Degüellan un carnero, diecisiete guineas y bastantes gallos y palomas. Todo es para que coma el santo. Las plumas de los animales se reparten como amuleto. El rito es yoruba. Luego hay un ritual de palo monte en otra habitación. Aquí no todo el ritual es en lenguas (como ellos dicen), sino en español. Cantan, entre otras cosas, una especie de larga salmodia que suena a veces como la entrada de la copla en el cante: Vamos a examinar / Vamos a examinar / [...] / Vamos a rezar / Vamos a rezar [...] / Vamos a lambar / Vamos a lambar [...]



La letanía habla de muchas cosas que no entiendo bien. Hay una mención a Quintín Banderas. Arcadio explica después que Banderas tenía la “prenda” porque era creyente y que la repartió con Maceo que no creía. Arcadio es depositario de una prenda, símbolo de autoridad religiosa. La casa en que estamos es la suya y es además la sede del grupo. A las doce hay un rito ante la imagen católica de san Lázaro.

17 de diciembre de 1967. Hoy me quedo en el hotel. Necesito leer, dormir, estar solo.

21 de julio de 1968. Ayer llegué a Washington. Hoy he visitado la National Gallery. Qué fabulosa Marquesa de Montejos. Me impresionaron mucho los Tintoretto: El verano (1555) -mujer, espigas, loro- y Cristo en el mar de Galilea (hace pensar tan directamente en el Greco). Espléndidos el San Mauricio, el San Ildefonso y el Laoconte. El museo es muy rico en pintura italiana. Están muy bien representados los impresionistas (la Niña con una regadera, de Renoir). Volveré.



El Capitolio está atiborrado de alucinantes estatuas frígidas.

(En la National Gallery hay una hermosísima Santa Lucía de Zurbarán.)

La ciudad es despejada y tranquila. Muy abierta. Por la noche termino de leer Cien años de soledad: imaginación y lenguaje de primera calidad. El libro es un círculo de tiempo perpetuo lloviendo sobre sí mismo. Desde Pedro Páramo no había leído nada en castellano concebido con tan penetrante imaginación honda.

La infelicidad de mi familia

10 de septiembre de 1971. La escritura no es un acto, es un estado. La poesía es una práctica o una experiencia no agotada en su sola naturaleza verbal (o en su solo residuo o resultado verbal).

19 de diciembre de 1980. La infelicidad de mi familia me produce angustia. ¿Hice yo todo lo necesario para que ellos fueran felices?

25 de abril de 1981. Biografías.

A Manuel Luis Acuña.

En el café Moderno, sito en la llamada calle del Progreso, esquina a la Alameda, había una gran concurrencia de público rural los días de feria. Esto debía de acaecer muy poco antes -o incluso muy poco después- de aquel Alzamiento tan infaustamente memorable. En el café había cupletista. Cuando el ardor del espectáculo tocaba ya su clímax, la clientela, golpeando rítmicamente el mármol de las mesas con las cucharillas de café, gritaba de este modo: “-¡Que enseñe as tetas! ¡Que enseñe as tetas!”- El propietario del café o el director del espectáculo, quién sabe, alguien de extremada finura en todo caso, solía calmar la pertinaz demanda de la pana labriega con estas aladas palabras: “-¡Cultura, señores, cultura! ¡Ya lo enseñará todo, ya lo enseñará todo!”. Qué formidable materia de ministro.

21 de junio de 1983. Poema corto y poema breve: no hay que confundir la duración con la extensión. Un haiku es un poema breve de larga, a veces enorme, duración. Hay poemas extensos cuya duración es manifiestamente escasa. Ver Bécquer, en los umbrales de la modernidad. (Ver atrás, 11 de agosto de 1981.)



“El arte puede ser muy rápido, a condición de que sea muy lento” (Juan Ramón Jiménez, La colina de los chopos, p. 71.)

18 de julio de 1986. Tiene uno la vaga impresión de que en España se asiste a este cincuentenario como a entierro de pariente pobre o poco conocido.

28 de febrero de 1987. Hay una poesía-pensamiento a la que termina por derivar el pensamiento -la razón- desasistido al cabo de sí mismo. Novalis, Hölderlin, Leopardi.

París, 29 de octubre de 1989. Bram van Velde (1895-1981): “Je peins l'impossibilité de peindre” [Pinto la imposibilidad de pintar.]

