Cees Nooteboom. Foto: José María Casaña
En un relato titulado Poseidón Kafka perfila al dios como un viejo agotado. Organiza los recursos del mar para que todo funcione como es debido desde el fondo. Ahí habita, casi uncido a sus quehaceres logísticos, y apenas tiene una perspectiva clara de la majestad y potencia del hábitat que domina. Cees Nooteboom (La Haya, 1933) desconocía este cuento. Pero cuando lo leyó por primera vez le dio por situarse en la posición de la exhausta divinidad y mirar hacia arriba. Y se dio cuenta de que un día Poseidón tuvo que ver las plantas de los pies de Jesucristo avanzar sobre la superficie acuática. Es una imagen que sobrecoge, por su belleza y por su carga simbólica.
Nooteboom se preguntaba si el dios griego sentiría envidia del hijo del dios cristiano. En cierto modo su llegada a este mundo suponía ser relegado en el universo de los hombres. Y decidió preguntárselo. Por carta. Pero no era la única cuestión que tenía para Poseidón. El autor holandés guardaba muchas más, desde hacía tiempo. "En realidad es un personaje que me fascina desde que leí la Ilíada en el instituto", explica a El Cultural. Está en su habitación de un hotel de Bogotá, a donde ha llegado para presentar en la feria del libro de la ciudad colombiana alguno de sus libros que se acaban de publicar allí. Uno de ellos es precisamente el que da pie a esta entrevista, Cartas a Poseidón (Siruela), formado por todas la cartas en las que plantea una amplia diversidad de cuestiones al dueño y señor de los mares.
"En cierto modo, me ha salido un texto teológico", precisa. "Me cuesta mucho intentar explicarlo así, por teléfono, es un libro sui generis, algo extraño". La verdad es que resulta complejo de clasificar. Lo componen decenas de misivas en las que Nooteboom no sólo le pregunta cuestiones teológicas (sobre la inmortalidad, sobre lo que le inspiran los seres humanos, sobre los celos respecto a otros dioses...). También le narra impresiones, sucesos, curiosidades... "Pensaba que Poseidón tenía necesidad de saber más de lo que pasa aquí". En realidad, Nooteboom se convierte en una especie de enviado especial de Poseidón en este mundo, obligado a darle cuenta de su laberíntico devenir.
El autor de Hotel nómada, que acaba de publicar en España también Autorretrato de otro (Calambur), en colaboración con el pintor alemán Max Neumann, recuerda que la bombilla para escribir este libro se le encendió por casualidad. "Cada vez le presto más atención y marcan mis pasos señales aparentemente azarosas". Estaba en un café de Munich, en la Marienplatz, dispuesto a emprender la lectura de Las cuatro estaciones , de Sandor Marai, que acababa comprar. El camarero le entregó una servilleta y ahí leyó: "Café Poseidón". Y aparecía una ilustración clásica del dios, con su tridente y sus barbas. "Acababa de terminar Los zorros vienen de noche y me sentía vacío, como cada vez que termino un libro. Yo no suelo saber qué voy a escribir después. Y me dije: 'Pues ahora es el momento'".
Nooteboom, un clásico en las quinielas del Nobel cada año, siente una querencia profunda por el mar, que no ha hecho sino agravarse durante las cuatro décadas que lleva asomándose al Mediterráneo desde la isla de Menorca, donde pasa varios meses al año (por lo general, el periodo estival). Es otra de las razones de su interés por los designios de Poseidón. Entonces fue cuando se puso a pergeñar esas abigarradas narraciones que contienen las cartas, que ha escrito a lo largo de cuatro años. Es curioso que a lo largo del libro Nooteboom no le pide nada Poseidón. El cumplimento de ningún deseo, que es lo típico que los hombres imploran a los dioses. "Bueno, la verdad es que siempre le pido una cosa todos los años. Antes de irme de Menorca, cuando ya está llegando el otoño, me lanzo de una roca al agua y le solicito el favor de que me deje volver un año más. De momento no me ha fallado".
Es allí donde le gusta esconderse de los trajines cotidianos. Donde se vuelve provisionalmente un hombre sedentario. Algo insólito en un trotamundos infatigable como él. No para. A Suramérica acaba de llegar después de recorrer durante cinco meses los templos de Kioto junto a su mujer, con la que ha urdido un volumen en el que documenta los itinerarios de peregrinación budista del país nipón. De Bogotá se trasladará a la feria del libro de Buenos Aires, en un par de semanas. Luego tocan conferencias en Montevideo y Santiago (en esta ciudad junto a Alejandro Zambra). Y por último, atravesará el desierto de Atacama. Luego pretende recalar en Menorca: "Y no ser molestado por nadie".
Tanto trasiego es consustancial a su literatura. Y Cartas a Poseidón no es una excepción . A su manera, es también un libro de viajes, que compila retazos de los rincones del planeta más dispares. Material de primera mano para mantener bien informado al dios heleno, que, confiesa Nooteboom, todavía no ha acusado recibo. "Ya veremos, con los dioses nunca se sabe".