Alice Munro, la catarsis de lo cotidiano
Desde que Toni Morrison fuera la receptora del Premio Nobel allá por 1993 parecía que los autores norteamericanos estaban vetados en las preferencias de los académicos suecos. Tras dos décadas ha sido finalmente uno de los eternamente nominados, la canadiense Alice Munro, quien ha obtenido el preciado galardón en esta edición de 2013. En el camino han vuelto a quedarse ilustres nombres como Joyce Carol Oates o Philip Roth, para quienes esta carrera de resistencia bien puede haber concluido.
Según palabras del comité la narrativa de Alice Munro se caracteriza por su “claridad y realismo psicológico”, calificándola de “maestra del cuento moderno”. El Nobel a Munro puede entenderse, quiero entenderlo, como un reconocimiento a este género literario, el del relato breve, que en no pocas ocasiones es entendido como una suerte de expresión literaria menor. Como hiciera Flannery O´Connor, con quien mantiene interesantes conexiones y a quien ha reconocido como una de sus principales influencias, en su recreación de la vida sureña, Alice Munro también ha creado su microcosmos particular, en la sociedad de su Ontario natal.
Sus protagonistas -y me refiero obviamente a sus mujeres- se van conformando de tal manera que los acontecimientos cotidianos alcanzan una dimensión épica, catártica en algunos casos. Pienso, por ejemplo, en Juliet Henderson, el personaje femenino que considero más atractivo y mejor desarrollado, protagonista de los relatos -casi novellas- “Destino”, “Pronto”, y “Silencio” -incluidos en Escapada (2004)-; desencantada en el primero de ellos tras una tortuosa relación con un hombre casado, que nunca cumpliría sus promesas, pero que finalmente logra entender en “Silencio” la realidad de su existencia paradójicamente gracias a su hija Penélope.
Cada relato representa un momento particular y singular de su vida mostrando tanto la natural evolución personal desde una perspectiva psicológica, como su actitud respecto al mundo, su valentía y arrojo en las relaciones con los demás. Ya había advertido Munro en el “Prólogo” de La vista desde Castle Rock que en sus obras “Hacía algo más cercano a la autobiografía: explorar una vida, mi propia vida, pero no de un modo preciso o riguroso. Me situaba en el centro de ella y escribía sobre esa identidad, de forma tan escrutadora como me era posible.” (12)
Tradicionalmente alabado es su estilo, elegante, preciso, concreto... asumo y suscribo todas y cada una de las valoraciones positivas; pero incluso más que el estilo -donde creo encontrar ecos de Katherine Anne Porter- me interesa el particular juego temporal que nos presenta. El pasado y el presente, o si se prefiere nuestra historia y nuestra realidad actual funcionan como un contrapunto, una balanza donde el pasado siempre parece pesar más que el presente o el futuro. Esa es la sensación que percibimos en sus cuentos, sobre todo aquellos con vocación de "Bilgungsromane".
Celebro y aplaudo la concesión de este nobel a la octogenaria Munro. Suerte que nunca llegó a hacer efectiva su amenaza de dejar de escribir tras la publicación de La vista desde Castle Rock, después vinieron joyas como Demasiada felicidad (2009) una colección a la altura de Las lunas de Júpiter (1982) para muchos su obra de referencia.