Pere Gimferrer. Foto: Doménec Umbert.

Tras varios poemarios de amor, Pere Gimferrer publica la semana que viene 'Alma Venus' (Seix Barral), en el que, junto a las referencias al cine o la cultura habituales en él, se alude a la actual situación política y social. El Cultural adelanta aquí unos poemas.

X

Todo poema tiene un tema sólo:

cómo dice otra cosa la palabra.

Ciego y sereno vive el gavilán

en la tiniebla de palabras últimas.

Yo pisaba estas calles en los años

en que mi juventud fue loba muerta,

pero eran irreales, no trazadas

todavía, o trazadas e insepultas.

Me miraban con ojos de pintura

o de fotografía incandescente

aquellas calles hoy borrosas, claras,

al mismo tiempo nítidas y angostas:

están en el pasado y hoy las cruzo,

voy en pos de mí mismo ensabanándome.

Todo es un pacto de irrealidad:

la serenata del rosal del tiempo.

Al doblar esta esquina, me veré desdoblado

como en el almacén La Rinascente

una tarde en Turín hecha de yeso

en la grisalla oscura de los pórticos.

(Recordé entonces que era carnaval,

al ver luces en nieve de febrero.)

Perseguidores del perseguidor,

nos acechamos porche a porche, esquina

a esquina, zigzagueo de mercurio

que escapa entre las manos, edad mía.

Como gárgola en piazza Solferino,

me mira mi carátula de ayer.

Haber llegado al cabo de la calle:

la luna pudo detenerse al fin.

Un mosaico de voces el poema:

son todos los poemas una voz

que murmura palabras maquilladas,

el rimmel descorrido y afónica la luz,

el oleaje que, al venir, se va.

La predela de Urbino es la palabra

clausuradora de Paolo Uccello:

sombras de azogue, luz endemoniada

en el bozal del aire que llamea.

Pero no es muralla la predela;

la palabra absoluta de la alhaja,

el encerado de la claridad.



VII

Fantaseando, descubrí el amor,

pero el amor es algo realista;

fantaseando, descubrí el poema,

mas el poema crea realidad;

como la servidumbre de los coros

puntuando Athalie, la fantasía

descubre lo real, la daga oculta,

gata de Angora en pliegues del tapiz.

Fantaseando, me encontré al poema,

fosfórico en la cueva del lenguaje:

como pistoletazos, las palabras

llenan el aire de pólvora y rosas.

Así, en Sant'Atanasia, el paladín

lucha por la princesa más dorada;

así brilla el acero en campo abierto

como en un mediodía de luciérnagas.

El exorcismo en sombra de George Soros,

la lanceta o espada de Noam Chomsky;

un país de poternas y castillos

para una justa en la irrealidad

que finge ser real, el pozo negro.

Yo venía del viento entre los pámpanos

y de las artimañas del metal:

yo venía del aire desprendido,

del sol que reta al mar por bulerías;

venía de la escuela de los ojos

que ven la bailarina de Metrópolis:

venía de los álamos de noche,

reales sobre todo en el poema;

en el polo magnético del verso,

cada palabra es fructificación.

Venía de vivir en el poema,

para que así el poema viva en mí.



XIII

La dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, chovinistas e imperialistas del capital financiero. Dimitrov



Sólo por gusto de la simetría

llevaban cruz gamada los cadetes.

Nos respondían: «Così, per bellezza»

bajo la luz sabea del balcón

en las noches etruscas de Siena.

(«Fascistas en Siena», dijo Riba,

como viendo las piezas de un mecano,

en el cartón del palio de los muertos.)

Y estos ojos hundidos, Julius Évola,

¿ven la luz de relámpagos astrales

o las artillerías en Salò?

Lo ha nivelado todo una luz sola:

de Belchite a Florencia una andanada,

un disparo de Anzio a Badajoz.

En las fotos, los rostros se me esfuman:

viven en un momento detenido

o aquel momento han puesto entre corchetes,

del paso de la oca al puño alzado

de Giovinezza a la Internacional.

Así una bola corrosiva incendia

aquellos días de mi juventud

cuando en el Turó Park leía a Lorca

y Alberti era tan sólo un salinar.

(Aquella voz más tarde, oro pastoso:

la libertad de Italia en una sílaba.)

No me mandes seguirte, oscura Némesis:

yo sólo soy esta voracidad

de poder empuñar con la mirada

lo que he vivido y lo que no viví,

lo que el poema, al irisarse, dice,

tornasolando el cielo en Galaad,

el arco iris de los versos idos,

la cucharada de la salvación.

Tan solos no estuvimos nunca: somos

el pimpampum de una verbena, churros

y pelotas de goma, tiro al blanco

del estrado a las gradas invadidas

por los furores de la parietaria,

con figurantes que de verdad sangran,

no en teatro de sombras: mortandad,

batidas en el tiempo de la trata,

y, más que nunca, el verso, insurrección.