Feria del libro de Madrid 2013. Foto: Alberto di Lolli.
En realidad hay tantas razones para acudir a la Feria del Libro de Madrid como autores y lectores. O más. La primera nos la da, desde la nostalgia, Pablo D'Ors: "Cuando era adolescente iba a la Feria del Libro de Madrid cada primavera para comprarme algunos libros, sí, pero sobre todo para ver a los escritores. No eran escritores a quienes hubiera leído, pero me bastaba que fueran escritores para, en secreto, brindarles mi admiración. Hoy, treinta años después, cuarenta, voy a la Feria para firmar mis libros, pero sobre todo para que haya algún adolescente madrileño que pueda verme en alguna caseta y alimente de este modo su gran sueño de ser escritor . Para otros, como Alberto Olmos, se trata de “ver cuántos somos. Cuántos lectores, cuántos escritores, cuántas editoriales y cuántos libreros. Para darnos ánimo”. También es una excusa para salir “de esa vida solitaria que suele ser la del escritor”, encerrado en casa o en la biblioteca, confiesa Laura Freixas, “con un montón de folios, en compañía de esos fantasmas que son los personajes y esos otros fantasmas que son los lectores”. Entonces, a finales de mayo, aparece la posibilidad codearse con “esos lectoras y lectores que en la penumbra de la biblioteca eran seres imaginarios... Y una, feliz, se arroja en brazos de la Feria. Hasta que echa de menos esa soledad”. Como autor y lector, el académico José Manuel Sánchez Ron destaca otra razón: la Feria “es una fiesta del conocimiento, una forma de abrirse camino en una maravillosa y frondosa jungla formada por miles y miles de libros. En ellas, me siento como un cazador que busca una presa - conocida y pretendida, o desconocida -, que puede aparecer en cualquier momento. Habitualmente, buscamos libros en las librerías - ahora también a través de internet -, que son espacios limitados (esto es así incluso en el mundo electrónico de los buscadores, porque en ellos dependemos de conocimientos previos). En ágoras como la Feria del Libro de Madrid, ese espacio se amplía tanto que puede llegar a vencer nuestra curiosidad y resistencia física. Pero cuando llega, si llega, esa derrota, la recibimos con la alegría de regresar a casa con algún botín del que esperamos ansiosamente disfrutar. Me gustan, además, las Ferias del Libro - y mucho más la de mi ciudad, Madrid, que se celebra en un marco incomparable, el parque del Retiro - porque son celebraciones comunales del Libro. La lectura es, en general, un proceso individual, pero bien está que en algún momento ese mundo se amplíe haciéndose alegre y dichosamente colectivo.”. Y no hay presa como el autor más admirado, y su firma. Jorge Herralde, que no da puntada sin hilo, avisa que “en esta Feria firmarán más autores de Anagrama que nunca: Rafael Chirbes, Soledad Puértolas, Luis Goytisolo, Alan Pauls, Juan Francisco Ferré, Sara Mesa, Marta Sanz, Luisgé Martín, Kiko Amat, Miguel Ángel Hernández…”. Para otros, en cambio, la Feria del Libro es una manera de medir prestigios y famas y de “reírse, ¿por qué no? del poco éxito de los autores más celebrados por la crítica, mientras otros, más mediáticos, no dan abasto para dedicar los libros que, en muchos casos, ni siquiera han llegado a escribir”. También, como bien sabe Antonio Gala, hay quien aprovecha la cita del Retiro para conseguir la firma de “su autor”.... Y lectores y madres de autores inéditos más interesados en entregar manuscritos en busca de editor. Otros, como Ray Loriga o Benjamín Prado, aprovechan para quedar con amigos, mientras que Jesús Marcharmalo destaca que en tiempos de zozobra, “en los que el futuro de la cultura es algo que no se puede dar por sentado”, es “una fortuna esta fiesta de los libreros, editores, autores y sobre todo lectores en torno al mundo del libro y lo que el libro significa, algo que, no es por polemizar, no puede hacerse con el libro electrónico”. A fin de cuentas, como remata Milagros del Corral, la Feria sigue siendo “el gozoso encuentro primaveral de libros, autores y lectores en el más bello Parque de Madrid”.
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