Eva Díaz Pérez

El periodismo no es precisamente una profesión que deje mucho tiempo libre, y eso hace que la última novela de Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971), El sonámbulo de Verdún, resulte aún más ambiciosa de lo que ya es. En ella, la autora se atreve a retratar a una Europa Central en pleno punto de inflexión, la Gran Guerra, la definitiva y traumática entrada del viejo continente en el siglo XX como elefante en cacharrería. Y para ello no ha escatimado en recursos. Juega con diferentes planos del tiempo, con personajes unidos por el azar -motor de la narración- que nunca llegarán a conocerse, con la ficción dentro de la ficción, con la voz de un narrador que interpela al lector, con la fantasmal línea paralela de "lo que pudo haber sido", con la incertidumbre de una bala congelada en el aire, con...



La novela comienza el 12 de junio de 1916, con ese proyectil dirigiéndose a cámara lenta hacia la cabeza de Jaroslav Smoljak, un desertor del imperio austrohúngaro refugiado en las trincheras francesas. A partir de ahí, su historia se irá hilvanando mediante la coincidencia, el recuerdo o la imaginación, con la de tres personajes pertenecientes a épocas distintas, incluyendo una Praga futura.



Muchas son las influencias literarias que han acompañado a la autora por esta travesía hacia el corazón de Europa: "la lucidez de Stefan Zweig, la amargura por el imperio perdido de Josep Roth, la ironía eslava de Jaroslav Hasek, el inquietante mundo de Robert Musil o las pesadillas de Franz Kafka". También el cine es una buena fuente de documentación: Regeneration, de Gillies MacKinnon; La gran ilusión, de Jean Renoir; La vida y nada más o Capitán Conan, de Bertrand Tavernier. "Todas estas referencias las voy publicando en el blog del libro porque me he dado cuenta en las charlas con los lectores que les interesa que les enseñe mi taller, mis armas, mi forma de trabajar".



El sonámulo de Verdún sucede a lo que Díaz llama su "trilogía de la memoria", ambientada en la convulsa España del siglo XX: Memoria de cenizas (2005), Premio Unamuno; Hijos del mediodía (2006), Premio El Público de Narrativa de Canal Sur, y El Club de la Memoria, finalista del Premio Nadal en 2008. "He dado este salto porque quería contar Europa, la Mitteleuropa de Claudio Magris. Aunque he estado bastantes años planificando y escribiendo esta novela, ha salido en una fecha pertinente, ahora que Europa sale todos los días en las noticias y vemos cómo vaga sin rumbo ni certezas. Es interesante explicar la entrada de Europa en la contemporaneidad". Díaz adelanta que ya está trabajando en una segunda novela sobre el tema, aunque desconoce aún si su incursión en tierras centroeuropeas se convertirá en otra trilogía.



"La I Guerra Mundial es el arranque de la Europa de hoy, y a los españoles nos queda lejos porque no participamos en ella y sólo la hemos estudiado de forma superficial", explica Díaz. Sin embargo, asegura que ese episodio, que llevó a la II Guerra Mundial por las heridas que dejó mal cerradas, tiene las claves para entender el siglo XX.



- ¿Cree que habrá a corto plazo otro punto de inflexión de ese calibre en la historia de Europa?

- Esperemos que no. Parece que hemos aprendido a resolver las cosas sin violencia explícita, aunque la violencia de hoy tiene otras formas. Es difícil interpretar tu propia época, pero hay claves que se repiten. Europa está devorándose a sí misma, anda sonámbula y vagando sin rumbo porque se ha abandonado a las lógicas del mercado. Ha olvidado su historia. Es un memoricidio.



- ¿Estamos lejos entonces de volver a esa "amable seguridad" del XIX?

- Jamás volveremos a ella. Aunque cuando estudias el sistema de alianzas de ese siglo ves que no era un tiempo tan perfecto. Era un castillo construido con piezas perversas que no tenía más remedio que derrumbarse. Cuando estalló la Gran Guerra, parecía que todos lo estaban deseando. La gente lo celebraba en las calles, creyendo que sería cosa de unos meses y que estarían en casa por Navidad.



- El protagonista de su novela es un desertor. ¿Hubo muchos en la I Guerra Mundial?

- Sí. Fue la primera guerra moderna, se empezó a ensayar el armamento moderno, incluso armas químicas, la guerra de trincheras... Esto convirtió a la guerra en algo aún más macabro. A este contexto hay que unir que el Imperio Austro-Húngaro era un imperio creado sobre la falsedad, era como un monstruo cosido con remiendos, porque tenía muchos problemas nacionalistas. Con todo esto, no es de extrañar que muchos soldados checoslovacos se negaran a dar la cara por una nación en la que no creían. El hecho de pasarse al bando aliado les permitió además construir el Estado checo tras la guerra.



- ¿Llama a su personaje "sonámbulo" por el trauma de la guerra o por su capacidad para soñar despierto?

- Un poco por las dos cosas. Aquel conflicto volvió locos a muchos soldados y estrategas, que tenían en mente otras guerras como la franco-prusiana, cuando todo se decidía en el campo de batalla. Los soldados convivían con la muerte de forma cotidiana, la esperaban en la trinchera o asaltaban de forma suicida las posiciones enemigas para morir en combates cuerpo a cuerpo. Fue una auténtica carnicería.



- El azar juega un papel fundamental a la hora de armar el puzle que es la obra.

- Sí, el azar es clave en la novela y se plantea como un juego narrativo. Es como tirar los dados, porque no sabes dónde te espera la muerte. Eso determina la historia de los cuatro personajes, de distintas épocas, que no llegan a conocerse pero el lector sí sabe cuál es la conexión entre ellos. Utilizo además la literatura como alternativa de posibilidad biográfica, con constantes laberintos y caminos que se bifurcan.



- En El Club de la Memoria también entrelazaba épocas diferentes. ¿Se ha convertido en una seña de su estilo?

- Sí, me gusta jugar con dos tiempos porque el pasado tiene continuidad en el presente. Cuando paseo por las grandes ciudades puedo sentir la fatiga de la historia. Hay muchas cosas crueles del pasado que siguen determinándonos y me gusta abrir esa puerta. Yo lo llamo "cronomaquia", la batalla entre dos tiempos.



- Sintetizar gran parte del siglo XX en un libro a través de ese juego con el tiempo es un proyecto ambicioso. ¿Cuánto tiempo le ha llevado escribir El sonámbulo de Verdún?

- En enfrentarme a la escritura, cuatro años. Pero llavaba mucho tiempo recopilando información. Yo no entiendo una novela histórica sin una documentación concienzuda, sólo con dos lecturas y cuatro clichés. La inmersión en ese tiempo y ese conflicto me llevó muchísimo tiempo, he llegado a extremos como conocer estrategias militares y uniformes con todo detalle. Luego no aparecen en la novela, pero yo necesitaba conocerlo para escribirla. He intentado ser ambiciosa con mucho riesgo, y lo asumo para bien o para mal, aunque en este país no se premie el riesgo. Los autores jóvenes tenemos que ser audaces por que si no esto es un aburrimiento.