Nicanor Parra, en una exposición en la sede de Telefónica, en Santiago de Chile. Foto: Mario Ruiz
El próximo miércoles, la Biblioteca Nacional inaugura la mayor exposición antológica dedicada jamás en España al poeta chileno Nicanor Parra (1914), premio Cervantes en 2011 por "la valía de un creador universal" y por su descubrimiento de "nuevas formas de expresión". Lo mejor es que, cuando un año después recibió el premio Iberoamericano Pablo Neruda "por su aporte al enriquecimiento del lenguaje poético latinoamericano, por su humor, su ironía, su mirada infatigablemente crítica", el chileno respondió que "no era la primera vez que me dan un premio que no merezco y espero que no sea la última [...] Me querellaré contra quienes resulten responsables". El yerno del poeta, Hernán Edwards, e Ignacio Echevarría, comisario de la exposición, ofrecen las claves de la muestra.
No lo duden, en la poesía de hoy no hay certezas ni senderos seguros. Lo dice Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914), que hace algún tiempo aconsejaba a los autores más jóvenes que escribieran como quisieran , ya que “ha pasado demasiada sangre bajo los puentes para seguir creyendo que sólo se puede seguir un camino”. De eso, de caminos nuevos y de anticaminos y de antipoesía va esta historia, que arranca hace casi un siglo, cuando un jovencísimo Parra de apenas dicisiete años se despidió de su familia para ir a Santiago de Chile, a estudiar.
Cuenta la leyenda que Parra se bajó del andén con cinco pesos y una maleta prestada.
En el bolsillo de la camisa, dicen también, llevaba la tarjeta de un profesor , Gonzalo Latorre, que le llevó a un colegio donde le dieron “desde los libros, hasta la ropa y el colchón. Fue la salvación. Si no, no sé qué hubiera pasado”. Arrancaba así una de las mayores aventuras intelectuales hispanoamericanas del siglo, al menos una de las que más han marcado a los jóvenes poetas suramericanos, la de Nicanor Parra, cuya obra completa podrá contemplarse a partir del próximo miércoles en la Biblioteca Nacional, dividida en siete secciones audiovisuales:
El largo camino hacia la antipoesía,
La montaña rusa,
El estallido del antipoema,
Poesía y Antipoesía,
Física y Antipoesía,
La máscara del antipoeta y, finalmente,
Religión y muerte.
Una de las Bandejitas de la Reina de Parra
Ignacio Echevarría, comisario de la muestra, nos recomienda no perdernos sobre todo secciones como las dedicadas a los ocho collages de El quebrantahuesos (periódico mural del año 1951), trabajos de poesía visual elaborada con recortes de prensa; las
Tablitas de Isla Negra (1976), 90 trozos de madera de desecho con dibujos a bolígrafo; las
Bandejitas de La Reina, 80 charolas de cartón con dibujos y frases a pluma; los
Artefactos (1972), postales que ideó y elaboró en conjunto con el diseñador Guillermo Tejeda; los
Trabajos prácticos, grupo de 39 objetos de desecho con leyendas en papel y, además,
Container audiovisual, módulo cerrado para proyección de material en video que consigna lecturas emblemáticas del poeta, videoartefactos, el documental
Cachureos, el cortometraje
Hidropoemas, 7 estaciones y una lectura del
Poema XX, de Neruda.
“El recorrido de la exposición -explica Echevarría- se jalona con pequeñas ‘estaciones' audiovisuales que ‘conversan' con las piezas expuestas, y que, además de documentar algunas de las claves de la trayectoria y de la figura de Parra, brindan la posibilidad de escuchar algunos de los más célebres antipoemas en su propia voz. En uno, publicado hace ahora 50 años, Parra comparaba la antipoesía con una montaña rusa. ‘Suban, si les parece', decía allí. ‘Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices.' Quedan todos advertidos.”
Viaje al universo del poeta
Por su parte, el yerno de Parra, Hernán Edwards, casado con su hija Colombina, ha sido el arquitecto del proyecto y es quien hoy presenta un proyecto que habla de libertad y creación indómitas, mientras que su principal patrocinador, Ángel Simón, de la Fundación Aqualogy, subraya también su “libertad y cierta irreverencia, aspectos todos ellos arraigados a este genio de las letras hispanas. Esta exposición, además,
es un llamamiento a la exploración, a no dejar de observar y aprender, con curiosidad y espíritu creativo, igual que ha hecho Nicanor durante toda su vida”.
Una de Las tablitas de la isla (detalle)
La exposición en realidad es casi idéntica a la que pudo contemplarse en la pasada Feria de Guadalajara, pero ahora, explica Edwards, el visitante se va a encontrar a un Nicanor Parra desconocido, porque “la exposición está centrada en el visitante inexperto: es muy entretenida y muy estimulante tanto para el visitante conocedor de su obra, que va a descubrir algunas piezas inéditas, no publicadas en libro ni de manera audiovisual, y que combinan mucho material gráfico, escrito y audiovisual”.
Sin embargo, lo verdaderamente interesante es que se trata de una exposición pensada en un ciento por ciento en un visitante que no conoce demasiado bien a Parra, y que a lo mejor sabe que recibió hace unos años el premio Cervantes, “y aquí lo va a descubrir en todas sus facetas, porque la expo está muy bien pensada y ordenada por Echevarría para eso, para conducir a un visitante que no sabe nada de Nicanor, en un recorrido de una hora, hora y media, al universo del poeta, de una manera ordenada, y para que vaya conociendo sus orígenes: cómo se gestó su interés por la poesía, su pasión por la literatura moderna chilena de los 50, cómo rompe y da vuelta a esa historia con la creación de la antipoesía y todo su recorrido”, insiste.
