La historietista Mireia Pérez en la exposición que la Fnac Castellana le dedica a La muchacha salvaje.
Los orígenes de esta artista, los de su carrera, se remontan a la infancia. Reposaban en su casa los ejemplares de Mafalda que leía su madre y cayeron en sus manos números de Super Humor y de El Jueves. "Empecé leyendo tebeos que igual no eran ni para gente de mi edad, mi familia no se daba cuenta de que los estaba devorando", comienza recordando mientras contempla, fascinada, lo bien que ha quedado la exposición sobre el proceso de creación de su libro en la nueva Fnac de la Castellana. Con la adolescencia llegaron el manga y luego el cómic europeo, el independiente americano, el primer dibujo publicado en un blog... y llegó Angoulême. Se fue a la ciudad del cómic y volvió contaminada de todo tipo de "historias marcianas", decidida a convertirse en dibujante de verdad.
El Premio de Cómic fue el detonante para zambullirse en una novela gráfica con principio nudo y desenlace. Se acababa de quedar en paro y fue el momento oportuno para hacer cosas. Presentó un proyecto basado en una historieta que había dibujado de forma muy espontánea, inspirada los dibujos de la francesa Stéphane Blanquet, y que amplió y modificó a lo largo de varias páginas. "Cuando me dijeron que había ganado no me lo creía", celebra aún hoy.
Muy influenciada por Joann Sfar, la autora ha salido airosa del desafío hallando una narrativa propia que ya se apreciaba en trabajos más pequeños como Chica y monstruo o las habituales viñetas de su blog. La historia emana frescura y verdad, por eso todo es natural y ameno en La muchacha salvaje, libro que combina las aventuras de una chica rebelde en la Prehistoria con la introspección y la tendencia contemplativa de la que la ha dotado la autora. A lo largo de sus páginas, prosigue Mireia, no solo está la impronta de sus referentes en cómic (de Peter Bagge a Mortadelo, además de los ya mencionados), también figuran influencias del mundo de las bellas artes, del cine y de la literatura. De dónde procedan es lo de menos:
- Cuando leo un tebeo no me fijo de dónde viene sino en el dibujo, a menos arquetípico sea en relación con su procedencia, mejor. A muchos autores clásicos europeos los he descubierto muy tarde, como a Hergè. No tengo una preferencia entre el cómic americano o el europeo, aunque me fijo más cuando sé que algo es de aquí.
Páginas de La muchacha salvaje
De vuelta al proceso de creación, comenta la dibujante que la mayor dificultad la halló en el guión, a la hora de encontrar "la piedra angular" de la que debe partir la historia: "Es fundamental entender lo que estás contando y por qué lo cuentas. Solo empezar ya es la mitad del trabajo y eso es lo que más me ha costado", explica. También tuvo facilidades: es rápida y, si está concentrada, es capaz de alumbrar siete páginas en un día. Disfrutó poniendo color, algo en lo que no ha escatimado, aunque curiosamente de pequeña odiaba colorear: "Le pedía a mi madre que lo hiciera por mí. En cambio para mí hoy si un dibujo no está coloreado no está terminado. Hay que matizar y profundizar mucho", señala.
Pero, más allá de la trama, de la estructura y del estilo, ¿qué ha querido contar la autora?
- Supongo que pienso mucho en dar explicación a por qué hacemos las cosas ahora, por qué son de esa manera y no de otra. Imagino cómo sería nuestra verdadera naturaleza en los orígenes, llevamos 50.000 años siendo homo sapiens y no hemos cambiado en casi nada. Con lo que sé y con lo que he leído he tratado de imaginar cómo sería el mundo entonces, ¿por qué empezamos a cazar? ¿Por qué se produce un cambio? ¿Qué papel tenía la mujer en la Prehistoria? Esto último, sobre todo, da mucho juego, eso de imaginarme dónde empezaban y dónde acababan sus tareas. Me encanta creer que este matriarcado dictatorial que me he inventado en La muchacha salvaje haya podido existir, igual que me gustaría que hubieran existido las historias de Lovecraft.
Además de reinventar los orígenes del hombre en una pequeña historia, Mireia añade un punto de vista eminentemente femenino y también feminista a su libro. Acostumbrada a dibujar mujeres y a escribir sobre ellas, se ha esforzado en esta ocasión en desarrollar también los personajes masculinos, pero el peso del libro lo lleva la protagonista: "Es feminista en el sentido de que todo lo que se hace ahora que sitúe a la mujer en un punto de igualdad o que pretenda dar otro punto de vista ya tiene una aplicación feminista. El feminismo tiene una función determinada y llegará un momento en que no haga falta. No es que mi libro sea feminista a conciencia, pero lo es, como lo es todo, porque nos han educado como feministas". En este sentido, la muchacha es libre en todo momento, quebranta la voluntad de su padre, abandona a los que se cruzan en su camino, permanece curiosa. Y muda, porque su estado es contemplativo. Eso de momento, en los próximos volúmenes no se sabe qué pasará:
- Habrá bastante acción, conoceremos mejor a los personajes secundarios...
Aún no se ha puesto con ello, pero después de descubrir que ha sido capaz de hacerlo y de recibir las primeras críticas -que han sido constructivas y que la invitan a seguir avanzando- quiere escribir y dibujar todo tipo de cosas. ¿Y qué aportará a la historieta en España el nombre de Mireia Pérez en lo venidero? La autora responde:
- No sé si mi tebeo rompe esquemas, porque es mío y para mí es algo natural, no concebía otra manera de hacerlo. Pero ahora se hacen en España cosas muy rompedoras en cómic, literatura, cine... en mi caso, yo quería hacer un tebeo que es fantasía pero que es mucho más real que otras cosas que leo, quería contarlo de una forma natural, divertida, que apeteciera leer, no quería crear un universo muy complicado. Esa naturalidad se está dando en muchos campos gracias a muchos factores. Por ejemplo, la presencia de mujeres creadoras o el bagaje cultural que nos da internet y que yo nunca habría tenido hace 50 años. De momento quiero mantener la calma, pensar bien, seguir aprendiendo. Todo me apetece.