Adam Soboczynski. Foto: www.badische-zeitung.de

Traducción de Francesc Rovira. Anagrama. 168 pp, 14'90 €.

Está claro que el mundo no va a mejor; sin embargo, los indicadores del progreso, la eficiencia del transporte o la riqueza del entorno digital parecen indicar lo contrario. Escritores como el inglés John Lanchester, el americano Jonathan Dee, o este alemán nacido en Polonia, Adam Soboczynski (1975), los tres periodistas, se han dedicado a representar en sus novelas los efectos del mundo moderno en las personas, en los valores sociales, desvelando sus carencias, que contrastan con el optimismo fomentado por la publicidad comercial. Curiosamente, Lanchester, Dee y Soboczynski fueron educados en algunas de las mejores universidades del mundo, Oxford, Yale, Berkeley. Resultan, digamos, los anti Dan Brown, pues escriben bien y abordan temas en los que han pensado y conocen en profundidad.



Soboczynski posee humor y un estilo ameno, accesible, lleno de ironía. Incluso esta novela, cuyo título en alemán es Tiempos brillantes, casi una novela, su tercer libro, carece de la rigidez de las estructuras de ficción habituales. Es como si en vez de leer un argumento fijo, el puente por el que nos llevan los narradores a contemplar su mundo, hubiera sido sustituido por uno colgante. Al cruzarlo debemos atender tanto al espectáculo ofrecido por la historia como a mantener el equilibrio. Cada uno de los capítulos del volumen va dirigido a reformular la valoración que hacemos del progreso. El titulado "Orgullo" abre el libro, y allí nos encontramos que han despedido al portero del inmueble donde vive el narrador. El tal portero "era un tipo ineficiente hasta la provocación, como lo son, a fin de cuentas, todos los porteros" (pág. 9). El hombre era, además de incapaz de arreglar un grifo, sumamente engreído. Total, cuando la empresa sustituye de un plumazo al portero, el narrador piensa que él podía ser despedido de su trabajo de la misma manera.



"Amabilidad" aborda los cambios ocurridos en la vida urbana de Barcelona. El narrador regresa allí despues de una década, y le sorprenden las semejanzas con su ciudad en Alemania, desde los tranvías, los lectores electrónicos, hasta la amabilidad de los camareros y empleados en general. ¿Qué había desaparecido? Los jubilados jugando a las cartas, la amabilidad de verdad, exuberante, cercana al erotismo. En fin, es como si la ciudad se hubiera ocultado tras ese gran telón del consumo.



La tendencia a sobre iluminar tiendas y oficinas, para que no quede ningún lugar en sombra, lo asocia Soboczynski a una tendencia gemela, el "saneamiento generalizado del mundo" (pág. 27). El narrador recuerda a un "amigo que se dedica con éxito a algo relacionado con la cultura" (pág. 27) preocupado porque es demasiado peludo. Los cuerpos deben llevarse bien afeitados, debemos aparecer saludables y delgados. "La mala conciencia es una compañera fiel de nuestra vida cotidiana" (pág. 37). Tampoco se permite enfadarse, fumar o beber; y hay que reírse por cualquier cosa, y mucho. Se rechaza la posibilidad de la atracción de lo fugaz...



El libro de los vicios defiende cuanto la sociedad presente prohibe, y lo hace con un toque leve, con un lenguaje lleno de guiños, de sugerencias. Una delicia.