Septiembre arranca con nubes negras en el horizonte. En todos los sectores de la economía, incluido el de la edición y comercialización de libros. Pero a pesar de las dificultades y los descensos en las ventas, el nuevo curso siempre despierta esperanzas renovadas. Los lanzamientos previstos por los diversos sellos buscan equilibrar, en alguna medida, los desajustados balances. En este contexto, la llegada de la segunda novela de María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) a las librerías es un balón de oxígeno para todos. No hay que olvidar que esta escritora ha conseguido el milagro de vender en los últimos tres años más de un millón ejemplares de El tiempo entre costuras, su ópera prima, que salió con la discreción de una completa desconocida en el mundillo literario pero que el boca a oído aupó al primer peldaño de los libros más vendidos durante meses, aparte de ser bendecido ampliamente por la crítica.
Septiembre también es un mes clave en la trama de Misión olvido (Temas de Hoy), que así se titula. La profesora Blanca Perea vuelve a su despacho en la universidad tras las vacaciones. Es hora de retomar las rutinas de cada día. En el correo electrónico se agolpan cientos de mails. ¡Uf!, qué agobio. Un agobio agravado por las convulsiones que ha sufrido en su matrimonio a lo largo del verano: su marido se ha marchado de casa para empezar una nueva relación con una de sus secretarias, bastante más joven que él. Si la vuelta al trabajo es de por sí dura, en esas condiciones es directamente una tortura. Así que rápidamente urde un plan de fuga. In extremis, logra una beca para instalarse unos meses como profesora visitante en una pequeña universidad californiana. Allí cree que le será más sencillo sacudirse del pensamiento sus desarreglos sentimentales.
La historia arranca pues con una mujer bajo los efectos de un golpe que ha hecho desaparecer el suelo sobre el que asentaba sus pies. De repente, se ha quedado suspendida en el vacío. El culpable, también, es un hombre. El paralelismo con El tiempo entre costuras es evidente. Pero María Dueñas advierte que la diferencia es la actitud con la que ambas protagonistas afrontan el trauma: "Sira Quiroga [la joven costurera que cautivó a miles de lectores] era una mujer mucho más joven e inocente, sin determinación por sí misma y a la que la mueven las circunstancias y las personas que están a su alrededor. Blanca ronda los 45 años, es una profesional que decide sus movimientos, aunque luego también se lleve sorpresas que la conducen a destinos inesperados", explica María Dueñas a elcultural.com un día antes de que Misión olvido inunde las librerías de todo el país y ella misma se vea envuelta en una vorágine promocional que la llevará a más de 30 ciudades españolas.
La otra gran diferencia es estructural. Si en El tiempo entre costuras la narración de las andanzas de Sira Quiroga transcurría de forma lineal, en Misión olvido los saltos en el tiempo (y en el espacio: va y viene de EE.UU a España y viceversa) son una constante. La paradoja de Blanca Perea es que por un lado busca el olvido pero, por otro, tiene la obligación de recordar. Es la única manera de reconstruir la vida de Andrés Fontana, antiguo director del departamento de Lenguas Románicas de la universidad que le acoge, muerto en el año 69 y cuyo copioso legado (correspondencia, artículos, escritos de todo tipo...), encerrado en un pequeño almacén desde entonces, debe poner en orden. Una tarea impropia de su rango que al principio realiza como una autómata pero que luego, a medida que va conectando emocionalmente con el viejo hispanista, termina absorbiéndola en cuerpo y alma.
Blanca, a través de Fontana, empieza a tener contacto con dos capítulos históricos que le revelan la profundidad de la huella hispánica en aquellas tierras lejanas. Primero, la peripecia de los profesores y académicos españoles exiliados al término de la Guerra Civil. "Acabaron diseminados por toda América pero las universidades estadounidenses fueron especialmente generosos con ellos", señala María Dueñas, gran conocedora de sus desventuras de estos ilustres trasterrados (Américo Castro, Ramón J. Sénder, Pedro Salinas...) gracias a sus múltiples estancias como investigadora en algunas facultades de Estados Unidos (recordemos que antes de ser una escritora de éxito se ganaba la vida como profesora de inglés en la Universidad de Murcia). Y segundo, la épica colonización que monjes franciscanos españoles llevaron a cabo en la Alta California, territorio que sembraron de misiones, unidas por lo que hoy se conoce como El Camino Real. "De hecho, fue en un viaje familiar a una de esas misiones cuando prendió la chispa de la novela en mi cabeza. Eso fue antes de escribir El tiempo entre costuras. Tenía ya apuntes e ideas, pero entonces se me cruzó la costurera...".
Y la historia que vino después ya la conocemos: un tsunami editorial que le ha llevado a vender en torno a un millón doscientos mil ejemplares en España. Que todavía continúa vendiendo a mansalva: "Me dice mi editora que la versión de bolsillo ha ido como un tiro este verano". Además, ha sido traducida a casi 30 lenguas extranjeras. En China, por ejemplo, en su primer mes en librerías vendió 100.000 ejemplares, según cuenta la propia autora. Esa proyección internacional es para ella especialmente estimulante sobre todo en el ámbito anglosajón, al que, por su formación de filóloga en la lengua de Shakespeare, se siente muy vinculada. Por eso cuando vio El tiempo entre costuras en la lista de libros más vendidos de The New York Times (tapa blanda) sintió una tremenda ilusión. Era una pica en un territorio muy poco permeable a literatura española.
- ¿Y no le ha pesado tanto éxito a la hora ponerse a escribir de nuevo? Había tanta expectación...
- He hecho un gran esfuerzo por abstraerme. Y creo que lo he conseguido. Si no hubiera escrito una segunda parte El tiempo entre costuras o hubiera seguido un esquema más simétrico. Misión olvido era lo que quería escribir y lo he escrito en el momento que quería escribirlo. Además, me alegro de que salga ahora, en esta época. Blanca es una mujer capaz de reinventarse en un momento muy difícil de su vida. Creo que es un buen ejemplo que puede insuflarnos algo de optimismo.
La verdad es que todos lo necesitamos en este septiembre que comienza incierto. Bienvenido sea.