El dibujante Jim Woodring (y su forma de mirar al mundo). Foto: Fulgencio Pimentel

Como escribía Francis Ford Coppola en el prólogo de Frank, uno no sabe por dónde empezar para referirse al inquietante Jim Woodring. Sabemos que es una leyenda viva de los tebeos, sabemos que su obra se mece entre el surrealismo pictórico y la fuerza gráfica de ascendentes como Robert Crumb, aunque hay quien defiende que este dibujante nacido en Los Angeles cuya habilidad creativa emanó de sus pesadillas infantiles es incluso mejor que el maestro del underground. Y poco más en España, donde hasta la fecha sólo hay dos títulos suyos publicados, la citada compilación de historietas mudas Frank, nominada a Mejor Obra Extranjera en el Salón del Cómic de Barcelona, y la que es la primera novela gráfica de Woodring, Frank. Filigranas del Clima (Weathercraft), que acaba de publicar con acierto y elegancia el mismo sello que la anterior, Fulgencio Pimentel.







El ¿gato? Frank, sus mascotas y su apacible vida son la envidia del pobre cerdo hombre Mahhog, aquí en cautiverio.



El resto de conocimiento que el lector puede tener de Frank, editado por primera vez en Estados Unidos hace 20 años, depende más bien de la experiencia de cada uno, de lo que quiera o pueda ver en sus hipnóticas viñetas, todo un reto para quien contempla. Y añade Coppola: "Frank te transporta a otro mundo, desplaza tu conciencia y reprograma tu mente. Es más barato que la realidad virtual, más seguro que la droga, más divertido que dormir...". Quizá para iniciarse en su compleja propuesta -aunque de aparente sencillez-, sea más recomendable empezar por Filigranas del clima, que pese a presentar el mismo elenco de personajes, es más lógico que el anterior por su estructura novelada. También más oscuro y centrado en el más antipático de sus seres, el cerdo antropomórfico Manhog, quien se enrola sin querer en un terrible viaje en el que se abordan los grandes temas del hombre a través de un sinfín de pesadillas, hallazgos, encontronazos con personajes sádicos que inflingen las torturas más improbables... o ranas que vomitan harpas, entre otras criaturas en metamorfosis constante. Aunque, curiosamente, y en contra de lo que suele pensarse, Woodring asegura que no es de sus malos sueños de donde extrae el material para crear esta suerte de cosmogonía, según confirma desde Estados Unidos a elcultural.es:



- "La verdad es que mis cómics no están basados en mis alucinaciones excepto en algunos casos concretos. Casi toda la inspiración para mi trabajo procede de la extrañeza de la vida, del horror de la vida, de ese filo de la navaja en el que todos nos paseamos en un equilibrio entre mundos. Transformar estas ideas para hacer de ellas historias coherentes puede ser complicado, pero el material fuente siempre está fluyendo".



Así que un híbrido entre la realidad y los sueños es el que puebla el extraño universo del gato Frank, un lugar llamado Unifactor cuajado de seres extraños y de una alucinante simbología planteada a primera vista como infantil, pop. Insectos que mutan, tentáculos, ornamentos árabes... en los que se apoya, comenta, para contrarrestar el carácter silente de sus historias. "Es toda esa imaginería la que se encarga de dotar a la historia de significado. Obviamente algunas formas son más elocuentes o más específicas, más "fuertes" que otras. Las elijo y las modifico para expresar ideas según me convenga, por ejemplo, aquella en la que la cabeza de Frank tiene tres lóbulos dice algo acerca de cosas que serían muy difíciles de expresar con palabras, al igual que sucede con las formas implícitas en los personajes Pupshaw y Pushpaw [las mascotas de Frank]".



Sobre todo, su objetivo ha sido siempre contar historias que estuvieran fuera de tiempo o de espacio y que pudieran hablar, abunda, obviando las palabras, para lo cual la pantomima del cómic le resulta perfecta:



- "Es verdad que la ausencia de palabras te limita mucho, pero te ofrece la oportunidad de ser mucho más sutil. Con el dibujo, cualquier significado puede ser mucho más elegante. Es un reto. En realidad, nunca me he mirado en ningún modelo porque desde el principio sabía exactamente lo que quería hacer y cómo hacerlo".







El desdichado Manhog, el más humano de los seres de Woodring, sufre en este volumen incontables desdichas.



A pesar de derrochar este estilo único en su especie, reconoce el dibujante que el primer artista que abrió sus ojos a "las posibilidades poéticas de los cómics" fue Boris Artzybasheff. "Adoro también el surrealismo, claro, la obra de Bosch, Kley, Goya, Dore y todos esos tíos a los que les gustaba pintar imágenes grotescas surgidas de su imaginación. Hay muchos nombres, pero en particular dentro de los tebeos mis cinco autores de cabecera son Crumb, Justin Green, T.S. Sullivant, Herbert Crowley and George Herriman", enumera Woodring, cuyo último trabajo, El congreso de las bestias, mereció el Premio Especial del Jurado en el último festival de Angoulême. Muy en relación con ese título estará su próximo libro, aún en producción:



- "Está totalmente escrito y planteado, y ahora todo lo que tengo que hacer es dibujarlo. Espero que sea muy poderoso. Más allá de este libro, mis planes son vagos, lo suficiente como para tranquilizarme, porque tengo otro proyecto en mente, pero aún está por desarrollar.



Se despide el autor hablando de la actualidad de los tebeos, un arte que, a su juicio, ha experimentado dos grandes cambios en su país desde los tiempos en los que él empezó a dibujar: la llegada del manga y, especialmente, la aceptación de los cómics como un campo que vale la pena tomar en serio como fuerza culural, celebra:



"¡Hay demasiados dibujantes hoy en día! Pero, en lo que a mí respecta, cuantos más sean, mejor".