Image: España y Portugal en Europa: balance positivo

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Letras

España y Portugal en Europa: balance positivo

El Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid repasa la trayectoria de ambos países en la Unión Europea

11 junio, 2012 02:00

Portada de España y Portugal: veinticinco años en la Unión Europea (1986-2011).

El Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid lleva 15 años al servicio del análisis, estudio y divulgación del proceso comunitario en el Viejo Continente. Con motivo del 25° aniversario de la integración de España y Portugal en la Unión Europea, llevó a cabo una serie de jornadas que han dado como resultado el libro España y Portugal: veinticinco años en la Unión Europea (1986-2011), dirigido por los profesores Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Á. Pérez Sánchez, en el que han participado una veintena de expertos de ambos países. Pérez Sánchez nos resume las claves de la comunión ibérica con Europa.

Pregunta.- ¿Seguimos viviendo de espaldas a Portugal?
Respuesta.- Hasta la integración de ambos países en Europa podríamos recurrir al dicho "tan cerca, tan lejos". Pero esa situación deja de ser vigente a partir de 1986, cuando las relaciones económicas y culturales se vuelven mucho más fluidas.

P.- ¿Y las relaciones culturales?
R.- Siempre ha existido un interés de intelectuales y profesores españoles por Portugal y de los portugueses por España. El vínculo académico es más fuerte de lo que un ciudadano medio podría imaginarse.

P.- A la vista de la situación económica actual, hay quien dice que estaríamos mejor si no hubiéramos entrado en el euro.
R.- Obviamente, ningún proceso socioeconómico es perfecto. Esta tormenta de la crisis ha puesto de manifiesto que existían puntos de debilidad vinculados al Banco Central Europeo y que es necesaria una mayor unidad bancaria. El BCE debe salvaguardar el euro, como hacen la Reserva Federal en Estados Unidos y el Banco de Inglaterra en el Reino Unido. La moneda de esos países no está sometida a tantas turbulencias porque estas instituciones actúan de cortafuegos. Cuando se dice que estaríamos mejor sin el euro se oculta que tuvimos situaciones horripilantes en España en la segunda mitad de los años ochenta. La peseta se devaluó hasta cuatro veces y la prima de riesgo era mucho más alta, pero nadie hablaba de ello, porque los gobiernos y los medios de comunicación tenían poco conocimiento de esa cuestión. El euro ha demostrado ser capaz de competir con el dólar como moneda de referencia, pero a muchos especuladores no les interesa eso, y han encontrado abonado el terreno al ver que el BCE no actuaba de cortafuegos. Por tanto, creo que no viene a cuento lo de no haber entrado en el euro. Fue una apuesta de estabilidad y futuro. Otra cosa son los errores de los gobiernos nacionales al saltarse los criterios de convergencia.

P.- ¿La entrada de España en la UE estuvo bien planificada?
R.- Sí. Una vez que se constituye el primer gobierno democrático en el 77, se ve que no tiene sentido prorrogar el tratado económico preferente con las comunidades europeas de 1970, aunque era ventajoso para España, sino integrarse plenamente en la Unión Europea. A partir de entonces comienza un proceso que, desde mi punto de vista, podría haber terminado en el 81, el mismo año que entra Grecia, porque ya habíamos homologado nuestro sistema político. No fue así por el interés de Francia, que paralizó nuestra integración hasta negociar la política agraria en su beneficio. Tuvimos que hacer concesiones, pero se compensaron con la entrada de fondos estructurales que fueron vitales para modernizar nuestras infraestructuras, que es lo que necesitábamos con más urgencia.

P.- ¿Cuáles fueron los mayores sacrificios que tuvo que hacer España?
R.- Acomodar las estructuras agrarias, industriales y pesqueras a las pautas de la Europa comunitaria. Fue una reconversión dura, pero todos los países comunitarios tuvieron que hacerlo.

P.- ¿La integración en Europa era un asunto de importancia para el español medio?
R.- Sí, las encuestas de la época reflejan que la opinión pública era mayoritariamente europeísta y tanto los gobiernos de derechas como de izquierdas potenciaron la entrada de España en la UE. Parafraseando al padre de la unificación europea Robert Schuman, podemos repetir lo que concluyó en su libro póstumo Por Europa, de 1963: el balance sigue siendo positivo.

P.- ¿Por qué la voz de Alemania tiene cada vez más peso en Europa?
R.- El peso de los países fundacionales -Alemania, Francia y el Benelux- ha sido siempre mayor que el del resto, como es lógico. Pero desde la reforma del Tratado de Lisboa en 2009, Alemania consiguió que el factor demográfico fuera tenido en cuenta a la hora de decidir, por lo que ha tenido todavía más peso en la toma de decisiones desde entonces. Eso fue un error. Deberían seguir teniendo el mismo peso todos los países fundacionales, para no desmarcarse unos de otros. Al menos Alemania está claudicando de algunas posturas recalcitrantes, ya que ha visto que debemos salvarnos todos por el bien del euro.

P.- La unión de España con Portugal ha sido una utopía para algunos pensadores. ¿Sería factible?
R.- Dentro de la Europa comunitaria no tiene sentido. Aunque hay postulados históricos y teóricos, es un ámbito superado. Lo que importa es consolidar los países ibéricos en el ámbito comunitario, que tengan peso y sean una referencia, sobre todo en su relación con Iberoamérica. Ahí es donde hay que reforzar nuestro papel.