Nueve de los poetas que participan este año en Cosmopoética, desde consagrados como José Luis Rey a emergentes, como Guillermo Morales, nos brindan sus últimos versos inéditos.





No nos pesan las chicharras

Dormitas mientras la radio suena a siglo veinte

cuando nadie hubiera dicho

«las estaciones no están garantizadas».



El aire tiene tacto de gamuza,

la falsa avena nos flanquea.



Buscamos epifanía

cuando se cisma el higo.



Buscamos un sermón de calidad,

tres palabras sin glosa,

el cántico del sol.



Todo lo que no soy es cerro, junco de rambla,

pero en la fuente saco pecho.

Pedir es repetir palabras

que habitan en alforjas tejidas para ti.



Dicen que el tiempo es negro puro

y el hombre va a menguar.



Arrimo a tus aguas mi corazón de alberca,

mi vocación de leño con achaques,

favorable al pino.



Antonio, escucha tú

que predicaste a los peces

estando enamorado de los hombres.



Pido un rincón para hilvanar el aire.



Pido alma de tahona,

la tierra harina,

gotas en el empeine.



Enséñame el sosiego.



Danos,

danos hoy tu paz y tu verdín.



Guillermo Morales Sillas




Sonido: Su nido

La nieve en el alba,

el alba en el filo,

en el filo el ave,

el ave en su trino.



Juan Antonio Bernier




Todo me desasiste

Todo me desasiste.

Hay nubes. Llueve barro.

La tierra cae del cielo

con un suspiro blanco.

El trueno se desliza

como un escarabajo

que va escalando piedras.



Se genera un atasco

en la avenida triste

que añora ser un páramo.

Una avioneta lenta

sobrevuela mis labios.



El aviador la mira,

desde el parque, nostálgico.

"Yo era el aviador"

piensa. Canta algún pájaro.



Se deshace este mundo

asido por las manos

del temporal eterno.



Lo reconstruye un claxon.

Todo me desasiste.

Hay nubes. Llueve barro.



Raúl Alonso

(Del poemario inédito Temporal de lo eterno)




Los albinos

Blancos y silenciosos,

oscuros blancos de la gran visión.

Vosotros que tan cerca habéis estado,

¿por qué volvéis así?

Así, tan taciturnos

como quien anda a ciegas, tropezando,

y es todo resplandor.

Tan callados vivís

que vuestros trajes flotan sin vosotros,

vuestra ropa de cuáqueros, manchada

por harina de estrellas.

Tan callados vivís

que una campana quiebra el iceberg

y el paciente ratón roe montañas

y tose Santorini.

Un tiempo quise estar

con vosotros y vine

con mi hatillo a llamar a vuestra puerta.

Escondido en mi gorra yo traía

el libro que los pájaros no acaban de escribir

sobre vuestra odisea

en las salinas de San Juan el solo.

Oh sí, yo quise ser el de benditas canas,

el amigo corriente

en el pueblo de todos los que al fin despertaron,

en estas casas de madera iguales, cercadas por espías:

un girasol por cada ojo abierto.

Pero nada habéis dicho desde entonces.

Y el invierno que vive en vuestra espalda

ha creado Siberia

cuando vais y venís a la cocina.

Mis reyes esquimales que con cada pregunta

solo fruncís el ceño

y por eso sale la luna

enfadada y violenta.

Pero si estornudáis

es verano un instante

y entonces os reís y entonces sí es hermoso

el pediros un poco de pan o algún cepillo

para cuidar las crines del caballo que corre

en la tundra de vuestras cejas.

Oh niños tenebrosos.

Sois tantos y tan blancos que no sé

sentarme en los pupitres tan pequeños de Islandia,

daros clase ni hablaros de aquel trópico

donde fuisteis mulatos,

donde nunca dejabais de cantar.



José Luis Rey




El entrenador Gordon Bombay nos habla de hielo y de metal

Bendíceme mamá di mejilla fría que besaré

sana sana di catarro desterrado

procúrame mamá tu pecho rigurosamente

tú pecho que es mi pecho y quiero estar tan cerca

cuando estemos lejos

y sepa

que ataste mis cordones blancos tú

que conoces la talla del calzado

disponme, tiende tus dos brazos da la señal

avísame

anduve yo detrás de ti hasta este día,

patine hoy con él y tú lo entiendas.



