Hallgrímur Hellgason

El escritor islandés denuncia "la codicia obscena" gastada por los políticos y banqueros de su país en 'La mujer a 1000°', protagonizada por una anciana punky

Hallgrímur Hellgason (Reikiavik, 1959) se va inflamando a medida que reconstruye cómo se infló la burbuja financiera en su país, Islandia, para luego estallar en la cara de sus ciudadanos. Sus brazos empiezan a rasgar el aire con aspavientos y sus ojos azules se iluminan con el brillo de la rabia. El tono de voz se eleva en un crescendo cuyo punto culminante es el del trueno. "Los bancos llamaban a la gente mayor para que metieran los ahorros en sus cuentas cuando ya sabían que estaban en bancarrota". El escritor y pintor islandés está de visita por España, donde ha venido a presentar La mujer a 1000° (Lumen).



La novela narra la curiosa historia de una de esas ancianas que vieron rapiñadas sus reservas de dinero. Aunque a Herra ya no le importan las cuestiones monetarias. Lleva encerrada 18 años en un garaje, postrada por un enfisema pulmonar que según los médicos debía haberle llevado a la tumba hace varios lustros. Pero a pesar del aislamiento lleva una vida social muy intensa y global gracias a Facebook, con amigos en todas partes del mundo. Dice que nunca se lo ha pasado mejor: "con su ordenador, sus cartones de Pall Mall y su granada de mano".



"Esta mujer llegó por pura casualidad a mi vida", explica a El Cultural en la sede de Lumen Hallgrímur Helgason, cuya obra más reconocida es 101 Reikiavik, adaptada al cine con cierta repercusión y con Victoria Abril en uno de los papeles principales. "Estaba llamando a domicilios con el fin de conseguir votos para mi mujer, que milita en el Partido Socialdemócrata. Herra me contestó: 'No voy a votar a esos malditos comunistas'". A pesar de la aspereza de Herra comenzaron a hablar. Y el escritor, poco a poco, vislumbró la posibilidad de sacar una novela a partir de aquella mujer, atrapada en la paradoja del aislamiento/conectado. "Hace tiempo intenté escribir sobre mi abuela, que nació en 1900 y murió en 1998. Atravesó un siglo, desde la era de piedra (digamos) a la de la información y las nuevas tecnologías. Pasó de vivir en una cabaña sin electricidad ni calefacción a conducir un 4x4. No lo conseguí y al encontrarme con esta mujer me dije que podía volver a intentar reflejar ese tránsito".



El problema es que Helgasson andaba entonces enfrascado con otra novela (The Hitman's Guide to Housecleaning). Sólo dos años después fue a buscar a Herra. Pero ésta ya había muerto. "Investigué aquí y allí un poco más sobre ella. Descubrí que era nada menos que la nieta del primer presidente de Islandia. Y que había dejado escrita una biografía. Me pregunté mucho si era lícito utilizar su vida para escribir un libro. Me decidí porque al fin y al cabo la literatura está llena de maniobras así". El autor islandés, no obstante, se concedió muchas licencias: "A mí me ha salido una anciana mucho más punky de como era en realidad". Y lo cierto es que su talante corrosivo, desobediente y asilvestrado recuerda mucho a los muchachos de las crestas de colores. Muchas de sus expresiones son una patada de asco contra la sociedad que le rodea: "Malgastamos la vida ahorrando para la vejez y luego cuando llega, no tiene nada que ver con nuestros sueños consumistas, aparte de la posibilidad de orinar tumbados".



Pero a pesar de que está muy a gusto en su clausura, Herra se ha cansado de pasar las navidades sola. Así que pide cita para cremarse, en un horno a 1000°C. Esa es su determinación. "No lo veo como un alegato en favor de la eutanasia, simplemente me pareció divertido presentar a alguien que acude a su inceneración como el que va a la peluquería", explica Helgasson. Lo que no le pareció divertido es ver el otro día en la Puerta del Sol a un grupo de ancianos protestando contra Bankia tras haber visto enjugados sus ahorros con el tocomocho de las preferentes. "Para mí lo peor de esta crisis es precisamente eso: que hemos sacado a nuestros mayores de su casa para gritar en la calle".



En Islandia acaban de estrenar gobierno de derechas y Helgasson no lo ha encajado con gusto. "Con su experimento neoliberal llevaron al país a la ruina". La isla ha empezado a remontar el vuelo, tras poner en marcha medidas que ha intentado capear troikas e intervenciones foráneas. Ya están por debajo del 5% de desempleo (qué lujo). Pero Helgasson no ve claro el futuro: "Esto me parece como la historia de unos jóvenes que monta una fiesta en casa, la dejan perdida y a la mañana siguiente se levanta a mediodía, cuando su madre está terminando de limpiarlo todo. Y encima le dicen que se dé prisa porque quieren montar una nueva fiesta".



Es difícil comprender, si es cierto que los miembros del nuevo ejecutivo son responsables de la debacle anterior, por qué los ciudadanos islandeses les han vuelto a eligir. No encaja. A él sí. Tiene su teoría, demoledora: "Es que en todo país hay al menos un 51% de tontos. Sólo cuando un dos o tres por ciento de ellos se pone malo el día de las elecciones o no puede ir a votar por un imprevisto, es posible elegir un gobierno razonable". Eso es sociología al margen de la corrección política.