De Castro y Benavent en una escena de la obra

De las quince escenas que componen Luces de bohemia es en la del Café Colón donde Max Estrella tiene su encuentro con Rubén Darío, a quien considera mayor en prez que a sí mismo y, por eso, es el único personaje de la obra que sale bien parado junto con el Marqués de Bradomín. Poca piedad tiene Valle-Inclán con el resto de los 48 personajes que hace desfilar en este viaje al fin de la noche madrileña que es Luces de bohemia. Un viaje que concentra la peripecia vital y literaria de Valle como ninguna otra de sus obras y con la que da el salto definitivo al expresionismo a su manera: el esperpento. De la mano del poeta ciego Max Estrella (alter ego de Valle) y de su acompañante Latino, conocemos un universo de canallas, literatos y políticos que reflejan la dificultad del artista para prosperar en nuestro país.



Estrenada en 1970, casi sesenta años después de que fuera escrita, Luces de bohemia es hoy aupada al primer puesto de la lista de las grandes obras del teatro español del siglo XX. Su único rival, García Lorca, con La casa de Bernarda Alba. Así lo cree el catedrático Andrés Amorós y colaborador de Lluís Pasqual en el espectáculo que éste dirigió para el Centro Dramático Nacional (CDN) en 1984. "Para mí Valle es el Shakespeare español mientras Lorca sería el Chejov. Lo genial de Luces, desde mi punto de vista, es que mantiene un magnífico equilibrio entre la sátira y la elegía. Valle hace caricatura, esperpento, pero a la vez hay un elemento serio, melancólico y sentimental". Y añade Amorós que no hay que olvidar el madrileñismo que tiñe la obra, el casticismo que Valle estiliza y que le lleva a afirmar que "como autor está más cerca de Arniches que de Benavente".



MAX Y LATINO MAS JÓVENES

El equilibrio entre tragedia y farsa también marca los límites de la obra que levanta Lluís Homar ahora para el CDN. Una de las primeras sorpresas de esta nueva producción es la figura de un responsable de la dramaturgia, Xavier Albertí. ¿Necesita el texto de una mano literaria que la acerque a nuestro tiempo? Homar aclara este aspecto: "El texto se mantiene intacto, creo que hemos suprimido tres frases. La labor de Albertí es la de acompañar al director para alumbrarle en lo que Valle pretende, para velar por el concepto de la puesta en escena y darle coherencia". Forjado en el Teatre Lliure de Barcelona, Homar ha frecuentado poco a Valle, participó como actor en el montaje de Tirano Banderas que también hizo Pasqual en el CDN, pero no duda en afirmar que estamos "ante el gran texto del teatro español del siglo XX. Hasta que no escribe esta pieza, el mismo Valle había definido sus obras anteriores como musiquilla de violín".



El televisivo Gonzalo de Castro, en el papel de Max Estrella, y Enric Benavent, en el de Latino, encabezan el reparto. "Hemos rebajado la edad de los protagonistas. Siempre se cree que estos deben ser dos ancianos, pero Valle se inspiró en el bohemio Alejandro Sawa para crear a Max y Sawa murió a los 49 años, la misma edad que tiene De Castro". Otro aspecto importante de esta producción es la caracterización, para la que se ha contado con la especialista francesa Cécile Kretschmar: "En la obra desfilan 50 personajes, pero solo hay 17 actores que deben triplicarse en sus papeles".



Ha escrito Umbral en esa declaración de admiración de un maestro a otro que es Los botines blancos de piqué que a Valle "el teatro le enseña a hacer novelas de capítulos muy cortos y muy plásticos, muy dialogados. Y la novela le enseña a hacer un teatro muy bien escrito, nada de Linares Rivas y todo eso. Hay que cuidar el texto teatral como el texto literario, y no abandonar nada al efectismo escénico". Pues bien, a eso parece haberse aplicado Homar cuando afirma que "el texto es una partitura, es un lenguaje rico pero de una estilización tan acentuada que entraña una gran dificultad para el actor. Ahora, también es un regalo. Nuestro espectáculo preserva básicamente la palabra de Valle, vamos a la máxima desnudez". Su licencia ha sido situar la obra en un teatro vacío y echar mano de la música original también de Albertí para las transiciones de las escenas.



LUCES Y LA CENSURA

Uno de los montajes más celebrados de Luces... fue el de Lluís Pasqual, que lo estrenó en París para recordar precisamente que allí fue donde se hizo por primera vez esta obra, en 1963, dirigida por George Wilson en el teatro de Jean Vilar. En nuestro país la obra era víctima de la censura, como ha estudiado la investigadora del Centro de Documentación Teatral Berta Muñoz Caliz. A finales de los años 50, el grupo Escena Teatro de Ensayo intentó representarla en La Comedia de Madrid, pero los censores encontraron que "muchos y algunos de calibre son los inconvenientes morales de esta comedia. [...] no solamente de índole moral, sino que existen otros muchos de carácter político-social". Preocupaban las escenas sexta y décima. En una, Max está en el calabozo del Ministerio de la Gobernación y habla con un preso anarquista catalán que propone la revolución para arreglar España; la otra es la escena de las prostitutas.



La versión íntegra de la obra en circuito profesional se autorizó en 1970. Los herederos de Valle, sus hijos, nunca permitieron la representación mutilada. Fue el director José Tamayo quien lo logró, después de años de pelear y siempre que fuera "un montaje y puesta en escena realista. Con absoluto rigor histórico situando la acción en los años del Madrid descrito por Valle-Inclán" y evitando ambientes de bajos fondos. Tamayo no mantuvo para nada un ambiente realista, si algo buscaba Valle era precisamente el artificio artístico. Protagonizada por José María Rodero y Agustín González, se estrenó en Valencia pero cuando llegó a Madrid Rodero fue sustituido por Carlos Lemos. Esta misma producción la repondría Tamayo en 1996, con Carlos Ballesteros y Manuel de Blas. Además de las ya citadas, ha habido otras Luces....: Helena Pimenta la dirigió en 2002 con Ramón Barea y Walter Vidarte, Teatro del Temple en Zaragoza en 2007 y Oriol Broggi el pasado año en Barcelona. Ahora les toca a Gonzalo de Castro y Enric Benavent recorrer las calles de un "Madrid absurdo, brillante y hambriento".