Donna Leon. Foto: Regina Mosimann
Muy delgada, con una elegante melena plateada de corte impecable y unos ojos igualmente grises, la autora parece haberse mimetizado a la perfección con la puesta en escena típica de su país de adopción. Actúa, sonríe, imita voces, cierra los ojos y agita las manos a derecha e izquierda con más temperamento que cualquier napolitano de pura cepa, todo para explicarme como se gestó su nueva novela. Las joyas del paraíso (Seix Barral y Ed. 62) es el relato de la fascinante investigación que Caterina Pellegrini, experta en ópera del Barroco, hace de unos documentos pertenecientes a la herencia de Agostino Steffani, espía, sacerdote y compositor, adentrándose así en la Venecia de los siglos XVII y XVIII para desvelar la supuesta implicación del músico en el crimen más famoso de la época.
"Una noche, cenando en Venecia con mi gran amiga la mezzosoprano Cecilia Bartoli (cuenta la autora), empezó a hablarme de este proyecto y me dibujó el personaje de Agostino Steffani. Estaba entusiasmada con la idea de hacer algo juntas en torno a este tema, y me convenció. Ella ya estaba trabajando en el disco y me propuso escribir una novela sobre algunos hechos de la vida de Steffani. Me pasó muchísima documentación y yo estuve estudiándola durante un mes. Mi principal preocupación era vincular este hecho con el presente, ya que yo no soy escritora de novela histórica. Y encontré dicho vínculo en los baúles que guardaban los documentos que dejó el compositor al morir y que estuvieron escondidos en el Vaticano hasta que reaparecieron en 1995. Ahí encontré el nudo que me serviría para articular la historia".
Atraída por la intensa vida de este curioso personaje que fue obispo, abad, diplomático, espía y compositor, Donna Leon leyó y estudió incansablemente documentos de la época, tratados de música, de historia y de teología, hasta que, leyendo una carta, encontró el dato que podía esclarecer ciertos aspectos de la curiosa biografía de Steffani: todo apuntaba a que se trataba de un castratti, lo que le llevó a analizar la repercusión que eso tuvo en la vida del controvertido personaje. "Está claro que afectó a su comportamiento como hombre, porque no fue uno de los castrados famosos (aclara Leon). Si hubiera sido así nadie se hubiera burlado de él porque Farinelli, por ejemplo, era un castratti muy reconocido y tenía el mismo aura que ahora tiene Mike Jaegger. Pero Steffani obtuvo muchos logros, su currículum era abrumador y eso le compensaba su vanidad masculina y le protegía de las posibles burlas ajenas. Su ambición fue a la vez su escudo protector. Pero lo más fascinante de todo es el hecho de que el Vaticano haya mantenido escondidos los documentos que él dejó a su muerte, eso me despertó un enorme interés".
Leon se adentra por primera vez en el mundo del relato histórico, sin dejar de lado su principal objetivo como escritora que no es otro que entretener al lector y mantener su intriga página tras página, algo que tiene siempre muy presente (como buena profesional de la novela negra que es) y para lo que ha recurrido al misterio que entrañan los baúles y su interesante contenido. Así es que esta trama se mueve entre la realidad (lo que ocurrió tres siglos atrás y que es rigurosamente cierto) y la ficción (las investigaciones actuales que lleva a cabo la musicóloga en donde Leon se permite sus licencias literarias como autora). Y, de todo lo descubierto acerca del fascinante Steffani, Donna Leon se queda con la gran tragedia que marcó su vida, que es el hecho de que dejara de componer música. "Era un artista de muchísimo talento (aclara la autora) pero dejó de hacer música, y eso fue dramático para él y tuvo consecuencias devastadoras".
Donna Leon, que afirma sentirse a sus anchas en Venecia "porque es un pueblo (comenta entre risas) la gente controla lo que hacen los vecinos, espía con quién salen y dónde van, para luego contárselo a los demás, porque son tremendamente cotillas. Y eso es un material fundamental para mis libros, sólo tengo que hablar con los venecianos y retener todo lo que me explican, para luego novelarlo", reconoce que, aunque trabaja todo el día y es tremendamente rigurosa con los plazos que le exigen sus editores, aprovecha cualquier excusa para salir a tomar un café. "Siempre estoy dispuesta a alejarme del ordenador por un ratito, así es que en cuánto alguien me propone un paseo o una cena acepto en seguida".
No resisto la tentación de pedirle que me recomiende un restaurante en la ciudad de los canales y acepta complaciente. "Le Carampane", junto al puente de Rialto, es uno de sus locales habituales. No duden en pedir el cucurucho de gambas fritas. Según ella es el plato estrella.