Letras

Obra Completa

Blas de Otero

7 junio, 2013 02:00

Ed. Sabina de la Cruz, Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2013. 1280 pp., 30 euros


El fracaso del poeta es el fracaso de sus críticos. En este sentido, toda la literatura española es un fracaso. Los críticos leen poesía como los arqueólogos interpretan indicios. Tratan al poeta como a una momia. Le inspeccionan la dentadura y le vacían el estómago, a ver qué comió antes de morir. Sienten fascinación por la poesía, pero como no la entienden, diseccionan al poeta, que es dócil y manipulable porque es humano. Lo matan. El poeta español siempre muere dos veces.

La pregunta es: ¿a mí qué me importa Blas de Otero? A esto los críticos no responden nunca. No acaban de explicarnos por qué Otero es digno de leerse. Lo más probable es que no lo sepan. Suelen eludir la cuestión disertando sobre retórica: ya decía Genette que la metáfora es un tema muy socorrido. También nos cuentan que Blas nació en la calle Hurtado de Amézaga. Lo que nunca nos dicen es por qué el poeta es relevante para nosotros. A continuación yo voy a decir por qué:

1. Blas de Otero es efectista de una manera absolutamente moderna. Es visual, busca el impacto. Conjura en el cerebro imágenes que la retina no está preparada para ver. Sus poemas de la sangre te dejan un sabor metálico en la boca, te quitan el apetito. Es el efecto gore: "Traigo una rosa en sangre entre las manos/ ensangrentadas. Por que es que no hay más/ que sangre,/ y una horrorosa sed/ dando gritos en medio de la sangre". Curiosamente, un poema como "Crecida", donde la palabra "sangre" aparece dieciocho veces, sin contar derivados ("ensangrentadas") o imágenes ("esperma roja"), no establece ningún pacto con el léxico o la semántica, sino que se construye como un objeto no verbal, a partir de espacios y vacíos. "Crecida" no se lee: se ve. Repetida hasta la náusea, "sangre" no es para Otero una palabra, sino un color, una forma, un símbolo. Se trata de que, allí donde pongamos los ojos, nos la encontremos. Si miras "Crecida" durante más de treinta segundos, empiezas a buscar con la mirada, instintivamente, esas seis letras. Es un poema obsesivo, claustrofóbico como el arte de Murakami o como la guerra misma. Su expresionismo es estrictamente imagista. Articula una sintaxis no gramatical, sino arquitectónica.

Otero no usa encabalgamientos: rotura un mundo. No basta con escribir el poema: Otero nos quiere hundidos en sangre, tragando sangre, rezumándola. Reescribe la lengua española para que los barcos no hagan agua sino sangre. Imagina al hombre vivo y muerto al mismo tiempo, "niños/ con el pequeño corazón volcado". El poeta es padre de catástrofes. "Crecida", el "Gernika" de Blas de Otero.

2. Blas de Otero tiene muchas deudas. Es el genio sin originalidad de Marjorie Perloff. De Otero sólo importa un libro: Ángel fieramente humano (1950). Todo lo demás es prescindible, más (Que trata de España) o menos (Redoble de conciencia). O sea, que a estas Obras Completas le sobran 1.226 páginas. (Excepto Shakespeare, toda obra completa es síntoma de síndrome de Diógenes filológico.)

Ahora bien, Ángel fieramente humano es puro préstamo poético: el título se lo debe a Góngora, el amor a Quevedo, Dios se lo roba a san Juan de la Cruz y la letanía es de Whitman, que a su vez la toma del hexámetro homérico. (Dice Otero: "Amo a Walt Whitman por su barba enorme/ y por su hermoso verso dilatado./ Estoy de acuerdo con su voz, conforme/ con su gran corazón desparramado".) Y a Otero todo esto le parece normal, bien. Sus sonetos son modestos, dignos. No busca la revolución, sino (como acabo de decir) el impacto. En lugar de disimular sus deudas, las exhibe con orgullo, como despojos de batalla. Con los créditos que la tradición le concede, Otero levanta un monumento poético que lo renueva todo sin alterar un ápice. La voz de los muertos se oye en la estancia: "Arrebatadamente te persigo./ Arrebatadamente, desgarrando/ mi soledad mortal, te voy llamado/ a golpes de silencio", ¿quién lo dice? ¿Quién de todos los poetas fieramente humanos? ¿Y por qué no todos a través de Blas de Otero?

3. Blas de Otero guarda una razonable distancia respecto a Blas de Otero. Pocos poetas menos introspectivos que él. También es cierto que, en plena crisis de la madurez, Otero se convirtió en un monstruo de egocentrismo y nos aburre con sus Historias fingidas y verdaderas (1970) y no nos perdona sus Nuevas historias fingidas y verdaderas (1971-1972), verdadero (y no fingido) homenaje a sí mismo y a su nombre propio. Pero ya hemos quedado que Ángel fieramente humano es lo que cuenta. Con 34 años, Blas todavía era un buen poeta inconsciente de serlo, al que le gustaba hablar con las mujeres y con Dios en términos muy semejantes: "Besas como si fueses a comerme./ Besas besos de mar, a dentelladas" demuestra pasión, hostilidad y desconcierto a demasiados niveles. Y en poesía, demasiado es siempre bueno.

En Ángel fieramente humano, Blas no es un hombre, porque va a escribir un poema llamado "Hombre" y necesita ser otra sustancia para hacerlo: "Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,/ al borde del abismo, estoy clamando/ a Dios. Y su silencio, retumbando,/ ahoga mi voz en el vacío inerte". Todo este cuarteto es bastante literal, dentro de su sensacionalismo. La Biblia y Whitman están llenos de versos como "Alzo la mano, y tú me la cercenas./ Abro los ojos: me los sajas vivos./ Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas", y ni la Biblia ni Whitman se andan con tonterías. Dios no habla en metáforas, y Whitman (que se consideraba el Cristo del mundo libre) despreciaba la retórica, porque era una debilidad. Cuando Otero pensaba en el hombre, veía sus alas y sus cadenas. Todos sentimos el peso de unas y de otras en nuestra espalda.

Éstas son las razones por las que Blas de Otero nos importa a las mujeres y los hombres que estamos vivos en 2013. El resto es letra muerta, arqueología literaria. Para creer en un poeta debemos resucitarlo, arrojarlo en medio de nuestras batallas, a ver qué hace. De Otero sobreviven los poemas que nos hacen temer y también alimentan nuestro coraje, los que nos ayudan a entender la poesía como manifestación de fenómenos humanos inasequibles a nuestro desaliento. Esos poemas son sólo 34, o nada menos que 34, según se mire. En sus mausoleos, los críticos siguen hablando de misticismo castizo y poesía social. Hay que derribar esos muros, esa oscuridad. Hilemos para Blas un destino más fiero.