La poeta Francisca Aguirre. Foto: Wordpress



Son las 10 de la mañana y suena el teléfono en casa de Francisca Aguirre. La poeta lo coge y la voz al otro lado del aparato se identifica como Ángeles González Sinde, ministra de Cultura. "Oiga, no son horas de cuchufletas", espeta Aguirre antes de comprobar que ha metido la pata y que su interlocutora es, efectivamente, la ministra, que le llama para comunicarle que ha resultado ganadora del Premio Nacional de Poesía. "Me he llevado una gran alegría después de comprobar que no era una broma. Para mí es estupendo pertenecer a esa familia de premios Nacionales que tiene a poetas tan importantes", declara la alicantina entre el ajetreo de llamadas y felicitaciones.



Aguirre ha merecido este galardón dotado con 20.000 euros por su libro Historia de una anatomía (Hiperión, 2010), libro concebido como un extenso autorretrato a través del cuerpo humano. Así lo define la autora: "Se separa un poco de lo que he venido haciendo, es la historia de mis huesos, son mis radiografías. Nuestras venas son los ríos que, en fin, van a dar a la mar. En este poemario empleé el humor negro para reírme de algunas cosas serias y para tomármelas con ligereza. Cuando recibí el Miguel Hernández me alegré mucho porque admiro al poeta y porque me lo dieron por un libro que dediqué a mi padre. Y en este que acaban de premiar hay una serie de datos biográficos en los que también esbozo quién fue él, mi padre, así que es un doble homenaje", comenta la autora, quien recuerda que este tributo a su progenitor -al que mataron en la guerra, "como a Miguel Hernández"- tiene también mucho de memoria histórica, binomio del que ella es gran defensora: "No se pueden olvidar el pasado ni los errores. En ese sentido el libro tiene también un toque moral, porque hay cosas que no se pueden eludir y que, si se eluden, se está corriendo un riesgo gravísimo".



Despojado de metáforas, en el poemario galardonado la poeta se refugió, continúa, en el oxímoron: "O sea, en decir que lo blanco es negro", sentencia esta escritora tardía, pues no consideró que su poesía era publicable hasta bien entrada en la edad adulta. "Por razones de edad debería pertenecer a la generación de los sesenta, pero tardé mucho en conformarme con lo que escribía, porque siempre me parecía que adolecía de alguna falta. Por eso soy una desfasada generacional", bromea Aguirre, casada con el también poeta Félix Grande. Además de su marido ("muy exigente con él mismo y con todos los demás", dice Aguirre), fue Cavafis quien le animó a mostrar sus letras, hoy traducidas a varios idiomas, al resto del mundo: "Estaba leyendo su poema Esperando a los bárbaros y me dije, madre mía, yo quiero ir por ahí. Tener un título de ama de casa y de trabajadora incansable ya no era suficiente", rememora.



A pesar de su demora para salir a la luz, la Premio Nacional llevaba escribiendo desde los 15 años, aunque se deshizo de toda su producción juvenil tras leer a Cavafis y también a Rilke, en los tiempos en los que acudía al Ateneo con gente como Antonio Gala: "Cogí las tres carpetas que tenía, las llevé a un horno de pan y las quemé", se ríe hoy. Seis años después alumbró Ítaca, su primer poemario, y desde entonces ha mantenido un ritmo sosegado a la hora de publicar, con una media de tres años entre libro y libro. Al hilo, resuelve: "No se pueden hacer las cosas de forma apresurada ni te puedes conformar. Como me decía Luis Rosales, hay dos tipos de poetas, los que se conforman y los que no". Ese camino pausado lo inició Aguirre mirándose a sí misma para luego tratar de ampliar su mirada hacia fuera. "Después de Ítaca, libro que es la mujer y su circunstancia, me convencí de que tenía que salir de esa puñetera isla. Con Los 300 escalones me atreví a tocar por primera vez la infancia. Y luego he ido echando mano de lo vivido y lo soñado", enumera para resumir su trayectoria.



Madre también de otra poeta, la escritora confiesa que hoy las nuevas voces de la poesía conforman un buen panorama. "Voy de los unos a los otros. Ya no es tan joven pero Olvido García Valdés es una poeta impresionante. Y leo a Julieta Valero, Marta Agudo, Adita Salas, Juan Carlos Mestre... Sí, el nivel es hoy muy bueno".



Francisca Aguirre ha publicado, entre otros, el poemario La otra música, el libro de relatos Que planche Rosa Luxemburgo (Premio Galiana, 1994) y el libro de recuerdos Espejito, espejito. Ha sido galardonada con el premio de poesía Leopoldo Panero por su libro Ítaca; el premio Ciudad de Irún por la obra Los trescientos escalones; el premio Esquio por su libro de poemas Ensayo General; el premio María Isabel Fernández Simal por su poemario Pavana del desasosiego; y el premio Ciudad de Valencia de la Institución Alfonso El Magnánimo por su libro de poemas Nanas para dormir desperdicios. Sus obras han sido traducidas al valenciano, inglés, francés, italiano, portugués y árabe.



El jurado que ha fallado hoy este galardón ha estado presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, y formado, entre otros, por Soledad Puértolas, Manuel Rivas, Paula Izquierdo, Jon Kortazar, Juan Carlos Pérez Mestre, ganador en la edición de 2009, y Teresa Martín Peces. La pasada edición el Premio recayó en el poeta canario José María Millares quien ganó el galardón póstumamente por su libro Cuadernos 2000-2009.