André Schiffrin.
El editor independiente André Schiffrin (París 1935 - París 2013), uno de los mayores críticos culturales del capitalismo, director durante treinta años de la editorial norteamericana Pantheon Books y fundador en 1990 de la prestigiosa The New Press, falleció ayer domingo 1 de diciembre a los 78 años por causa de un cáncer de páncreas, relata su hija Natalie Schiffrin.Hijo de Jacques Schiffrin, editor de la mítica Bibliothèque de la Pléiade, André Schiffrin, arriesgando a ocasionar pérdidas y resistiendo a ciertos compromisos y presiones financieras, introdujo la literatura y el pensamiento europeo en Estados Unidos, desde Sartre y Simone de Beavoir, a Kakfa, Foucault, Studs Terkel. Noam Chomsky, Julio Cortázar, Anita Brookner y Gunther Grass, entre muchos otros. Sufrió un duro trauma cuando los contables de Random House, que había adquirido Pantheon Books, le preguntaban quién demonios era ese tal Sartre que sólo vendía 25 ejemplares al año. ¿Y Malraux? ¿Y Gide? ¿Y Beauvoir? No eran nadie porque no vendían lo suficiente. Incluso fue despedido 1990 por Alberto Vitale, director de Random House, después de 28 años en Pantheon. Su salida fue noticia, motivó renuncias, llevó a una marcha de protesta unidos por autores de renombre mundial, y resonó en toda la industria editorial en artículos y debates.
Estudioso de la industria del libro y de los mecanismos de dominación cultural es autor, entre otras obras, de La edición sin editores (Destino, 2000), El control de la palabra (2006), Una educación política (Península 2008) y El dinero y las palabras. La edición sin editores (Península 2011), estos dos últimos títulos editados por Península. La obra de Schiffrin es indispensable para entender la evolución de la industria del libro al compás de las mutaciones del capitalismo.
Acerca de Edición sin editores hablaba hace dos años con El Cultural y argumentaba: "Cuando publiqué La edición sin editores me decían que era un libro demasiado pesimista, que el grave problema de concentración editorial que vivía el mundo anglosajón jamás llegaría a la Europa continental. Ahora, sin embargo, me dicen que fui demasiado optimista".
Además, Schiffrin se quejaba de que durante el siglo XX apenas hubo cambios en la industria editorial pero a partir de los años 80 comenzó la concentración que llevó al oficio a estar en manos de unos pocos. A partir de ese momento las editoriales que antes "se conformaban con unos márgenes de rentabilidad del 2% y el 3% pasaron a exigir el 12% y el 15% ". Y, a su vez, aplaudía la alternativa del gobierno noruego que compra por ley dos ejemplares de cada libro que se edita en las 750 bibliotecas públicas del país.
"Una de las razones del extraordinario interés que presenta la evolución de la edición en el mundo, es que representa un verdadero microcosmos de las sociedades donde se desarrolla y de los efectos ocasionados por el capitalismo. Técnicamente hablando, apenas hay razones para que la edición en la actualidad se diferencie mucho de la del siglo XIX: hasta hace no mucho seguía por lo demás vigente el modelo artesanal tradicional, bastante similar al de la empresa descrita por Balzac en Las ilusiones perdidas. Más importante todavía: la edición se consideraba un oficio y no un negocio", concluía el editor en una de sus múltiples entrevistas.