Alcalá Zamora en un encendido discurso en la Plaza de Toros de Madrid en el año 1931. Foto: Archivo
Los diarios de Niceto Alcalá-Zamora desparecieron en la vorágine envenenada de la Guerra Civil. Y, a finales de los 90 y casi por arte de magia, aparecieron enmarcados en diversos cuadros en las paredes de una casa rural del Burgo de Osma. El itinerario de estos papeles constituye otro despropósito histórico en nuestro país, tan proclive a eludir la responsabilidad sobre su pasado.Ahora, por fin, han tenido un destino apropiado, que es el de que todo españolito los pueda consultar. Las páginas anotadas en caliente, mientras el régimen republicano era despedazado por los extremismos ideológicos, reposan ya en el Archivo Histórico Nacional y la editorial La Esfera de los Libros los ha publicado íntegros en el volumen Asalto a la República. El libro ha sido prologado por Juan Pablo Fusi y de su edición se ha ocupado Jorge Fernández-Coppel, hombre clave en la recuperación de los archivos (hizo de cebo en una ficticia operación de compra venta urdida por la Guardia Civil).
Las anotaciones van desde el 1 de enero y el 8 de abril, el día siguiente a que la casi totalidad del Parlamento votó a favor de su destitución. "Fue un golpe de Estado parlamentario", afirma categóricamente su nieto, José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano. La confluencia de tales apellidos, de tanta resonancia historiográfica, se deben al matrimonio de la hija del presidente republicano con el hijo de del capitán sublevado en el 36. Tras pleitos, intentos de chantaje, forcejeos con funcionarios ministeriales, ha conseguido tener acceso a los escritos de su abuelo. "He conseguido cumplir una de mis misiones en la vida. Ahora descanso más tranquilo", dice con alivio.
Descansa tranquilo porque la voz de su antepasado ahora se puede oír sin intermediarios. "Es alguien que ha tenido muy mala prensa. Su apuesta por la moderación y la ponderación en medio de extremistas le hizo salir muy mal parado". Cree que ha sido víctima de "un cerco de silencio" que muchos, de los dos bandos, han contribuido a alzarlo y consolidarlo. Alcalá-Zamora ya publicó unas memorias, escritas a salto de mata en cualquier papel que encontraba a mano durante el exilio. Vieron la luz en 1977, pero la inmediatez en la redacción de los diarios con los hechos narrados le dan un valor superior, por la sinceridad del que escribe a la carrera (posible razón también de su enrevesada sintaxis), sin la perspectiva que da el tiempo.
Sus enemigos fueron variados y todos de gran talla. Gil Robles, fundador de la CEDA; Lerroux, tres veces jefe del gobierno entre 1933 y 1935; Indalecio Prieto, líder socialista que ocupó varias carteras ministeriales... Pero quizá las críticas más significativas del diario se concentran sobre la figura de Manuel Azaña. "Conozco lo bastante a Azaña, cuyos principales defectos [...] son la satánica soberbia, y como complacida expresión de esta, una insuperable descortesía", dice en una de sus entradas.
Entre ambos siempre se posicionó la desconfianza. La de Alcalá-Zamora se fundaba en las veleidades hacia los radicales de izquierda de quien le sucedió en la jefatura del Estado. También lamentó siempre la Ley Electoral que aprobó Azaña en el 31 y que, a pesar de la escasa diferencia en los sufragios entre el Frente Nacional y el Frente Popular, dio una aplastante mayoría en el reparto de escaños a éste. Esa desproporción en las Cortes no se compadecía, en su opinión, con la realidad social del país.
El historiador Andrés de Blas, catedrático de la UNED, cifra la importancia del diario en que sus testimonios desmienten el afán interventor de Alcalá-Zamora en las labores de gobierno, algo de lo que se le ha acusado recurrentemente. "Es que la Constitución del 31 no establecía un régimen parlamentario puro. Su modelo era la de Weimar, que, aunque sin ser presidencialista, daba al presidente de la República amplias competencias". Eso demuestra su "lealtad en el cumplimiento del régimen constitucional" y la atención a sus responsabilidades.
Pero todavía lo demuestra más su negativa rotunda a apoyarse en cierto sector del ejército para recuperar la presidencia tras ser depuesto. La propuesta se la hizo explícita un "coronel del Estado mayor", según reza en sus apuntes. "Él nunca quiso promover una algarada militar. Fue un ejemplo de integridad moral", concluye José Alcalá-Zamora, que ahora se propone recuperar las anotaciones que faltan. Son las que abarcan los años 33, 34 y 35 y que se hallan en paradero desconocido. Sólo hay una pista: Martínez Barrio los utilizó para escribir sus propias memorias. Esperemos que no aparezcan en las paredes de otra casa rural. O sí: porque lo importante e, al fin y al cabo, que aparezcan y estén legible.