John Carlin. Foto: César Núñez Castro.



El periodista y escritor británico publica 'La sonrisa de Mandela', donde repasa los cinco años que transcurrieron entre su liberación y su ascenso al poder.

En 1989, John Carlin (Londres, 1956) ejercía como corresponsal en Nicaragua, documentando el conflicto entre el sandinismo y la Contra, cuando recibió una llamada que cambió su vida. Hoy da gracias por "la enorme suerte" de que a sus jefes de The Independent se les ocurriera enviarle a Sudáfrica. "No sabía casi nada del país, tenía un leve conocimiento de la figura de Nelson Mandela y de su cautiverio, pero poco más", reconoce. Gracias a aquel inesperado cambio de destino, en los seis años siguientes fue testigo, en primera fila, de la vertiginosa renovación de Sudáfrica y conoció a fondo al "mejor líder político de nuestra era". En ese tiempo, fue testigo de la liberación de Mandela y de su imparable carrera hacia la presidencia. El Nobel de la Paz se metió en el bolsillo a quienes dudaban de él dentro de su partido -el Congreso Nacional Africano (ANC)- y a todos sus enemigos. En definitiva, a toda una nación y al mundo entero, en pro de la reconciliación y de una verdadera democracia que la mayoría negra pedía a gritos tras más de cuarenta años de apartheid.



En su memorable libro sobre la figura de Mandela, El factor humano, Carlin analizó la sabia utilización que el líder sudafricano hizo del rugby, el deporte nacional de los blancos, como el instrumento más eficaz para la reconciliación del país durante el campeonato del mundo de 1995, celebrado en Sudáfrica. Basándose en el libro, Clint Eastwood llevó la epopeya al cine en su película Invictus, protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon.



A pocas semanas del estreno del biopic Mandela: Lonk Walk to Freedom y con todo el planeta apenado por la muerte del nonagenario Madiba -el apodo cariñoso que le dedica su círculo íntimo-, Carlin publica ahora La sonrisa de Mandela (Debate). Esta vez repasa la etapa que va del 11 de febrero de 1990 al 10 de mayo de 1994, el tiempo justo en el que pasó de ser el prisionero político más famoso del mundo a presidente de la nueva Sudáfrica.



- Habiéndole tratado presonalmente y dedicado tanto tiempo al estudio de su figura, ¿quién es Nelson Mandela para usted?

- He tenido muchos encuentros con él y conocerle tan bien me ha dado la convicción de que sí es posible que un humano pueda ser un líder político brillante y generoso.



- ¿Cuál es la principal virtud que le permitió acometer un cambio tan profundo en el statu quo sudafricano?

- Su enorme capacidad de liderazgo y persuasión. Logró algo extraordinario: convencer a todo un país de que sus ideas eran las mejores. Disipó la sed de venganza de los negros y el temor a la democracia de los blancos. Y fue muy coherente a la hora de trasladar sus principios de generosidad, respeto e igualdad a lo personal, lejos de las cámaras.



- El tono hagiográfico es compartido universalmente al hablar de Mandela, pero algún defecto tendrá que tener...

- Sí, en lo que respecta a su vida familiar. Como se ha visto en los últimos meses, su entorno familiar no está a su altura moral. La mayoría de sus hijos, nietos y bisnietos, que son muchísimos, no se ha dedicado al bien público, como él, sino más bien todo lo contrario, llevan vidas frívolas en las que el principal objetivo es enriquecerse y sacar tajada del apellido Mandela. Y eso es, en parte, culpa suya. Como padre de familia dejó bastante que desear, lo que le ha llenado de culpa y frustración, pero fue la consecuencia inevitable de consagrar su vida a la causa nacional. Es algo frecuente en personas que han dedicado su vida a la política, el arte o la literatura.



- Dice que en su etapa de presidente fue más un monarca unificador que un administrador práctico. ¿Cómo fue su mandato en ese sentido?

