Ildefonso Falcones



Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) ha sucumbido a la seducción del cante flamenco y la música de los esclavos cubanos en su nueva novela, La reina descalza, ambientada en el siglo XVIII. Con los ingenios azucareros como punto de partida, el libro aterriza en Sevilla, puerto de entrada y salida de las riquezas de las Indias, a través de los ojos de una esclava negra. Caridad gana la libertad antes de desembarcar gracias a la muerte de su amo. Abandonada en un mundo que no conoce, es precisamente el cante el que la atrae hacia otra minoría rechazada, pero que no tiene ningún interés en ser asimilada: los gitanos, un pueblo "que siempre ha sido libre". Tras el rotundo éxito de ventas de La catedral del mar y La mano de Fátima, Falcones asume con los pies en la tierra esta nueva historia de solidaridad, intolerancia y desafío.



Pregunta.- La catedral del mar se desarrollaba en el siglo XIV. La mano de Fátima, a finales del XVI, principios del XVII. En La reina descalza llegamos al siglo XVIII. ¿Alguna razón para este orden cronológico?

Respuesta.- Voy sumando de dos en dos (se ríe). En realidad es fruto de la casualidad, aunque efectivamente sí que marca una tendencia. Habrá que ver el cuarto… Aunque todavía no tengo ideas para ese.



P.- Sus libros salen a la venta con un paréntesis de varios años. ¿Es por falta de tiempo?

R.- Son setecientas páginas, guiones muy desarrollados, estudios muy profundos. No escribo de nada que no haya conseguido estudiar, y eso lleva mucho tiempo. Tampoco hay prisa.



P.- ¿De dónde surge la idea para la novela?

R.- Tenía interés en hablar sobre los ingenios azucareros, sobre la explotación esclavista del siglo XIX. Es como un repunte de la esclavitud, que había ido decayendo a lo largo de los siglos, España ya había firmado su abolición, y en el siglo XIX vuelve a reventar en manos de la aristocracia azucarera. Estudié bastante, pero me pareció complicado ir a Cuba, era poco práctico. Así que lo que hice fue traerme a la cubana aquí. A ella y a la música. La de los esclavos, la de los negros, en la que transmitían todos sus sentimientos, las pequeñas cosas del día a día. En lugar de hablar, lo cantaban. A raíz de ello empecé con el flamenco, y obviamente si hablaba del flamenco tenía que hablar de los gitanos.



P.- Caridad y Milagros. ¿El simbolismo de los nombres también es casual?

R.- Milagros es un nombre muy gitano, muy andaluz. Y Caridad remite a la Virgen de la Caridad, también típico de Cuba. Cachita. Había muchas esclavas que se llamaban así, y hoy en día hay muchas mujeres que también.



P.- Una esclava desamparada a la que le han quitado a su hijo, y una gitana que forma parte de una raza proscrita. ¿Qué tienen que ganar, o que perder, sus dos protagonistas?

R.- Perder poco. Son minorías pobres, así que en realidad lo máximo que pueden perder es la vida, la libertad. Aunque esto también es mucho. ¿Qué tienen que ganar? Pues mucho. Caridad tiene que aprenderlo todo, tiene que empezar a vivir, que convertirse en una mujer y dejar de ser una esclava. La libertad que le han concedido debe pasar de ser una libertad formal a una libertad real. Y Milagros al revés, tiene que entender que esa libertad que ella ejerce como niña, como adolescente caprichosa, se convierte en una libertad sometida a la injusticia hacia su pueblo, su familia, sus allegados.



P.- En la novela nos encontramos con una sociedad incapaz de asumir a los diferentes, tanto esclavos como gitanos.

R.-Así fue la realidad. Con los esclavos no importaba tanto, o bien ejercían como tales o bien pasaban a ser hombres libres, y casi automáticamente saltaban a la pobreza y la miseria. Con los gitanos sí que había una actitud contraria, porque eran diferentes. Se dirigía más al gitano no asimilado, trashumante, que al que vivía en las ciudades. Había una visión del gitano que engañaba en las ferias. Era un pueblo muy etnocéntrico, sólo existían ellos. El payo no existía y lo que Dios ha puesto en el mundo es para todos, y eso no gustaba a la gente. Además, tenían una trayectoria desde los Reyes Católicos.



P.- "Los gitanos siempre hemos sido libres".

R.- Eso también provoca resquemor, sobre todo desde el punto de vista de la mujer, que estaba sometida al marido y tenía poca intervención. La mujer gitana tenía más participación en la vida diaria. Incluso encontramos todavía residuos de sociedades gitanas matriarcales. Además, había una cierta protección por parte de los nobles, que creo que sigue existiendo. Es esa idea de los grandes que se juntan con los gitanos como si les diese envidia ese carácter, esa libertad. Quizá se sentían atraídos por esa forma de vida.



P.- ¿Las mujeres gitanas perdonan, u olvidan, y los hombres se vengan?

R.- Yo creo que eso tiene relación con la diferencia varón-hembra, no sólo entre gitanos. La mujer no es que perdone, es que la obligan a perdonar, pero siempre tiene en mente lo que le ha sucedido y siempre lo tendrá. El hombre es más primario, busca la venganza inmediata.



P.- ¿Pesa el éxito de La catedral del mar con los nuevos libros? ¿Cómo se asimila una fama semejante?

R.- Repetir ese éxito creo que es imposible, muy pocas novelas han llegado hasta ahí. Ahora, claro que me gustaría. Pero no pesa, no puede pesar. Llega un momento en que una persona tiene que ser consciente de sus posibilidades. Haciendo un paralelismo, ganas un pleito, y dos, y tres, pero el cuarto lo vas a perder seguro. No puedes esperar ganar todos los pleitos, es imposible. Esto es lo mismo.



P.- En una entrevista dijo que ni se considera escritor, ni se considera catalán. ¿Cómo es eso?

R.- Bueno, ni se me considera escritor, ni se me considera catalán. Evidentemente, escritor soy, ahí están mis libros. Y catalán… Nací en Barcelona, he vivido toda mi vida ahí y quiero a Cataluña, por lo tanto me considero catalán. Pero hay gente que no me considera así.



P.- Un "ladrillo" de más de 700 páginas es más cómodo en digital. ¿Está de acuerdo? ¿El nuevo formato es una ventaja o un problema?

R.- El digital triunfará, evidentemente. Y el papel desaparecerá, por más románticos que seamos. Lo mismo decíamos del vinilo, y de toda una serie de soportes como el CD, incluso el pen-drive. Ahora todo lo tenemos en una nube que no sabemos dónde está, pero que está en algún sitio. Lo mismo pasará con esto. Las nuevas generaciones están acostumbradas a este tipo de formatos, y llegará el momento en que el papel desaparecerá.



P.- Pero eso no significa el final de los libros.

R.- No tiene por qué, si se pone coto a la piratería. Mi libro salió el día 21, y el día 23 ya estaba pirateado en la red. Se pueden hacer muchísimas cosas contra esto, pero nadie tiene la voluntad de llevarlas a cabo. Una persona no puede estar tres años trabajando para no ganar un duro.