Enrique Dans, Alberto Olmos, Arcadi Espada y Amador Fernández-Savater
¿Resistirá la industria cultural el embate de internet, de lo gratuito y de la filosofía de la cultura libre? ¿Abrimos o cerramos la cultura? A propósito de la publicación de Parásitos, de Robert Levine convocamos al debate a Enrique Dans, Alberto Olmos, Amador Fernández-Savater y Arcadi Espada.
Enrique Dans
"La industria cultural se está suicidando"La información quiere ser libre, e internet está diseñada desde su base para que pueda serlo, porque fue una red ideada para asegurar el flujo libre de contenidos incluso bajo las circunstancias más duras. Que sea "gratis" o no es otro problema: por el momento es gratis porque la industria no ha querido ni sabido proponer alternativas atractivas para el usuario. Si una industria se dedica a suicidarse negándose a ofrecer sus productos en las condiciones que sus clientes se lo demandan, si se dedica a insultarlos, perseguirlos y criminalizarlos, si pretende imponerles ventanas de explotación geográfica y por formato que ya no tienen sentido alguno, lo que está haciendo es dejar dinero encima de la mesa para que lleguen otros y se lo lleven. A día de hoy, cualquier contenido creado que se pretenda comercializar debería estar inmediatamente disponible desde cualquier dispositivo, desde cualquier lugar del mundo, y en múltiples formatos: gratis financiado con publicidad, mediante un micropago calculado a partir del coste que supone ahora su distribución, mediante una plataforma de suscripción con tarifa plana, y con cualquier otro esquema que se nos ocurra. Un esquema así disuadiría a una gran parte de los clientes que hoy escogen canales irregulares para su consumo. Si hablamos de la industria actual, repleta de dinosaurios inadaptados, ignorantes, arrogantes y lobbistas dispuestos a cambiar las leyes para servir a sus intereses, es mucho mejor para todos que no sobreviva. Pretender que sobreviva una industria así es completamente absurdo. En cualquier caso, la cultura no corre ningún peligro: el peligro para la cultura viene mucho más de las industrias que pretenden estrangular su disponibilidad que de una red que la permite. Hay muchos modelos de negocio viables. Mientras la industria se dedicaba a chillar histérica que era "imposible competir con el todo gratis" y se afanaba en insultar y perseguir a sus clientes, actores como Kim Dotcom demostraron no solo que se podía crear un producto atractivo, sino que además, los usuarios estaban dispuestos a pagar. Y como todo en la red, tras cerrarlo irregularmente, renace reforzado y dispuesto a demostrar que el sistema que la industria propone no funciona. Quien se niega a evolucionar, es atropellado por la evolución.
Enrique Dans es Profesor de Sistemas de Información en IE Business School.
Alberto Olmos
"A los empresarios de internet les conviene lo gratuito"Un productor, ya pensando en términos de obra cultural, querrá siempre un mínimo beneficio, o cubrir costes, por lo que ese esfuerzo y ese dinero lo pondrán aquellos que sean capaces de hallar el modelo de negocio que se avenga con los nuevos tiempos. Y también, claro, todos aquellos a los que no les importe escribir gratis, o realizar cualquier otra tarea sin esperar compensación económica. Lo malo -y está pasando ya- es cuando se juntan ambas posibilidades y un tipo ve el modelo de negocio de nuestros días en sacar un medio digital en el que se ingresa dinero por publicidad y no se paga nada a los colaboradores, tan contentos de escribir en él sobre lo que les gusta. Según yo lo veo, hay una serie de productos que sólo merecen la pena si los pagas. Imaginemos que Apple regalara el Ipod, ahora que se va quedando viejo; esto es, que siguiera produciendo Ipods, sin innovarlos en modo alguno, pero para uso generalizado de la población mundial, desde Senegal a Canadá, sin desembolso. ¿Cuánta gente de EE.UU. querría entonces llevar un Ipod en el bolsillo? La última tecnología no es necesaria; sin embargo, la música puede que sí lo sea; necesaria espiritualmente, si quieres; y por eso da igual si la pagas o no en lo que a disfrute se refiere. Del mismo modo, hacer música -o escribir novelas o rodar películas- provee de suficiente placer como para que se siga haciendo sin que medie la idea de un beneficio económico. Sin embargo, ningún trabajador de "hardware" va a dedicar ocho horas al día a crearlo o mantenerlo si no le conceden un salario, y uno muy bueno además. Desde estos presupuestos, es inviable que se produzcan aparatos de vídeo o plataformas digitales de contenidos si no hay un retorno de la inversión. Finalmente, en España, muchos de los que defienden estas cosas son ellos mismos empresarios de internet, esto es, personas a las que les convienen los contenidos gratuitos. Todo lo que rodea a la cultura libre viene hoy día envuelto de una pompa extraordinaria, como si incrustar el sello de Creative Commons en tu blog fuera un acto de osadía, cuando de toda la vida de dios uno ha compartido las cosas sin darse tantos aires. En todo caso, lo único que se me ocurre es que las empresas culturales cobren por sus productos y paguen a sus colaboradores y empleados.
