Para Félix de Azúa (Barcelona, 1944), si hay un ejemplar en su biblioteca que destaca por su calidad y rareza ése es Eothen, de A. W. Kinglake (1809-1891), "el perfecto relato de aventuras escrito por un caballero británico. Un modelo literario y moral sobre la libertad entendida como aventura solitaria", explica el filósofo, a quien se lo descubrió Juan Benet, "gran aficionado a los libros de viajes victorianos".



Eothen es el diario en el que Kinglake narró sus años de viajes por el Imperio otomano, en los que atravesó Turquía, Grecia, Siria, Palestina y Egipto junto a un compañero de estudios de Eton. Un libro hoy ignorado "porque a muy poca gente puede importarle una actitud y una escritura tan alejados del fútbol", afirma Azúa, que compró una edición de Macmillan de 1932 "en la bella ciudad de York", aunque el original data de 1844. Al parecer, hubo una edición española, "un milagro", en 1955, en la editorial Fama. Y -cuenta- "forcé una reedición en algún momento de la azarosa editorial Bruguera".



Confiesa Azúa que suele acudir a las librerías de viejo "por vicio", pero que ya no completa nada. Su biblioteca hoy tiene unos catorce mil volúmenes, "pero seis mil están ya en buenas manos". ¿En cuáles? "En las de la Biblioteca del Museo del Prado". Pero no teman, el resto de la colección tiene también ya destino cierto: el grueso será para el público, "una selección de quinientos libros, para mi familia, y una docena, para mi hija."