Image: Cuentos completos de Javier Tomeo

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Letras

Cuentos completos de Javier Tomeo

El escritor cumple 80 años con una edición casi definitiva en la que recopila todas sus historias

5 octubre, 2012 02:00

Javier Tomeo.

Como dice Daniel Gascón en el prólogo de 'Cuentos completos' (Páginas de Espuma), "Javier Tomeo domina con maestría el relato: la distancia corta es muy adecuada para un escritor que opera a menudo con la sugerencia de una amenaza imprecisa e inminente". Tomeo celebra sus 80 años recién cumplidos con esta edición recopilatoria de sus cuentos inolvidables, sus microcuentos y sus cuentos inéditos. A continuación pueden leer 'Gregorio el insecto', una vuelta de tuerca en clave de humor a 'La metamorfosis' de Kafka.


Gregorio, el insecto

Llueve suavemente y el viento arranca las últimas hojas de los tilos. Estoy sentado en el gran sillón de orejeras, frente al gran espejo circular del salón. No hay nadie más en casa. Mi mujer se va por ahí de picos pardos y vuelve cuando le da la gana. No la necesito. He aprendido a dialogar conmigo mismo. Me acompaña un álter ego con el que cada día me paso las horas muertas hablando en voz alta, como si fuésemos dos personas distintas. Yo le pregunto cosas y él me las responde. O, al revés, él me pregunta cosas y soy quien se las responde. Casi siempre estamos de acuerdo, nunca discutimos. Al cuerno pues mi mujer, no la necesito.

Esta tarde he leído de un tirón La metamorfosis y me siento impresionado por la historia del infeliz Gregorio Samsa. Dejo ese admirable libro sobre la mesita de caoba, entorno los párpados y me quedo pensando en el infortunio de ese muchacho que tuvo la mala suerte de acabar su vida convertido en una especie de insecto. Eso es, por lo menos, lo que nos dice el traductor...

«Despues de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto».

No lo puedo remediar, me siento emocionado por la abnegación demostrada por su hermana Greta durante los primeros días de la metamorfosis. Y también por la consternación de sus padres, sobre todo, por el dolor de la amantísima madre.

En la novela, sin embargo, no se especifíca si Gregorio se convirtió en un escarabajo o en una cucaracha.

-Muy bien -se dicen algunos lectores, que no se conforman con ambigüedades y quieren salir de dudas-, Gregorio se convirtió en un insecto, pero se conocen nada menos que setecientas mil especies distintas de insectos. ¿En cuál de ellas se transformó precisamente?

Por los detalles que nos da el autor, parece que fue una cucaracha o incluso un escarabajo, aunque sólo sea porque son los primeros insectos que acuden a nuestra mente cuando se habla de insectos.

-Lo que sucede es que no es lo mismo ser una cucaracha que un escarabajo -puntualiza de pronto mi álter ego, desde el fondo del espejo-. No, no es lo mismo, aunque ambas criaturas sean artrópodos y pertenezcan a la Clase de Insectos, que se caracterizan por tener el cuerpo dividido en cabeza, tórax y abdomen y estar provistos de un par de antenas y tres pares de patas.

-Pues mira, si no te importa -le digo al álter ego-, esta noche, mientras mi mujer me pone por esos mundos de dios una cornamenta de aquí te espero, podemos intentar averiguar en qué clase de insecto se convirtió realmente Gregorio Samsa. Recojamos, para empezar, toda la información que se nos ofrece en el mismo relato. ¿Qué sabes tú de los insectos?

-Lo que aprendí en el colegio -me respondo a mí mismo, cambiando ligeramente de voz-. Me enseñaron que son artrópodos de respiración traqueal que tienen el cuerpo dividido en cabeza, tórax y abdomen, un par de antenas y tres pares de patas.

-Aquí se nos presenta pues el primer problema -observo-. En ningún pasaje del relato se dice que Gregorio, una vez transformado en insecto, tuviese un par de antenas y sólo seis patas. Sí especifica, por el contrario, que tenía innumerables patitas, cuando es obvio que los verdaderos insectos solamente tienen seis, es decir, son hexápodos.

