El científico Michael Brooks. Foto: Jose Cuéllar

La carrera por descifrar los enigmas que nos rodean ha provocado que muchos grandes nombres hicieran algo más que publicar sus hallazgos lo antes posible. Doctor en Física Cuántica y asesor de la revista New Scientist, Michael Brooks publica estos días Radicales libres (Ariel), una visión original de la ciencia en la que demuestra que no es oro todo lo que reluce en el quehacer científico.



- ¿Se ha propuesto con este libro desmitificar a los científicos?

- Mi objetivo es que la gente vea que la ciencia la hacen seres humanos. No para que le quiten importancia, sino para que se comprometan más con ella. La gente que conoce el lado humano de la ciencia es más propensa a involucrarse y a escuchar lo que tiene que decir. En la actualidad muchas personas piensan que esta disciplina forma parte de una especie de proceso robótico, que no tiene mucho que ver con su vida y su manera de pensar. Mi libro trata de que la gente se interese por la ciencia como lo hace por el arte, es decir, a través de las personas que la practican. Disfrutamos de la pintura debido en buena parte a personajes como Picasso y Van Gogh. Nos fascina su humanidad, que es un elemento fundamental para llegar a entender sus obras. De la misma manera, cuando conocemos de cerca a Einstein y a Francis Crick sus descubrimientos y sus logros se humanizan y así, de pronto, forman parte de nosotros.



- ¿Diría usted que detrás de cada logro científico se esconde una historia de anarquía y rivalidad?

- El único patrón de comportamiento es la entrega tenaz al trabajo. Por supuesto, no todos los científicos toman drogas ni engañan para alcanzar sus objetivos como tampoco todas las estrellas de rock llevan un estilo de vida hedonista. Sin embargo, una tercera parte de los científicos sí admiten haber hecho trampa de alguna manera y una quinta parte reconocen que el consumo de drogas le ha ayudado en su trabajo. No está mal... Por otro lado, el avance de la ciencia a menudo implica el derrocamiento de ciertos principios de conocimiento y, por lo tanto, el enfrentamiento a figuras superiores de autoridad científica.



- ¿Pueden entenderse los atajos cuando se investiga?

- Le diré que se trata de un juego peligroso, pero que en cierto modo el fin justifica los medios. Quiero decir que los avances nos obligan a jugar rápido y a infringir determinadas normas. Esto se debe a que los científicos están llamados a ser los primeros: no hay segundos premios en los descubrimientos. Así lo entendía Francis Crick, que intuyó que alguien (el estadounidense Linus Pauling) se les adelantaría en el descubrimiento de la estructura molecular del ADN, por lo que algunas de las tácticas que empleó fueron bastante discutibles.



- ¿Estaba justificada esta actitud?

- Yo creo que sí. De otra manera nadie recordaría a Crick y Watson de la manera que lo hacemos hoy. Esto no quiere decir que el engaño albergue esperanza alguna. La comunidad científica se encarga de revisar los trabajos e investigaciones, y cualquier trampa o maquillaje de los datos son considerados como fraudes, lo que en la práctica supo el fin de la carrera del científico en cuestión. Al final es la propia naturaleza la que ejerce de árbitro. Y no hay manera de engañarla. Se lo aseguro.



- ¿Es posible separar la faceta profesional de la personal en un científico como Albert Einstein?

- A la gente le gusta pensar que sí, pero yo no lo tengo tan claro. Einstein fue un genio, de eso no hay duda. Pero creo que fue la misma personalidad que le permitió pensar de manera diferente y reescribir las reglas del universo la que hizo de él un personaje imperfecto, que engañó a su esposa, que no se ocupó de la hija de su amante y que jamás visitó a su hijo al psiquiátrico. Se podría decir que hay que pagar un precio por ser un genio. Lo mismo se puede decir de ciertos hombres de negocios y políticos: su impulso hacia el éxito tiene mucho que ver con un lado oscuro de su personalidad.



- ¿Qué opina del científico surcoreano Hwang Woo-suk y su informe sobre la clonación de células madre?

- Resulta difícil analizar con ojos occidentales lo que pasó con Hwang Woo-suk. No estoy excusándolo pero hay ciertas sutilezas culturales que deben ser tenidas en cuenta.