Compréndeme mamá

comprende el metal enlazado

aprecia el titanio que apenas pesa y supón

una alianza con el hielo

admite su territorio seguro para las aves

admira las proporciones del pabellón y ten fe

pues andamos bajo banderas suaves con palabras

parecidas a lóbulos abrigados a costuras de unción

mamá

el hielo tiene propiedades poderosas

deja

que me deslice junto a los demás deja que piense círculos

que deshaga círculos él dijo patos torpes deslizándose

él nos vio allí junto al lago helado y señalándonos

pensó cosas y estableció y dijo ved

el cielo abierto para componer lo perdurable y decir plumón y retazo

de chandal turquesa y más o menos comprendíamos

aunque era un cosquilleo,

nos llamaba con construcciones diminutas que casi

no podíamos discernir, hablaba vagamente.



Entonces fuimos a él y le respondimos guirnalda y reunión y bandada y contradanza.



Y quisimos ser patos

poderosos patos poderosos

porque sentíamos la llamada del juego.



Unai Velasco



(Fragmento del poemario inédito El silencio de las bestias)




(...)

No es un calambre ni un escalofrío



No es como masticar

una yema de nieve

o como hundir los dedos en agua helada

y entrechocar las uñas



No es como un latigazo mientras nadamos



Amasijo que nervios estremecen...



No queda una palabra que lo describa



José Daniel García




quién os hizo creer que la hacienda era vuestra

que era vuestro el jornal que el regadío era vuestro

miedo verde la ley la pericia no es vuestra

la finura el arreo ni la soga ya es vuestra

ni tampoco el domingo la ternura no es vuestra

y los hijos también morirán sin ser vuestros

ni esperanza tendréis ni locura ni esperma

vuestro páncreas también vuestra migraña es nuestra

sacaréis el sofá la madera a la calle

cobertura la red el titular es nuestro

ni vecinos ni amigos vuestra familia es nuestra

vuestras uñas la fe ni la alegría es la vuestra

la negrura el mutismo la sumisión es vuestra

cabellos dientes pies y vuestras manos nuestras

cualquier ideología vuestro contrato es nuestro

sólo la enfermedad que pagaréis es vuestra

y nunca fue más nuestra cualquier poesía política



Joaquín Pérez Azaustre

(Fragmento 10 de Vida y leyenda del jinete eléctrico, reciente premio Jaime Gil de Biedma)




[O, en todo caso, dos naranjas...]

o, en todo caso, dos naranjas completas



Yo era ella, tú eras él y, en ellos, ambos éramos

contrarios.

Acordarse a destiempo de quien no se fue es como

tirar monedas a un estanque vacío.

¿Sabes cuál es exactamente el sonido que provoca?

¿No?



Pues te voy a decir que es algo así

como una boca repleta de cansancio

donde posases la tuya para advertir

la muerte;

Para escucharla, como a mí o a la moneda,

llorar en el intento de completarse en parte;

un cierto sucumbir, sí, a eso que el creyente espera cada día:

rezar, hacer sin miedo a fin de contemplar algún milagro

en carne propia.



[Yo era ella, tú eras él y, en ellos, ambos éramos

contrarios:

dos, tu boca y yo, lanzándonos en cruz a la Fontana].



María Alcantarilla




Arco iris

Ocupan desde hace años la misma mesa. Tienen ideas y gustos diferentes: vodka con lima, aguardiente de mora, café con dos azucarillos. Discuten, eso sí, discuten todo el tiempo. Azul no puede aceptar el férreo control que exige Rojo. Se acusan de no tener principios democráticos. Violeta protesta por todo, hasta que pide un gintonic de cereza. Entonces cuenta chistes de cama. Verde habla de un mundo que no existe, y rechaza las nécoras y la espuma de foie. Adora las nuevas tecnologías. Naranja controla encuestas electorales, y mantiene un par de puestos en el Banco. Amarillo tiene información privilegiada, y dice que podrá el país patas arriba. Al menos los próximos quince días. Y Añil guarda un arma en su chaqueta, y habla a menudo del Apocalipsis. Pero es un hombre pacífico, y gestiona las facturas. No hay lugar para el blanco y el negro, tampoco para la gris ciudadanía.



La luz se descompone en esta mesa. Se vuelve dúctil, putrefacta.



Pablo García Casado