Cuenta Hernán Edwards que su suegro se encuentra muy bien, “impresionante”, y que en realidad Parra es el más joven de la familia a pesar de sus casi cien años, pero que no podrá venir a Madrid porque su médico le ha recomendado que no haga viajes tan largos. “Mi rol en esto es de parentesco y familiar, superestrecha, somos muy amigos, pero soy además el arquitecto y diseñador del montaje”, destaca.
Hace años, Mario Benedetti le hizo una entrevista mítica a Parra en la que le preguntaba si no estaba corriendo ya el riesgo de monumentalizarse. Entonces, el poeta chileno contestó que ese peligro “está latente en la vida de todo escritor y en todo momento. En este caso, sin embargo, debes pensar que yo llego a este premio a pulso, sin compromisos con instituciones, corporaciones, partidos políticos. Nada. Prácticamente contra todo. De modo que el peligro que corro es de exagerar la nota.
Me parece que el peligro verdadero sería creer que lo que he hecho está realmente bien, e insistir en esa línea y subrayar demasiado algunas direcciones. Ése es el peligro que yo veo, por cierto estoy alerta para tomar las medidas de rigor”.
Las tres calaveras de Colón
Un joven travieso de 99 años
Ahora le arrojamos la misma pregunta a Hernán Edwards y se muestra igual de contundente: “No puedo hablar de eso, pero sé que él no se siente, ni se ve ni actúa como una estatua de mármol; está totalmente vivo y se muestra como un creador joven, que mantiene en alerta su espíritu lúdico y travieso, siempre dispuesto a desconcertar a sus críticos y a los lectores, y generando contenidos inesperados.
Hoy, a sus noventa y nueve años, Nicanor Parra sigue siendo un joven poeta travieso y agudo, que jamás deja de crear ni de escribir y que no se despega jamás de su cuaderno, ni de los artefactos que crea sin cesar.
-¿Qué relación tiene con los jóvenes poetas chilenos e hispanoamericanos que le tienen como modelo?
-Bueno, tiene una relación estrechísima con ellos, más sólida incluso que con los autores de su generación o con los de la siguiente, porque es un incansable investigador de los medios de difusión de literatura alternativa, y siempre está investigando lo que se genera en los márgenes del
establisment cultural y social. Se nutre mucho de eso, es un espectador incansable del lenguaje que se genera en la calle y va complementando muy ingeniosamente el lenguaje marginal de la calle con los temas que nunca ha dejado de estudiar de la literatura tradicional, como Shakespeare, Cervantes o el Quijote. Es un estudioso eterno de Hamlet... Parra se va nutriendo así, del centro a la periferia, en dos discursos que se complementan, que son la esencia de su obra, y que acaban hablando de lo mismo, del alma humana.
Es, sigue siendo, y sigue sintiéndose, un corazón con patas. Por es tan bonito, tan interesante lo que se va a ver en esta exposición.”
Siete estaciones audiovisuales
Ordenada cronológicamente, en las
Obras Públicas que se exhiben desde el miércoles en la Biblioteca Nacional se plasma la evolución del poeta chileno desde que es un autor balbuceante hasta que se descubre como antipoeta y “quebrantahuesos”. El recorrido de la exposición está organizado muy ingeniosamente, en siete estaciones audiovisuales que se van sucediendo como las estaciones de un viacrucis. El visitante se va deteniendo en siete paradas que son siete videos de siete minutos que van mostrando la evolución del poeta, hasta que llegamos a la sala central, muy grande, que es como un punto de inflexión: ahí nos encontramos con el estallido del antipoema hacia la visualidad.
“Es entonces -nos explica Hernán Edwards- cuando Nicanor se apropia del lenguaje publicitario para dar su mensaje, con la misma rapidez y explosividad del lenguaje publicitario, y en este acto, hace un
acto de intentar librarse de sí mismo como autor y se inventa a este personaje que es el corazón con patas. Es cuando se borra para lanzar mensajes que no pretenden ser consecuentes, porque a veces es un príncipe, o un ladrón o un mendigo, pero siempre da en el blanco”.
Se trata de llegar a la esencia, sobre todo porque Parra, físico antes que poeta, desnuda de todo artificio a la palabra hasta el punto de hacer de todas sus obras verdaderas ecuaciones. A fin de cuentas, como explica Echevarría, los
Antipoemas no son sino “poesías escritas como quien habla, sin metáforas ni ninfas ni tritones”, y los
Artefactos, “frases encontradas y frases que yuxtapuestas hacen sentido (y que suelen ser divertidas)”, los artefactos visuales, “esas mismas frases junto a un objeto que multiplica las posibilidades de sentido, de crítica y de humor”, mientras que el antipoeta es, según el manifiesto parriano, “un hombre del montón”.
El habla de la tribu
Con todo, lo importante es, para Echevarría, que la antipoesía “no ha cesado de transformar radicalmente los horizontes de la poesía en lengua española”, que ha reorientado sus rumbos y que “mucho más que una vanguardia, una tendencia o que una escuela, se trata de un largo camino de regreso a la fuente misma de la expresión poética, que no es otra que el habla común, el habla de la tribu”. Y dice más. Para el crítico , la antipoesía no ha dejado de desplegarse en múltiples direcciones, “señalando las derivas por las que habrán de transitar el arte y la poesía del siglo XXI”. Por eso esta exposición propone “por vez primera” un acercamiento panorámico a las etapas de su desarrollo, “permitiendo apreciar las formas en que se traduce en la antipoesía la inquietud por adaptarse a la crisis de los discursos hegemónicos”. Y, claro, las maneras en que se concreta “el impulso a trascender las limitaciones de los formatos convencionales de transmisión de la experiencia poética”.