Sumario: Lo mejor del año

Si la cosecha poética de 2010 fue "desigual y dispersa", 2011 ha supuesto el regreso gozoso de clásicos del siglo XX tan célebres como Pere Gimferrer, Félix Grande, Sánchez Rosillo y María Victoria Atencia. Sólo Julio Mas Alcaraz, más conocido como traductor que como poeta, rompe con lo previsible.

1.

Rapsodia

Pere Gimferrer

Seix Barral. 96 pp., 16'50 euros

Consciente de que su vida literaria y sentimental "se ha desencuadernado por la mitad", Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) escribió febrilmente Rapsodia en apenas seis días, pensando primero, a comienzos de 2010, que se trataba de un poema breve, y descubriendo después que era uno largo, dividido en varias partes. "Nunca, dijo más tarde, me había ocurrido nada igual". Tras meses de correcciones, que concluyeron en octubre de ese año, Rapsodia mostró al poeta más enamorado y sensual, en el que, sin embargo, el lector encuentra rasgos tan característicos de la obra gimferreriana, como "la maestría rítmica, la exuberancia léxica, las continuas referencias literarias, cinematográficas, musicales o del arte, y, por supuesto, la poderosa imaginación que introduce comparaciones y metáforas que tejen sorprendentes redes de relaciones entre lo nombrado", según subrayó Túa Blesa al reseñar el libro, del que destacó su inteligencia, su pasión y su verdad. Sí, "verdad el amor, verdad la poesía, verdad lo inexplicable y verdad la excelencia poética de Rapsodia".



2.

Biografía

Félix Grande

Galaxia Gutenberg. 496 pp., 19'50 e

Incansable defensor del flamenco, poeta, ensayista y narrador, Félix Grande (Mérida, 1937), reune en esta Biografía (1958-2010) su poesía casi completa, con el añadido de un espléndido poemario inédito, La cabellera de la Shoá, en el que el poeta extremeño, "con cierta dicción bíblica presta su voz, plena de emoción, al horror, al mayor horror de nuestra civilización". Mención especial también merecen, para Blesa, los poemas de "exaltación de la pasión que incluye también la separación final de los amantes", así como Blanco spirituals, libro que "supuso toda una renovación de la temática social o comprometida o moral al integrarla en formas ligadas a las vanguardias además de incluir referencias al jazz o al rock & roll".



3.

El niño que bebió agua de brújula

Julio Mas Alcaraz

Calambur. 119 pp., 17 euros

Este mundo es otro. Fragmentos de lógicas y sueños, El niño que bebió agua de brújula es la ley. Más allá de la irrealidad de Eliot y la rosa de Stein, existe un lugar llamado poesía donde aún es posible la inocencia, enamorarse de un verso. Experimental sin prejuicios, el orden de Mas Alcaraz es desobediencia a lo estipulado: la imaginación salta en mil pedazos cuando la revolución poética estalla. Comienzo de la sinestesia, fin de la metáfora: son cielos cuya agua es aceitosa y mares donde las anclas flotan. Ni una palabra es nuestra. Todas le pertenecen al poeta. Hemos aprendido su idioma para comunicarnos en lenguajes nuevos. Perdamos el miedo a la excelencia. Otra poesía es posible. Otra vida nos espera.



4.

Sueño del origen

Eloy Sánchez Rosillo

Tusquets. Barcelona, 2011. 152 páginas, 14 euros.

Decía hace tiempo Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) que hay que ir por la vida con los ojos bien abiertos, con los oídos y con el corazón, y este Sueño del origen lo confirma. El poeta alcanza ahora un espacio de luminosa serenidad que alcanza dimensión trascendente en un libro cuyos mejores logros "son esos poemas contemplativos de intensa sensorialidad en los que Rosillo es un maestro: el vuelo de golondrinas que nos cose a la vida elemental, el brillo de la lluvia en los naranjos de un huerto", según Díaz de Castro, que también destacó cómo el poeta logra hacer compartible la emoción, gracias "a la precisa sencillez de su palabra".



5.

El umbral

María Victoria Atencia

Pre-textos. Valencia, 2011. 48 páginas, 18 euros.

"Siempre fiel a sí misma, en cada nueva entrega María Victoria Atencia (Málaga, 1931) depura más y más su poesía". Así comenzaba Díaz de Castro la reseña de este libro en el que la autora andaluza nos conduce hacia el territorio de una intimidad que se va matizando poema tras poema, y "que vela lo anecdótico en aras de un misterioso conocer por las palabras que, salvando su vitalidad y su frescura, parece enlazar con otras propuestas contemporáneas". Su exaltado erotismo acaba desembocando en el terreno de un canto espiritual que es, para el crítico, "la clave última de El umbral".