Provocador, mordaz y delirante. Así era Rodolfo Fogwill (Buenos Aires, 1941), uno de los escritores más importantes de la literatura argentina contemporánea. Disparaba veneno a los cuatro vientos y no dejaba títere con cabeza. Tanto es así que, días antes de morir por culpa de un enfisema pulmonar en 2010, nadie se atrevió a pasar el mal trago de entrevistarle a su paso por el Festival Eñe de Montevideo.



El periodista Gustavo Mota sí lo hizo; de hecho, conseguir una entrevista con él era el objetivo principal de su viaje de Madrid a Montevideo para cubrir el festival. El escritor maldito no se lo puso fácil. Tres días anduvo Mota con Fogwill aguantando sus gritos y ataques hasta que, superada la prueba, surgió una complicidad paterno-filial que desembocó en la conversación registrada ahora en el documental Fogwill. El último viaje, la última aparición del argentino ante las cámaras, que se estrena hoy a las 19.30 horas en la Casa de América, en Madrid. "Con Fogwill era imposible atenerse a un guión preestablecido. Me llevó a un territorio desconocido para mí, una a una destruyó todas las armas de periodista aprendidas durante 20 años de profesión, y al final adopté un rol filial ante el símbolo del padre, esa figura a la que se ama y se odia por igual".



El autor de Pichiciegos, Help a él y Vivir afuera se confió a Mota. Hablaron de su literatura, del peso de la prosa y la poesía en su obra, de cuándo se considera uno escritor -"cuando uno se lo cree, escribe bien", dijo él-; de su pasado como publicista, del paso del tiempo - "llevo 30 años escribiendo y estoy cansado, podrido"- y de la industria editorial. Una buena dosis de bilis le dedicó el autor al sector. "A los intermediarios, a las editoriales y en especial a Alfaguara y el monopolio cultural de Prisa", asegura Mota.



El autor decía: "Narrar con gracia requiere burlarse del orden temporal". Un mandato que ha seguido Moisés Cabrera, montador del documental, para dar coherencia al caos del que se sirve el autor para llegar al fondo de las cosas.



Aunque las sentencias de Fogwill caen como mazazos, hay en sus palabras un "afán de banalizarlo todo con un gran sentido del humor, huyendo de la solemnidad y la certeza absoluta. La provocación era su método para llegar a la verdad". Del mismo modo opera su literatura. Contemporáneo de grandes "monstruos" como Borges o Cortázar, Fogwill supuso un golpe de aire fresco en la literatura argentina. Haciéndose eco del escritor Rodrigo Fresán, Mota afirma: "Fogwill desechó el barroquismo y la alta literatura para introducir una naturalidad absoluta". Muchos lo han comparado con Borges. Y en efecto, el autor de Muchacha Punk fue "un Borges sin academicismos".