Josep Pla. Foto: Fundación Josep Pla
En 1966 Josep Pla (Palafrugell, 1897-Llufriú, 1981) publicó El cuaderno gris, libro que muchos sitúan en lo más alto de su vastísima producción de grafómano compulsivo (más de 30.000 páginas recogidas en una obra completa de 46 volúmenes). El libro, con estructura de dietario, narra una serie de vivencias cotidianas e impresiones entre 1918 y 1919, cuando era un estudiante de Derecho de en la Universidad de Barcelona. Una epidemia de gripe provoca el cierre de las facultades y Pla retorna a su pueblo, Palafrugell, al hogar familiar. En ese momento arrancan las anotaciones. Esa edición se vendió bien y en 1969 vio la luz una segunda. "Un edición sucia", según Arcadi Espada, devorador antiguo de la literatura planiana y autor de Notas para una biografía de Pla.
Por esta razón ha acogido con satisfacción la nueva edición del libro que ha publicado Destino, en la que Narcís Garolera ha intentado limpiar de erratas y errores la versión precedente. El trabajo ha sido "estupendo", advierte a El Cultural el periodista. Sólo matiza que existen "algunas decisiones filológicas discutibles". Y denuncia que todavía falta una edición crítica del libro, circunstancia que achaca a la "chapuza institucional y cultural de la política catalana". Para Valentí Puig, autor del ensayo sobre el escritor ampurdanés El hombre del abrigo y compilador del Diccionario Pla de literatura, "la actual revisión por parte del profesor Garolera es loable, sin que para nada podamos olvidar lo que significó la primera edición del Quadern gris, que fue el primer volumen de su obra completa, en estrecha colaboración con su amigo, Josep Vergés, editor de Destino y con la corrección -tan compenetrada siempre- de Bardají, mucho más que un corrector".
Garoleda no sólo se ha encargado de revisar el texto original en catalán. También le ha dado una nueva vuelta a la traducción realizada por Dionisio Ridruejo y Gloria Ros (su mujer), de 1975. El proyecto se lo propuso al académico hace siete años Joaquim Palau, entonces director editorial de Destino (ahora comanda RBA). En 2008 ya había cumplido con su compromiso. Ambas revisiones estaban sobre la mesa de Destino. Pero han permanecido cinco años ahí, cogiendo polvo.
Ahora ya están en las librerías. La catalana salió a principios de diciembre y la castellana, este martes. Narcís Garolera pone mucho énfasis en delimitar con precisión el alcance de su intervención. No quiere que se le malinterprete y que se considere que le enmienda la plana a nadie, a pesar de que en la primera ha introducido en torno a 5.000 correcciones y en la segunda se ha quedado sobre la 3.000. "Lo que he intentado hacer es acercar lo máximo posible esta edición al manuscrito de Pla. La primera edición está poco cuidada. La segunda, que es la que he utilizado de base, corrigió algunas cosas pero también incorporó nuevos errores". Los hay de varios tipos. Hay erratas tipográficas sencillamente. También hay deficiencias en el trasvase del manuscrito (en buena parte escrito a lápiz y conservado en la Fundación Pla) a un texto mecanografiado. "No sé si sería culpa de la mecanógrafa o de los cajistas pero hay frases enteras que se saltaron. Y palabras que leyeron mal. Por ejemplo, donde pone 'ruralistes' se escribió 'novelistes'. O 'cine trist' por 'cine mud'".
Estos fallos pueden catalogarse de despistes. No hubo intención detrás de esos cambios. En otros sí la hubo. Una intención que podría calificarse de moralista, cuando Pla empleaba algún taco o término malsonante. Las 'collonades' proferidas por un profesor de Pla son convertidas en 'explicacions'. Es decir, se desactivó por completó la carga crítica y sonora del escritor catalán. Sí, fue una censura. Moneda común en aquella época. Otro capítulo en el que Garolera ha buscado "restituir" (la expresión es suya) la obra de Pla a su expresión primigenia es el de los castellanismos, habituales en la versión autógrafa. Pla, advierte Arcadi Espada, transigió con lo que parece a todas luces una pérdida de soberanía del autor sobre su criatura: "Es que tenía el complejo de que escribía mal el catalán". Existen ejemplos flagrantes de la deformación de su voz. Pla usó el vocablo 'solterona', que pasó ser 'vella senyora'. "Los correctores se excedieron muchas veces en sus funciones, en particular cuando una expresión no les parecía del todo catalana", explica Garolera. Y así indujeron a error también a Riduejo y Ros, en cuya traducción pusieron 'vieja señora'.
Por este motivo Garolera tiene claro que no podía acometerse una revisión de la obra en catalán sin proceder, posteriormente, a enmendar la castellana. "Sólo por esta razón", insiste. "La labor de Ridruejo y Ros fue admirable. Yo no le he cambiado ni una coma". Valentí Puig, por su parte, piensa que esa traducción representa algo tan fundamental como "el diálogo Castilla-Cataluña, hoy tan postergado". "Ridruejo y Pla, tan diferentes en formación y biografia, hablaron mucho sobre el futuro de España y la significación de Cataluña. Y fue la esposa de Ridruejo la que llevó el peso de la traducción, muy valiosa. Hace de eso varias décadas y Pla sigue teniendo lectores en toda España, en buena parte gracias a Ridruejo y Gloria Ros, y gracias a la revista Destino de Vergés".
El paso de una obra literaria de una lengua a otra siempre plantea la duda de si en el camino ha perdido viveza. En el caso de El cuaderno gris Arcadi Espada no aprecia ese problema: "¿Por qué iba perderla? ¿Es acaso el castellano una lengua muerta o herida?". Aunque sí reconoce que le "chirrían" los oídos en alguna ocasión cuando va del texto original al traducido: "Siempre sucede cuando se conocen las dos lenguas implicadas en la traducción". Valentí Puig tampoco siente que el tránsito suponga un pérdida de frescura: "No la pierde, pero no sé si viaja del todo bien de una a otra lengua, del mismo modo que hay vinos que no viajan bien. Con todo, es una cuestión de matiz, porque la obra de Pla es tan vasta que siempre quedarán márgenes para la traducción y para la lectura. No hay quien se lo acabe, no sólo por extensión, sino por intensidad cualitativa, estilística".
Cierto: Pla es enorme. Una personalidad cuajada a partir de un sinfín de presuntas contradicciones: el afrancesado y cosmopolita que se cala la boina de payés y acaba emboscándose en su pueblo; el huraño en continuo contacto con sus coetáneos, hablando constantemente con ellos; el solterón encandilado con la belleza femenina; el sabio que predicaba la superficialidad; un reaccionario muy liberal; un intelectual disfrazado de campesino... El cuaderno gris, escrito en diversas fases ("Pla era un maestro del corta y pega", señala Narcís Garolera), es un testimonio imprescindible para adentrarse en su personalidad, tan resbaladiza. Es imposible que cualquier sistema ideológico pueda utilizarlo para sus objetivos: ni los de aquí ni los de allí, ni los hunos ni los hotros. En este dietario, que algunos tildan de novela (la cuestión no es pacífica), "hay un mundo", dice Arcadi Espada. "Un mundo perdido y recobrado". Algo que tanto recuerda a Proust. "Seguramente, estamos ante el mejor Pla", remacha Valentí Puig.