(Hoy, en el Beaubourg, la imagen de Antonio reapareció con terrible intensidad.)

27 de diciembre de 1989. [...] En el ejemplar de Shoah, de Claude Lanzmann, que me regaló, había él escrito: “Para mi padre al que tanto quiero. Su hijo Antonio. Ginebra, 30 de julio de 1986”. Releo ahora esa dedicatoria.

5 de enero de 1990. Empieza un nuevo año -¿nuevo?- marcado duramente por la pérdida de Antonio.

15 de enero de 1990. Otra vez en Ginebra. Antonio no está. Yo no tengo aquí quien me espere.

28 de febrero de 1990. Hoy, hacia la una y media, recogí las cenizas de Antonio en Saint Georges. Caía una lluvia menuda y fría. Volví a sentir un intensísimo dolor. Hace ocho meses exactos de su muerte.

1 de mayo de 1991. Hoy es el cumpleaños de Antonio. May Day. Nació en Oxford, en 1957. Habría cumplido ahora 34 años. Al amanecer del día en que él nació, un coro de niños sube a cantar a las torres del Magdalen College, para saludar la luz de la primavera. Él está ahora -siempre vivo para mí- solo en su noche.

28 de junio de 1991. Segundo aniversario de Antonio. Estoy en Ginebra. Este sueño, que acabo de soñar y en cuyo tenue borde te hiciste no visible, limita con la nada.

29 de julio de 1991. Sólo se regenera -¿resucita?- como inalcanzable lo que está siempre más allá de lo alcanzado. Lo demás muere. Tal es el fundamento del deseo.

24 de mayo de 1992. Estoy en París desde el día 9. Coral vino de Ginebra para reunirse conmigo ese fin de semana. Ahora han estado aquí mi hermano Manolo y su mujer Gabriela. Coral ha vuelto. Cena en la Closerie des Lilas. Domingo noche: todos se han ido. Amé a Coral como si no la hubiera tenido nunca. -Fue un fin de semana muy bonito, dijo, ya al lado del tren de regreso. Sí, fue hermoso, hondo, el reencuentro. Su sonrisa, su cuerpo, la proximidad de su boca y de su hálito -de su espíritu, de la cálida humedad de su espíritu-, disuelven los fantasmas. Coral, si alguna vez lees esta página, cuando yo ya no esté, sabe que te quiero.

María Zambrano y Lola Flores

17 de mayo de 1995. Boleros y distancia. Hace algunos años, cuando ambos vivíamos en Ginebra, se le ocurrió a un periodista de aquel entonces comparar a María Zambrano con Lola Flores. La pensadora se sintió gravemente ofendida. Para mi personal asombro, indicó que como referencia femenina sólo admitía a Marilyn Monroe. En lo filosófico hubiera querido ser, dijo, Simone Weil [...]. Lola Flores, por su parte, nunca puso como referencia posible a María Zambrano, a la que, sin duda, desconocía. Leí una vez que hubiera querido ser Irene Papas y, en otra ocasión, Ana Magnani. Qué reveladoras medidas, en ambos casos, de la irremediable lejanía de lo nunca posible. (17 de mayo de 1995, día del entierro de Lola Flores.)

19 de noviembre de 1995. José María Sicilia. Hoy lo visitamos (Coral y yo) en su estudio, a pocos metros de nuestra casa, en la Impasse du Mont Tonnerre, 11. La cera. Colmena. La tradición de las abejas en poesía (Virgilio). Las capas de cera sobre el texto; a veces, sólo queda el vacío de éste; el texto está allí por ausencia. Ver si hay algo sobre el tema en Juan de la Cruz. El poema de fondo es el manuscrito de Sanlúcar. Página por página. La visión de las ceras exige la luz, la transparencia. Un elemento ajeno a ellas, que las hace existir. Existen en la luz.

Poemas

6 de febrero de 1997

En medio de la inmensa extensión

[de la nieve,

cercada por su luz,

una huella.

Una sola.

Un pie.

¿Adónde?

¿Señal de la absoluta progresión

[a lo alto?

(La huella)

Aix-en-Provence

Almería, 29 de septiembre de 1991

Otoño.

Llegó, súbito, el frío, corroído a su vez por la lenta progresión terminal de las arenas. Quedaba atrás el cielo anegado del sur, ciudad perdida, rota, que ya nunca jamás será soñada.