Imagen nocturna de Nueva York desde satélite

BBVA. Madrid, 2013. 537 páginas, 20 euros

Predecir el futuro es un viejo afán humano. La astrología buscaba hacer predicciones desde la observación del movimiento de los cuerpos celestes. La ciencia por excelencia, la física, busca establecer predicciones cuantitativas y objetivas. En ese proceso de pronóstico de situaciones ubicadas más allá del presente hay que situar este volumen, subtitulado "Visiones para un mundo mejor".



Desde hace décadas, la futurología o los estudios del futuro -como los denominan en el ámbito académico anglosajón- se han ido configurando como un área de estudio compleja pero llena de interés. A mitad de los años sesenta Herman Kahn, Olaf Helmer, Daniel Bell, Bertrand de Juvenal o Wendell Bell conformaron con sus textos la primera generación de futurólogos a la vez que se hacían patentes dos perspectivas divergentes. En Estados Unidos se ponía el foco en proyectos aplicados, técnicas cuantitativas y sistemas de análisis. En Europa se buscaba investigar el futuro a largo plazo de la humanidad en un mundo sostenible.



El armazón de este volumen lo conforman cuatro grandes vías al futuro: ciencia y tecnología, medio ambiente, sociedad global y personas. A todo ello se añade una trabada introducción estratégica a cargo de Francisco González, más una presentación de las teorías sobre el futuro debida a Sohail Inayatullah. Cierra, con un texto que posiciona al BBVA de cara a la sociedad y las finanzas más allá del año 2020, Beatriz A. Lara Bartolomé. El lector encontrará en este volumen representada la futurología en sus dos grandes corrientes, la norteamericana y la europea. Quizá con más peso la primera que la segunda.



En todo caso, lo que queda claro desde el comienzo de este volumen es que los estudios futurológicos no sólo pronostican o interpretan el futuro, también se preocupan por crear no sólo la posibilidad, sino la realidad de futuros alternativos. Por otro lado, el optimismo sobreflota Hay futuro (el título no es casual). Como escribe Jerome C. Glenn, "la pobreza extrema ha disminuido en el mundo desde el 52% que representaba en 1981 hasta cerca del 20% de 2010". Habitamos un planeta cada vez más rico y pacífico, más sano, mejor educado y conectado, y las personas viven más años. Más de 2.000 millones han obtenido acceso a una mejor agua potable desde 1990. La salud de la humanidad continúa mejorando. La incidencia de enfermedades infecciosas está disminuyendo, al igual que la mortalidad por enfermedades como la malaria, la rubeola e incluso el VIH/SIDA.



No todo puede ser optimismo. Hay sombras, trabajo pendiente, amenazas con capacidad para activarse. Con todo, la cuestión que encierra más preocupación en este volumen se refiere a la demografía del planeta. Joaquín Vial, Clara Barrabés y Carola Moreno señalan que el siglo XX se inauguró con una población que rondaba los 1.500 millones y al finalizar los habitantes del planeta eran más de 6.100 millones. Recogen las proyecciones de Naciones Unidas que prevén algo más de 9.300 millones a mediados del presente siglo y 10.000 millones, tal vez se supere esa cifra, a finales del mismo.



Parece evidente que el crecimiento de la población supone un tremendo aumento de la presión sobre los recursos de la Tierra. El creciente deshielo del Himalaya, cordillera que sostiene un importantísimo porcentaje de las reservas de agua dulce del planeta, puede suponer un problema de considerable envergadura. Asímismo, la capacidad para absorber los residuos de la actividad humana disminuye cuando aumenta la densidad de población. En otro orden de cosas, la seguridad social se inventó en Alemania a finales del siglo XIX cuando la esperanza de vida rondaba el medio siglo y la mortalidad infantil era muy elevada. En la actualidad la esperanza de vida se ha alargado de modo muy considerable pero las estructuras burocráticas no han evolucionado lo suficiente. Los incrementos de población requieren cambios tecnológicos profundos que permitan aumentar la capacidad del planeta o bien reducir los impactos adversos de la población sobre la Tierra.



La preocupación ética es una línea roja desde el principio hasta el fin de estas páginas. La necesidad global de una mayor cooperación personal e institucional está muy presente. Los modelos empresariales basados solamente en el consumo son cosa del pasado. Es necesario pasar de la economía del yo a la del nosotros en un mundo sostenible. Para ello, apunta Anne Lise Kjaer, se hace necesario involucrar al Estado, las empresas, las comunidades y los ciudadanos. Una sociedad más inclusiva debe saber que tener más no es una vía sostenible para lograr un futuro mejor.



Hay futuro. Visiones para un mundo mejor es el quinto libro de un proyecto del BBVA que comenzó en 2008 con la publicación de Fronteras del conocimiento. Con periodicidad anual le siguieron Las múltiples caras de la globalización (2009), Innovación. Perspectivas para el siglo XXI (2010) -véase la recensión en estas páginas- y Valores y Ética para el siglo XXI (2011). Magníficamente editada por TF (Tito Ferreira), esta serie, debida a especialistas del máximo nivel en sus disciplinas, forma parte del esfuerzo corporativo del BBVA por aumentar y distribuir el conocimiento (OpenMind es el espacio creado para su difusión en la web).



Visionar el futuro es una forma de construirlo, es una manera de mejorar el mundo que dejaremos a generaciones venideras. La futurología es una actividad intelectual apasionante. El poder de este volumen radica en que adentra al lector en el futuro y le pide un esfuerzo de razón y generosidad para que nuestras elecciones de hoy mejoren el mañana.



Otra cosa bien distinta es pensar que el futuro se pueda predecir por completo o que esté predeterminado. Tras la guerra franco prusiana, la paz de 1870 parecía definitiva y nada hacía prever la Primera Guerra Mundial de 1914. A las potencias que impusieron la Paz de Versalles se les escaparon las consecuencias sobre la derrotada Alemania.



Predecir es, como apunta José Manuel Sánchez Ron en su atractivo texto, "el propósito último de la ciencia, que busca determinar la evolución futura de los fenómenos que tienen lugar en la naturaleza". Sin embargo, en su mismo artículo se señala cómo a finales del siglo XIX se extendió en los frentes más avanzados de la física la creencia de que la electrodinámica elaborada por James Clerk Maxwell (1831-1879) y su teoría de los campos electromagnéticos completaba la dinámica newtoniana y, ahora sí, quedaban establecidas las bases científicas para describir, y en consecuencia predecir, la naturaleza. Albert Einstein (1879-1955) y la mecánica cuántica, sobre cuyos pilares se levanta una buena parte de la tecnología actual, construyeron unos presupuestos de la física ajenos por completo a Maxwell y Newton.



En todo caso, y esto es un acierto del presente volumen, tratar de construir escenarios de futuro y hacer planificaciones estratégicas conforma un estimulante desafío para la inteligencia y la bondad.