El escritor Juan Francisco Ferré. Foto: Mario Krmpotic



Mientras la Puerta del Sol se levantaba una mañana cubierta de pancartas y el rumor de los indignados se convertía en grito, Strauss-Khan, el director del Fondo Monetario Internacional y uno de los hombres más poderosos del mundo, era noticia en todo el planeta por una acusación de violación a una trabajadora emigrante en la habitación de un hotel neoyorquino. La confluencia de ambos hechos, cada uno en las antípodas del otro y a la vez en el mismo saco, llamó la atención del escritor Juan Francisco Ferré, que vio en este escenario surrealista el germen de una historia. De un lado, la crisis del socialismo y una serie de manifestaciones serias. De otro, el tinglado político y mediático por todos conocido. No era la primera vez que se interesaba por los terrenos más peligrosos de la conducta humana. En La fiesta del asno se acercó a un terrorista y en Providence a un director de cine sociópata. En esta ocasión le llamó la atención la idea de un libertino que preside el FMI, se puso a escribir sobre él y concibió un jardín de las delicias de nuestro tiempo titulado Karnaval.



El resultado, que ha estado reescribiendo hasta el último momento en un proceso que describe como "de una intensidad brutal", es un experimento que ha recibido loas por doquier. Una rara avis en la narrativa actual, tanto en la estructura como en los géneros, tanto en el tema como en el tono, y un verdadero desafío para el lector. Esta apuesta, la mayor del escritor hasta la fecha, le valió a Ferré el Premio Herralde de Novela, un reconocimiento que, destaca, "es el único que se da a la literatura y no al comercio". Otra de las virtudes del libro, que este miércoles se presenta en Madrid, es su atrevimiento de analizar el presente, esquivado por muchos autores españoles, desde el también poco transitado terreno del humor, empleándolo como técnica para denunciar lo que no funciona en el mundo:



- La obra es fundamentalmente cómica. Reivindico la capacidad para reírse, el humor y la ironía para decir cosas que de otra forma no se podrían decir. El problema es que hoy todo discurso queda atrapado en un bucle comunicativo y se convierte en un estereotipo. La literatura está para darle la vuelta al estereotipo.



A priori, y ahí está la gracia, apunta Ferré, la literatura debe basarse en personajes que no son atractivos. En este caso, el autor fue más allá, acudió a un ser casi abominable al que, tras convertirlo en protagonista, dotó también de cierta humanidad. "Ahora cuando lo veo por televisión me parece que es mi propio personaje", se ríe. De lo que se trataba era de quitar la máscara y descubrir al hombre que había debajo, siempre con humor. Pero en Karnaval, un artecfacto total, hay una reivindicación mayor, un triple salto mortal:



- Karnaval es una apuesta por que la literatura tenga un peso en un mundo como en el nuestro, que ha caído en la trampa del sistema y en el que todo ha de tomarse en serio. La literatura se percibe como algo menor y que no tiene importancia y es precisamente al revés, porque lo minoritario puede encarnar la verdad de un modo más complejo, sobre todo si viene revestida de valores de libertad, ironía, humor e imaginación.



A pesar de la hibridación de géneros que contiene el título, desde un falso documental a un epistolario, el autor quiere separarse del tono ensayístico que algunos críticos han leído en sus páginas:



- El ensayo se incorporó a la ficción con mucha felicidad y es necesario relativizarlo en este contexto. Nada de lo que se dice en mi novela puede convertirse en una verdad objetiva. Pero a mí la dimensión estadística me parece importante, decir algo jugando con las posibilidades de la ficción. En la novela hay una parte que es un falso documental sobre el caso en el que hablan escritores, políticos... así vemos que hay un límite para el discurso objetivo, relativizamos la verdad a través de todos estos puntos de vista y los proyecto mucho más lejos. El que el enfatiza el ensayo está quitando valor a las posibilidades de la novela.



En efecto, pasan por Karnaval personajes como Philip Roth, Sollers, Houellebecq, Chomsky, Julia Kristeva y Harold Bloom, entre otros, cada uno con su propia voz. En lo que la crítica ha llamado "juego cervantino", el autor ve un auténtico ejercicio de ventriloquia que ha realizado tratando de dar con la idea que cada individuo podría tener sobre este caso particular. "Hay un punto de vista global que incluye todas las voces, entre ellas la del lector, que está obligado a tener una opinión propia".



Hay más lecturas para la obra. Por ejemplo, el hecho de que todos vivamos en un carnaval mediático y que nadie se tome en serio este hecho: "Hay que luchar por lo obvio, como decía Marx, y esto es una obviedad. Me interesa la literatura como juego. Ahora que se celebran los 50 años de Rayuela da la sensación de que la literatura contra la que se rebeló Cortázar es la que ha acabado imponiéndose", reflexiona Ferré, que siente "gran complicidad" con colegas como Manuel Vilas, Eloy Fernández Porta y Agustín Fernández Mallo, aunque reconoce que cada uno está desarrollando una apuesta personal. Así define la suya, que ha sido un crescendo hasta Karnaval, donde puso toda la carne en el asador:



- Mi apuesta es la gran novela europea, es lo que me define, me he sentido muy cercano a la novelística centroeuropea desde Providence hasta aquí, ese un rasgo diferencial. Mis novelas han ido sumando y apoyándose mutuamente pero marcando diferencias entre ellas. Desde el punto de vista de la comunicación con el lector, creo que la he logrado más aquí, por la temática, por los motivos, por la cercanía del tema y por la forma de expresar ideas y sentimientos.



Además, Karnaval tiene una vocación totalizadora. En ella están la política, la economía y la cuestión de género, tratada sin prejuicios ni complejos. De hecho, la víctima de la violación también pertenece a un mundo en el que irónicamente uno puede hacer muy rentable un abuso. Mientras tanto, la vida real le ha dado la razón al mostrarle cómo ha acabado resolviéndose el caso de su personaje: el universo que él traza en el libro, ese contexto en el que se le da el poder absoluto a lo pecuniario, ha logrado que un pacto económico entre acusado y víctima (hay fuentes que apuntan a entre 3 y 6 millones de dólares para la broma) zanje el proceso. Según Ferré, no estamos preparados para este tipo de nuevos comportamientos:



- Me interesaba hablar del presente desde un cierto futuro pero estamos en tales mutaciones que el libro ya puede verse como algo escrito ya desde el pasado. No estamos preparados para esto, todos los discursos están fallando y soy pesimista. El humor sirve para tener una sensación más gratificante o más festiva de lo que estamos viviendo, por eso creo que este es el gran momento de la novela, que puede decir todo y al mismo tiempo no decir nada, puedes hablar sin comprometerte sin que te tachen de sectario o propagandista.



Lo ha logrado, poco antes de esta entrevista Juan Goytisolo le había escrito diciéndole que su libro estaba no en la primera línea de la novelística española sino de la novelística en general. Y aporta él: "Asumirse como autor español es un error. Cuando se referían a Baroja como filósofo bilbaíno él se preguntaba si esos dos términos iban bien juntos". Español, malagueño, escritor sin más, quiere insistir Ferré en su reivindicación de la novela como soporte, como una forma de la inteligencia que va más allá que cualquier otro discurso, más poderosa: "Estoy seguro, cuando algún día se nos olvide que somos humanos, iremos a buscarnos a las novelas".