Detalle de la portada de ¿Europa?, coordinado por Ana Isabel González

Nunca desde la caída del Imperio romano, Europa concitó tantas dudas respecto a su unidad, golpeada con dureza por una crisis interminable. Nuca fue por tanto tan necesario reflexionar sobre la historia europea, la arquitectura de siglos que fundamenta su unidad y la urgente necesidad de conjurar los peligros que le acechan. Ana Isabel González ha coordinado junto a Patricia Herrero el libro ¿Europa? (Universidad de Oviedo, 2012), un conjunto de estudios sobre el pasado y presente del continente y una indagación de sus posibilidades de futuro. Ante las dudas en torno a Europa y su hoy frágil integración, sólo cabe defenderla a capa y espada pues cualquier otra opción se presenta como "inimaginable".



Pregunta- "Roma, Grecia, Jerusalén", reza una de las entradas del libro. ¿Son los tres cimientos de Europa?

Respuesta- Ese título hay que verlo en el contexto en que se hace. Y se está refiriendo al papel de la religión en la formación de Europa. La historia de Europa no se puede entender totalmente sin pensar en sus raíces cristianas y para ello es preciso tener presente cómo la cultura griega, romana y judía se recogieron o interpretaron. Lo que no quiere decir que sean los únicos cimientos de Europa. No olvidemos que fue una de las cuestiones debatidas cuando se redactó el proyecto de Constitución para Europa.



P.- Si Europa perdió su prevalencia mundial, ¿fue porque los demás copiaron mejor lo que los europeos ya hacían?

R.- No me parece que esa sea la razón principal. A lo largo de la historia las civilizaciones han ganado y perdido prevalencia. La propia realidad de una Europa dividida y en guerra puede explicar, en parte, esa circunstancia.



P.- ¿Cuáles han sido las más vistosas luces de la integración europea?

R.- Afirma el profesor Clemente en las páginas de este libro que las luces son evidentes y las sombras han de ayudarnos a salir adelante. La idea de una Europa en paz está detrás del proyecto de creación de la primera comunidad del carbón y del acero y este objetivo de cooperación entre sus miembros y no de confrontación armada es básico en el desarrollo de la Europa que hoy vivimos. Por otra parte, con todas las dudas que puedan surgir, el modelo funcional de integración que se ha seguido en Europa ha ido dando sus frutos y prueba de ello son los avances en las libertades comunitarias que hoy disfrutamos.



P.- ¿Y sus más nefastas sombras?

R.- Dicho lo anterior, no cabe duda que aún quedan muchos pasos por dar. Y que no siempre se ha avanzado al ritmo necesario. Quizás dos de los aspectos pendientes más visibles sean, por una parte, la sensación de lejanía respecto de la Unión Europea por el ciudadano medio y por otra, el lograr definir el papel único de la Unión Europea en la esfera internacional. Junto a ellas y desde un punto de vista más técnico, la actual crisis también ha puesto de manifiesto que la unión económica y monetaria llevada a cabo obvió algunos puntos que se están viendo necesarios en estos momentos, como la consolidación fiscal y financiera.



P.- ¿El puzzle inclusivo de Europa admite piezas tan heterodoxas como Turquía?

R.- Este es un punto que desata polémica y pasiones. De hecho, fue una de las discusiones más encendidas en las sesiones de trabajo que dieron lugar a este libro. Es muy difícil dar una respuesta pues más allá de lo que uno pueda pensar o desear, lo cierto es que deben darse una serie de requisitos previos que aún están por cumplir por parte de Turquía.



P.- ¿Sobrevivirá la integración europea a la actual crisis?

R.- Sí creo que la integración europea seguirá adelante. Otra cosa será ver qué cambios pueden producirse en este proceso. Precisamente, una de las causas que se señalan como posible causa de la crisis del euro que estamos viviendo es que no parezca suficientemente creíble la unidad europea, que no sea una verdadera unidad política. Y repetidamente se escucha que la solución pasa por conseguir "más Europa". Por eso pienso que el modelo podrá y seguramente deberá adaptarse, pero no romperse. No creo que sea posible ni prudente volver a una Europa desunida, para ninguno de los Estados miembros. No puedo ni quiero imaginarlo.