J. R. R. Tolkien
Ahora que Christopher Tolkien tiene casi 90 años, esta podría ser la última obra que brinden los archivos póstumos de su padre. Se percibe un cierto pesar y una cierta decepción personal en los numerosos comentarios de Christopher a La caída de Arturo que no están presentes en su edición de muchas otras obras incompletas de Tolkien.
Al reinterpretar y sintetizar un amplio abanico de fuentes medievales y modernas, em>La caída de Arturo empieza volviendo a imaginar el mundo artúrico de una forma sorprendente, y anticipa muchos de los temas e imágenes que se repetirán a lo largo de la posterior obra imaginativa de Tolkien, así como en su lenguaje. También contiene algunos indicios intrigantes. Tolkien consideraba que el universo que había creado, la colección de leyendas de El Señor de los Anillos, estaba explícitamente conectado con las mitologías de otros lugares y otras épocas; como dice Christopher, "con las historias y los sueños de pueblos que vivieron junto a las costas del gran Mar Occidental".
Este largo poema también es experimental de una forma diferente y puede plantear obstáculos importantes a los lectores modernos. Crea, pienso yo, una disonancia o inestabilidad interna en la obra que puede ayudar a explicar por qué Tolkien nunca la acabó. El poema trata de un rey celta británico mitológico o pseudo-histórico que habría vivido en torno al siglo VI d.C., pero está escrito en inglés moderno y en el estilo del "verso aliterativo" de la Baja Edad Media - con dos mitades de un verso separadas por una cesura - que le resultará familiar a los lectores de Beowulf o de Sir Gawain y el Caballero Verde.
A veces, el deliberado arcaísmo y la gramática antigua de La caída de Arturo dificultan la comprensión y dan un tinte de falsa antigüedad a toda la obra. Ahí está Arturo, pensando en voz alta ante el leal Gawain si deberían llamar a Lancelot para ayudarles a luchar contra Mordred, el traicionero sobrino de Arturo.
...Lo mejor me parece
rápido recado mandar, implorando ayuda
a su señor de antaño. A esta traición organizada
poder debemos oponer, volviendo orgullosos
con fuerza incomparable para humillar a Mordred.
Pero dichos pasajes son más la excepción que la norma. Esta es una saga llena de acción y de obsesión por la muerte y repleta de vívidas descripciones naturales que nos sumen en medio de una guerra apocalíptica sin prácticamente introducción. El reino británico de Arturo, un reino occidental y claramente cristiano de bondad y de luz, se ve amenazado por una gran sombra que proviene del Este, que al principio se presenta simplemente como la tierra de los invasores sajones, pero que luego se convierte en un valle de oscuridad cuyos guerreros son espectrales y quizás sobrenaturales:
El interminable Este airado despertó,
y un trueno negro nacido en mazmorras
bajo montañas amenazadoras sobre ellos se agitó.
Deteniéndose inseguros allá en lo alto vieron
lánguidos y fieros jinetes entre nubes veloces,
grises y monstruosos, cabalgando torvos a la guerra
bajo yelmos sombríos, figuras catastróficas.
Eso se parece menos a un enemigo que se pueda encontrar entre las tribus germánicas de la Europa de principios de la Edad Media que a las huestes de las colinas rocosas de Sauron cabalgando desde Mordor encabezadas por los terroríficos nazgûls montados sobre sus corceles alados. Arturo logra grandes victorias, pero su campaña de la conquista del este, y sin duda todo el poema, adolece de la característica tristeza tolkeniana, de esa sensación de que una época dorada de la magia y de las maravillas se aproxima al ocaso. Esto se encuentra en todas sus obras y puede provenir, como se ha supuesto, de las experiencias de Tolkien, que vio morir a muchos miembros de su generación en las trincheras de Bélgica. Cuando Arturo recibe las noticias que le llegan de que Mordred le ha traicionado y ha tratado de apoderarse de su reino y de su reina, se sienta en silencio y reflexiona:
Ahora, desde la cúspide de la esperanza, cayendo de cabeza
su corazón presagiaba que su casa estaba condenada,
el mundo antiguo precipitándose a su fin
y las mareas del tiempo vueltas contra él.
Arturo dirige sus naves hacia su hogar, y se produce una extraordinaria batalla naval en los acantilados de Dover que nos brinda el verso aliterativo más brillante de la carrera de Tolkien.
Los remos se astillaban. El hierro partió la madera,
las sogas fueron hendidas. Con estrépito desgarrador
los mástiles se desmoronaron como árboles en la montaña
lanzados con ruido en el
fragor de la batalla.
Christopher Tolkien escribe un extenso ensayo académico sobre la manera en que el poema de su padre está relacionado con la tradición arturiana existente. Pero para los aficionados a Tolkien, el gran atractivo será, sin duda, el análisis de la relación entre La caída de Arturo y El Silmarillion, el gran compendio de Tolkien de material legendario. En concreto, Christopher alude a que Tolkien consideraba que la isla de Avalon, hacia la que parte Arturo después de que Mordred le hiera mortalmente, era el mismo lugar que la "Isla Solitaria" élfica de Tol Eressea que se encuentra en los límites exteriores del mundo humano en su propia obra.
Christopher insinúa que su padre abandonó La caída de Arturo a causa de las exigencias del trabajo y la familia, y de "los cambios radicales que se estaban produciendo" en sus ideas al finalizar El hobbit. Como dejó claro en muchas ocasiones, quería crear una mitología nacional para Inglaterra y devolver la magia y el misterio a la campiña domesticada de su país. Tuvo que haber sido consciente de que Arturo era, en el mejor de los casos, una figura prestada en la tradición inglesa, un vestigio de una cultura celta conquistada. Christopher escribe que La caída de Arturo surgió en una "época de gran agitación creativa". En mi opinión, Tolkien escribió este poema apasionante e inacabado para probar la idea de relacionar su propio universo imaginativo con la leyenda artúrica antes de decidir, consciente o inconscientemente, que era mejor que su obra se sostuviese sola.