El Olivo Azul. Córdoba, 2012. 125 páginas, 16 euros

Un escritor bicéfalo o dos escritores en uno. Eso parece ser Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) si analizamos los dos títulos que ha publicado hasta el momento. El primero en ver la luz, La conjetura de Perelmán (Ediciones B), es un thriller con todos los ingredientes del género, ciertas concesiones a lo comercial y una densa atmósfera cinematográfica, pero interesante y sólida. Este Siberia, cronológicamente anterior -y por ello, su verdadera opera prima- es una historia donde el argumento cede protagonismo a favor de la la reflexión, lo metaliterario o incluso la poesía. Apuesta radicalmente contraria a la anterior, también es coherente que haya sido publicada en una editorial exquisitamente independiente, pequeña, como El Olivo Azul. Y hay que celebrar que lo haya hecho, puesto que Siberia deslumbra desde la primera hasta la última línea por su enorme madurez y su gran fuerza simbólica. Y no necesitamos nada más para saber que Juan Soto Ivars, aún en su juventud, es uno de los mayores talentos que han surgido últimamente en las letras españolas.



Según palabras del propio autor: «La cárcel puede ser un lugar sin muros, una extensión demasiado amplia como para pensar en escapar, una anulación del deseo de huida». Esa es la metáfora que se esconde bajo el título de la historia de Jonás, un frustrado escritor de treinta años que lucha por escribir su segunda novela. Hay algo de metafísico en su combate, ya que acaba de sobrevivir a una terrible enfermedad. Y también, según descubrimos luego, hay una huida en su buscado aislamiento, que poco a poco dejamos de percibir con la inocencia de las primeras páginas. Un acto abominable arrojó a Jonás a una particular huida, en la que todo -novias, amigos, bares, borracheras- se hace prescindible. Madrid es aquí un paisaje tan distante que nos recuerda a esos falsos corales y esos buques en miniatura que se colocan en el fondo de las peceras.



También hay mucha ambición en esta novela, y eso es, sin duda, lo que la hace diferente, poderosa. Encontramos diferentes voces narrativas, algunas de las cuales se nos desvelan sólo al final; también introspección, análisis, una cierta anatomía del tormento humano, de la culpa y la redención. Todo ello se nos revela, con inusitado aplomo, a medida que avanza la novela. Y es que existe, como dice Soto Ivars, un lugar desolado y gélido que está dentro de nosotros mismos, y que es mucho peor que el más terrible de los exilios imaginables. De ese lugar es de lo que trata esta novela. Recapitulando: he aquí hay una historia que se trasciende a sí misma y que profundiza en las oscuridades del alma humana.



Es necesario estar atentos a lo que Soto Ivars haga en un futuro, tanto si sigue la estela de cualquiera de sus entregas anteriores como si decide emprender un nuevo camino y echarse un tercer escritor a cuestas. Mientras tanto, no desaprovechen la oportunidad de comenzar a conocerle leyendo una buena novela que es, además, un debut deslumbrante.