Manuel Chaves Nogales
Esta biografía escrita por María Isabel Cintas supone un paso más en la ya irreversible recuperación de la figura y obra de Chaves Nogales, y ayuda, si no a despejar todos los interrogantes, sí a delimitar lo que podemos saber de él.
Baroja, en efecto, lo recordaba en su momento de plenitud profesional, cuando el sevillano era subdirector y artífice del diario moderado "Ahora", en tiempos de la República. Vivía entonces -estos detalles no se le escapaban al escritor vasco - en un espléndido piso sito en la planta alta del edificio donde se ubicaba la redacción del periódico, en la madrileña Cuesta de San Vicente, con espléndidas vistas al Campo del Moro… "Yo tengo la impresión de que todo esto es pasajero. Nosotros acabaremos en una buhardilla pobre de una callejuela de París", le dijo en esa ocasión Chaves a Baroja. El gran periodista y escritor intuía ya el desplome de la República y la suerte que correspondería a quienes, como él, se habían esforzado siempre en distanciarse de los dos bandos a punto de enfrentarse en el campo de batalla.
Chaves era, como dejó dicho en el prólogo de A sangre y fuego, su colección de novelas cortas sobre la Guerra Civil, "un pequeño-burgués liberal", y había dado sobrados motivos, en su trayectoria profesional, para enajenarse las simpatías de ambos bandos. Antes de que André Gide entonara la palinodia respecto al comunismo en su famoso Regreso de la URSS, en 1936, ya Chaves Nogales había denunciado la verdadera naturaleza del régimen soviético en sus libros Lo que queda del imperio de los zares (1931) y El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934); y lo había hecho, no desde una perspectiva reaccionaria, sino desde el punto de vista de un intelectual liberal, que también había sabido entrever y condenar a tiempo los horrores de las dictaduras nazi y fascista. Fue esa ecuanimidad, y la plasmación de la misma en el ya mencionado libro de relatos sobre la Guerra Civil, lo que elogió Trapiello en las páginas que dedicó al sevillano en 1994, cuando la recuperación y puesta en valor de la obra del sevillano acababa de iniciarse.
Sobre el medio siglo de silencio y olvido que media entre los dos testimonios citados trata de alzarse la biografía de Chaves Nogales que acaba de publicar su estudiosa y editora María Isabel Cintas Guillén. Medio siglo es demasiado tiempo y, a la vez, ante determinadas cuestiones de la consideración humana y mundana, demasiado poco. Y por eso uno de los rasgos más estimables de este trabajo, que ha merecido el premio Domínguez Ortiz de Biografías 2011, es la honestidad con la que su autora declara, al comienzo del mismo, su propósito de atenerse a la "biografía profesional" de su objeto de estudio; para concluir, en un "Epílogo" que no dejará de emocionar a los amantes de la peripecia erudita, con una sincera confesión de… ¿impotencia? No exactamente, a la vista de lo logrado, pero sí de cierta íntima insatisfacción de la autora al no haber podido traspasar la barrera de la fría biografía profesional e intelectual para llegar al Chaves "íntimo y personal". "Siempre se me escapaba", declara. "Y, además, siempre llegaba tarde". Refiriéndose, con esta última afirmación, a la imposibilidad de concertar una entrevista con la enigmática Frances Kaye, la que fue secretaria y compañera del periodista sevillano en su exilio londinense, y a la que le tocó asistirlo en la enfermedad que lo llevó a la muerte. Kaye murió poco antes de que la autora de esta biografía lograra localizarla, y con ella se llevó lo que parece ser la clave de la distanciada relación de la familia del periodista con el marido y padre muerto en el exilio. En el último párrafo de esta biografía, la autora declara su deseo de que su trabajo haya servido para aclarar "los comportamientos que no se pudieron explicar en su momento", y cuyo fundamento no es otro que las dificultades con las que un hombre de las características de Chaves encaraba el futuro en la Europa convulsa de la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de estas consideraciones humanas, la biografía de Cintas Guillén ofrece al lector un detallado itinerario de la peripecia profesional y literaria de Chaves Nogales; y, como fondo de la misma, un documentado panorama de las circunstancias en que discurrió el periodismo español desde los últimos años del degradado parlamentarismo canovista hasta el estallido de la Guerra Civil, pasando por la Dictadura de Primo de Rivera y los años republicanos. En este tiempo de cambio, fue Chaves un periodista "moderno", al que adivinamos contagiado de ese afán de novedad, aventura y experimentación que caracterizó a otras muchas figuras señeras del periodo. A Chaves le fascinaba, por ejemplo, la aviación, y fue el avión el medio de transporte utilizado para la realización de algunos de sus reportajes más famosos, como el que le llevó a recorrer Europa -incluyendo la Rusia de los soviets- en 1928, o el que hizo sobre la ocupación española de Sidi Ifni. Ese afán de modernidad le hizo también apostar tempranamente por el periodismo gráfico -las fotos son un complemento indispensable de estos reportajes-, y lo convirtió en pieza importante de las empresas periodísticas de espíritu renovador para las que trabajó: el primero "Heraldo" y luego, decisivamente, el diario "Ahora".
No se explica, quizá, en esta biografía de dónde le venía a Chaves la voluntad de estilo que supo infundir a este periodismo "moderno"; sí se cita, en cambio, alguna ocasión en que se negó a participar en debates literarios de altos vuelos. La prosa "cervantina" -a decir de Trapiello- de Chaves, y su ecuánime mirada "galdosiana" sobre tipos y personajes parecen, más bien, producto de una actitud moral, del afán de verdad y precisión que animaba su oficio, y del deseo sincero de no dejarse arrastrar por los recetarios al uso que deparaban los credos ideológicos en liza. El liberal sincero que fue Chaves escribía como el liberal avant la lettre que fue Cervantes y el liberal a trasmano que, en pleno auge teórico del liberalismo decimonónico, fue Galdós.
En ese panorama algo confuso de adscripciones cambiantes, donde los implicados hoy son una cosa y mañana serán otra, no es raro que la autora incurra en algún error: como, por ejemplo, cuando, al hablar de la relación entre Chaves y Edgar Neville, afirma que este último "mantuvo amistad con escritores y periodistas de ideología política diferente a la suya", cuando lo cierto es que, en 1933, año en que se referencia ese comentario, Neville simpatizaba, como Chaves, con el liberalismo republicano, y andaba todavía muy lejos de su posterior adscripción, más o menos forzada por las circunstancias, al ideario franquista.
Pero éste y otros errores menores bien pueden tomarse a beneficio de inventario. Lo cierto es que esta biografía supone un paso más en la ya irreversible recuperación de la figura y obra de Manuel Chaves Nogales, y ayuda, si no a despejar todos los interrogantes que una y otra suscitan, sí a delimitar claramente lo que, a estas alturas, podemos y debemos saber de él.