Image: Crónica de la eternidad. ¿Quién escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?

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Letras

Crónica de la eternidad. ¿Quién escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?

Christian Duverger

24 mayo, 2013 02:00

Facsímil de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España

Taurus. Madrid, 2013. 384 pp., 20 e. Ebook: 9'99 e.


Con esta inquietante pregunta, ¿quién escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?, comienza este fascinante libro de Christian Duverger (Burdeos, 1948), que a la vez plantea un gran dilema a los lectores. Cabe la posibilidad de estar frente a un libro académico, lleno de erudición y notas bibliográficas. Sin lugar a dudas su obra es producto de una paciente y laboriosa investigación histórica, que utiliza tanto fuentes primarias como secundarias, que las critica y las interroga sistemáticamente, a veces de manera inmisericorde.

Pero también podríamos estar frente a una novela policíaca, estructurada en torno a la búsqueda del autor del homicidio. También es posible, aunque aquí no se trata de encontrar al responsable del crimen, sino al autor de una obra señera en la literatura hispanoamericana. En este caso el detective protagonista se arma de una buena dosis de paciencia y es un hábil interrogador. De este modo, nuestro autor, con un lenguaje muy directo, nos conduce del principio al fin a través de una trama muy bien trabada.

Libro académico más novela policíaca. Buena mezcla, combinada en las dosis oportunas, para una placentera y más que interesante lectura. Como el autor, en diversas entrevistas concedidas para promocionar su obra, mostró sus cartas y apuntó todos sus focos sobre el culpable/responsable/autor, yo, mero comentarista, me veo eximido del pacto de silencio que se debería mantener en estas ocasiones y centrarme directamente en el meollo del libro.

De forma contundente Duverger señala que Bernal Díaz del Castillo no pudo ser el autor de la Historia verdadera de la conquista de la nueva España. Y esto por varios motivos, entre ellos el momento (cuando se firma el manuscrito el supuesto autor era un venerable anciano, de frágil memoria), la oportunidad (¿era posible, desde la lejana Guatemala, reunir todos los testimonios, todos los libros y documentos y todos los contactos para llevar a cabo una empresa de esta naturaleza?) y los conocimientos (ya que el grado de sofisticación y erudición de quien escribió el manuscrito distaría mucho de un personaje caso analfabeto como Bernal Díaz). Como dice nuestro autor: "Todo apunta a pensar que Bernal Díaz del Castillo nunca escribió nada, ya que nunca supo escribir. En todo caso, no lo suficiente como para completar la Historia verdadera...".

Una vez despejada la duda de que, según su punto de vista, era prácticamente imposible que Bernal Díaz escribiera La historia verdadera..., Duverger lanza otra pregunta, todavía más inquietante que la anterior: si Bernal Díaz no fue el autor, entonces quién fue. Y aquí la respuesta es mucho más sorprendente: sin lugar a dudas el autor debió de ser Hernán Cortés, el conquistador, el genial estratega que incorporó México al imperio español, el aventurero culto y mundano y, sobre todo, ese extraordinario personaje habituado a coexistir con el poder.

Pero, por sobre todas las cosas, Cortés era el dueño de su memoria, de sus recuerdos, de los archivos que atesoraban todo lo ocurrido durante los largos años que duró la conquista del imperio azteca, de los territorios mayas y de las tierras circundantes. Sin embargo, si la teoría de Duverger acabara aquí este libro sería menos sorprendente. Ocurre, por el contrario, que La historia verdadera…, según su teoría, es obra de un complejo montaje, urdido por el propio Cortés en la última etapa de su vida, para dejar testimonio de su hazaña y del significado de la misma, así como un pequeño ajuste de cuentas con todos aquellos que a lo largo de casi tres décadas habían obstaculizado o impedido la consecución de sus objetivos.

Desde esta perspectiva Cortés se lanza a una doble tarea. Por un lado, el dictado de la "historia oficial", narrada por Francisco López de Gómara, portadora de todos los tics del academicismo. Por el otro, la elaboración, a su cargo, de una historia escrita por un autor "anónimo" de carácter plebeyo, al que se puede hacer decir cosas que de otro modo no serían toleradas. Es más, Duverger nos recuerda que después de la censura a la que fueron sometidas sus "Cartas de relación" a Cortés prácticamente se le privó de la palabra.

Nuestro autor así lo define: "Entonces Cortés tiene una idea. Una idea que no lograron detectar los reflectores de la historia pero que es factible reconstruir a partir de la cuidadosa búsqueda que llevé a cabo. Esa idea se le parece. Es tan imprevisible como desconcertante, genial claro está: el cortesano pasará a la clandestinidad. Decide crear un personaje de ficción detrás del cual podrá refugiarse, un conquistador anónimo testigo permanente de la empresa mexicana. El asunto es arriesgado. Hay que constituir un personaje creíble que sea admirador de Cortés sin ser adulador; hay que dotarlo de una verdadera consistencia humana, inventarle un carácter, tics de lenguaje, obsesiones. Sobre todo, hay que guardar el secreto: esa invención, enérgica respuesta al despliegue de una censura al acecho, no debe en ningún caso filtrarse fuera de los muros de la casa. Sólo hay una técnica para darle la vuelta a lo prohibido con éxito: el silencio."

Las explicaciones y los razonamientos de Duverger son cartesianos, concluyentes. El lector poco informado de todo lo que subyace bajo la cuestión se sentirá tentado a darle la razón en prácticamente todas las cuestiones que plantea, comenzando por la identidad de Bernal Díaz. Cómo no hacerlo si hasta uno de los retratos suyos que llegó a nuestros días, y que incluso ilustró la portada de una Semblanza de Bernal Díaz, publicada en 1998!!, era en realidad del rey francés Enrique IV. Sin embargo, entre los especialistas no hay unanimidad detrás de las teorías de Duverger. Por ejemplo, Guillermo Serés, editor de una edición reciente de La historia verdadera… sostiene la veracidad de la autoría de Bernal, cuestionando algunas de las evidencias de Duverger. Como se ve, la polémica está servida. Mutatis mutandi es similar a la creada en torno a la figura de William Shakespeare. En este caso, la argumentación se apoya en numerosos supuestos sobre los que se va construyendo la teoría. Analíticamente el procedimiento es perfecto, en la práctica es cuando surgen las dudas.

Construir teorías conspirativas ex post es bastante posible. Pero las evidencias que aporta Duverger no son del todo concluyentes. Puede que tenga razón, que Cortés maquinó toda una historia para terminar escribiendo su crónica de la eternidad, de su propia eternidad. Pero puede también que, por un cúmulo de casualidades que al final no lo son tanto, Bernal Díaz del Castillo haya sido un personaje de carne y hueso y el verdadero autor de una historia verdadera. De todos modos, y más allá de elucubraciones teóricas, la obra es fascinante y bien merece su lectura.