Alberto Olmos es escritor. Su última novela es Ejército enemigo.
Amador Fernández-Savater
"La industria cultural lo tiene todo que perder"No tengo recetas ni soluciones para los problemas que pone sobre la mesa un mundo que es y será infinitamente reproducible, copiable. De hecho la única propuesta que lancé en aquella cena con Ángeles González Sinde fue la de abrir un debate público entre creadores, autores y trabajadores de la cultura. Me parece vital que afloren esas voces tapadas y que una realidad múltiple y compleja como la de los creadores y los trabajadores culturales no pueda ser reducida e identificada completamente con los intereses de la industria cultural. Se trataría de un debate directo, sin intermediarios, donde cada cual pudiese hablar con su propia voz. Para escucharnos y pensar juntos: ¿cómo trabajamos, de qué vivimos, cómo nos afectan realmente las descargas, qué podemos hacer, qué estamos inventando ya? Por un lado, sería una manera de empezar a hablar en nombre propio y, por tanto, de empezar a autoorganizarse. Por otro lado, ese debate directo y desde abajo podría permitirnos ver más claro lo que está pasando, porque es muy difícil orientarse en esta realidad tan opaca donde sólo hay discursos propagandísticos que "ven lo que quieren ver". La "piratería" no es el enemigo, sino más bien el síntoma de que hay un modelo cultural y de negocio (basado en el control sobre la copia) que está en crisis. Una industria cultural que lo tiene todo que perder. No sé qué piensan hacer, ¿tratar de imponer un estado de excepción en la Red? Por otro lado, hay un "nuevo capitalismo" perfectamente adaptado al paradigma de la Red (Google, Facebook, etc.). Para ese "nuevo capitalismo" no se trata de controlar las copias de las obras producidas, sino de regular los intercambios, las interacciones y los contenidos producidos por los mismos usuarios. Ambas modalidades de capitalismo son privatizadoras (la gestión de lo común deja de estar en manos del común) y precarizadoras (¿qué proporción de ingresos devuelve Youtube a la gente que produce los contenidos?). Pero la segunda me parece más peligrosa, porque se adapta como un guante a la subjetividad contemporánea de la que todos partimos: ofrece inmediatez, instantaneidad, gratuidad, facilidad, poder despreocuparse de los fastidiosos problemas de gestión, etc. Vamos a tener que aprender a movernos en medio, está todo por hacer y pensar.
Amador Fernández-Savater es editor y periodista.
Arcadi Espada
"La idea de una cultura de coste cero es absurda"Mientras que el coste de recopilar información sigue siendo alto -al menos para los productores del contenido- el coste marginal de la difusión se redujo al máximo con la llegada de internet, y eso provocó la idea de una cultura de coste cero. Sin embargo, los productos culturales nunca han tenido un precio acorde a su coste marginal. Respecto al funcionamiento del mercado, cuando una obra intelectual está protegida por derechos de autor su precio, como producto de consumo, no se vincula a su coste de reproducción. ¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de libros? Porque 20 o 25 euros es mucho dinero por un montón de hojas de papel pegadas. Pero no pagamos por eso: lo que compramos es el texto. El esfuerzo. También quien compra un ebook lo que paga es el texto en sí. Y el editor casi siempre ha pagado al autor por el derecho a venderlo, y por la traducción, la edición, el marketing para su comercialización, etc. El soporte importa poco, porque los costes fijos son los más elevados y son los mismos en un libro impreso que en un ebook. Lo mismo sucede con la música o las películas: lo que se paga con los derechos de autor no es su soporte. Si se distribuyen gratis por internet todas las copias de una obra audiovisual ¿cómo se puede no ya obtener algún beneficio sino simplemente recuperar el coste de producción? ¿Vendiendo el original o primera copia por el importe total de ese coste? ¿Habría que vender la primera copia de una película por doscientos millones de dólares y así poder regalar millones de copias? Absurdo. Es decir el absurdo de la cultura gratuita. Por ahora, la piratería está llevando al inevitable recorte a las empresas creativas, primero en plantilla, después en ambición y por último en calidad. No se sabe todavía cómo vincular la copia digital de las obras con la supervivencia de sus autores y, quizá, de la propia industria cultural, tal como ahora la conocemos. La sociedad debe decidir si vale la pena preservar la creación. Y en qué medida. Muchos no se toman en serio una realidad: sin incentivos desaparecerá la creación profesional. El auténtico debate no es si los autores tienen derecho al incentivo para seguir creando sino si la sociedad necesita sus obras. Esa es la pregunta clave y la única aportación, aun colateral, de la actividad de los ladrones.
Arcadi Espada es periodista y director de la Fundación Ibercrea.