Mi homo-dúplex se queda un momento pensando. En estos momentos no puedo ver su imagen reflejada en el espejo, pero sé que está ahí, justo detrás de mis espaldas.

-Cierto -admite por fin-, los verdaderos insectos son hexápodos, pero ¿es obligatorio que los insectos literarios coincidan con los insectos reales? ¿Deben ser idénticas las cucarachas que son fruto de nuestra imaginación con las que algunas noches de verano sorprendemos corriendo por el mármol de la cocina?

Cuando les dije al principio que estoy sentado frente a un espejo domesticado quise decir que se trata de un viejo espejo familiar que re? eja de mi persona únicamente la imagen que yo deseo encontrar. No es pues como esos otros espejos que encuentro fuera de casa en los que me descubro de pronto envejecido, con el rostro agrietado por las arrugas, más calvo de lo que realmente soy y con cercos oscuros alrededor de los ojos.

-Sigamos adelante -continúo-. Vamos a analizar ahora los órganos de la visión, es decir, los ojos. Los insectos pueden tener ojos sencillos, pero también ojos compuestos. Los primeros se llaman ocelos y disponen de una sola córnea. Los ojos compuestos, por el contrario están formados por unidades receptivas que únicamente pueden distinguir entre la presencia y la falta de luz y sólo en algunos casos los diferentes colores. Te lo explicaré de otro modo: la sensibilidad del ojo compuesto empieza en la franja ultravioleta hasta llegar al naranja, pero no pueden distinguir el rojo del gris.

-Ya sé adónde quieres ir a parar -dice mi otro yo-. Lo que quieres decirme es que la vista de Gregorio se fue debilitando paulatinamente y al cabo de algunas semanas de estar encerrado en el cuarto ya no era capaz de distinguir la fachada del hospital que tenía al otro lado de la calle. ¿Me equivoco?

-Exacto. Y hacia el final del relato, cuando se asoma a la ventana de su cuarto sólo puede distinguir formas borrosas. El cielo y la tierra se han convertido para el infeliz muchacho en una especie de desierto gris. Sin embargo, era capaz todavía de distinguir a su familia, sentada alrededor de la mesa del comedor. ¿Te parece que las cucarachas o los escarabajos pueden ver también a ocho o nueve metros de distancia?

El reloj de la catedral da las once de la noche, pero el reloj de bronce que tengo en el salón sigue marcando las diez. Ese es también un reloj extraño. Cuando llegan estas horas se le quitan las ganas de continuar latiendo, aunque me haya pasado todo el santo día dándole cuerda.

-¿Te parece que las cucarachas o los escarabajos pueden ver desde tan lejos? -insisto.

-Pues, francamente, no lo sé. En todo caso, ya trataremos de averiguarlo más tarde. Dejemos la respuesta en suspenso y sigamos adelante. Me has dicho antes que en el cuerpo de los insectos se distinguen tres partes: cabeza, tórax y abdomen. Centrémonos ahora en la cabeza, ¿Qué tienen los insectos en la cabeza?

-La cabeza de los insectos -le digo- está constituida por varios segmentos soldados entre sí y es portadora de las antenas. Yo diría que prácticamente los insectos carecen de cuello.

-Pues recuerda ahora que en un momento determinado Gregorio regresa con dificultades a su habitación y cuando llega al umbral vuelve la cabeza, aunque sea sólo a medias (porque siente rigidez en el cuello) para ver qué ocurre detrás suyo. ¿Puede acaso un insecto, pregunto, volver la cabeza, como si fuese un perro, o un vaca, que disponen de verdaderos cuellos y no solamente de simples segmentos soldados sin solución de continuidad al tórax?

Ahora llueve con más fuerza, pero lo hace únicamente de arriba abajo, como siempre, para que, en todo caso, se mojen únicamente los que están abajo. La lluvia, de cualquier modo, es una buena excusa para que mi mujer pase toda la noche fuera de casa.

-Mira, déjalo correr -le pido a mi otro yo, súbitamente fatigado-. Nos basta con saber que Gregorio Samsa se convirtió en un insecto, sea el que fuere. Eso es ya bastante castigo para cualquier hombre.