- El vicepresidente Thabo Mbeki, que luego fue su sucesor, fue quien se encargó de las decisiones del día a día. Mandela tuvo la inteligencia de reconocer que administrar no era su fuerte y que su tarea debía ser consolidar la democracia. Cuando llegó al poder, la situación era muy inestable y era probable que estallara un movimiento contrarrevolucionario terrorista blanco. Dedicó sus cinco años de gobierno a asentar los cimientos de la nueva Sudáfrica y lo hizo muy bien. Aunque hoy hay mucha ineficacia y corrupción en la esfera política, la democracia del país sigue siendo estable.





Nelson Mandela y John Carlin en una de sus entrevistas



La guerrilla más inepta del mundo

Mandela fue cofundador del Umkhonto we Sizwe ("La Lanza de la Nación"), el brazo armado del ANC. Pero hablar de verdadera lucha armada, para Carlin, es exagerado. "El ANC era el movimiento guerrillero más inepto del mundo", asegura el periodista, con la autoridad que le otorga haber presenciado eficaces operaciones guerrilleras contra Estados Unidos en América Central. No obstante, aunque al principio la milicia del ANC se dedicó al sabotaje, en sus tres décadas de actividad llegó a causar unas 50 muertes en varios atentados.



- ¿Cree que a Mandela le pesan aquellas muertes?

- Todas las muertes son lamentables, pero esa cifra es la de una mañana normal antes del desayuno en Bagdad, y una mínima proporción de lo que hizo ETA teniendo una causa mucho menos justificable que la que tenía la población negra de Sudáfrica, que sufrió muchísimas más muertes que las que causaron aquellos atentados. Mandela fue el primer comandante de la lucha armada, pero solo unos meses, y su política era no causar daños personales, limitándose a los sabotajes. Directamente, no se le puede achacar ninguna muerte, pero, conociéndole, lo habrá lamentado.



- ¿Cómo es posible que cambiara diametralmente la mentalidad de un país entero en los cinco años que van de la liberación de Mandela a su nombramiento como presidente?

- Ese es el punto clave del libro. Mandela logró que los negros perdieran su ánimo de venganza y los blancos su temor. Cuando muera, su victoria final será que tanto blancos como negros celebrarán su vida y lamentarán su muerte.



- ¿Diría que la relación entre blancos y negros en Sudáfrica es hoy absolutamente normal?

- Absoluta normalidad son palabras mayores, en ningún lugar del mundo la especie ha evolucionado lo suficiente como para eliminar los sentimientos racistas, tribales y xenófobos. Pero en estos 20 años la relación ha evolucionado bastante bien. También he sido corresponsal en Washington, y puedo decir que la relación cotidiana entre negros y blancos es más natural y menos tensa en Sudáfrica que en EEUU. Pero los negros siguen saliendo de copas con negros y los blancos, con blancos, aunque dentro del bar esté representada "toda la nación arco iris", como dice el arzobispo Desmond Tutu.



Negros contra negros: la barbarie del Inkatha

En uno de los capítulos más interesantes del libro, Carlin relata un episodio espeluznante: mientras tenía lugar la esforzada lucha contra el apartheid, negros masacraban a negros por puro interés político. La atención internacional estaba centrada en las conversaciones que estaban propiciando el "milagro sudafricano". Por debajo, el Inkatha, una organización negra de derechas y radicalmente hostil al ANC, comenzó a asesinar a los "niños de Mandela" en los guetos de Johanesburgo. Su líder, Mangosuthu Buthelezi, "creía que no tenía nada que ganar y mucho que perder si por fin los negros lograban tener derecho de voto", explica Carlin, que sitúa la cifra de asesinatos en más de diez mil. Por eso, estableció una oscura alianza con "los elementos recalcitrantes" en el seno de la policía y el ejército para sembrar el miedo en la población negra. El objetivo de Buthelezi era mantener la pequeña parcela de poder que, como líder de la etnia zulú, le había proporcionado el gobierno blanco durante el apartheid en el territorio rural de Kwa-Zulu, su feudo particular.



Esta abominable oleada de crímenes se convirtió en la principal obsesión de Carlin durante su estancia en Sudáfrica, lo que le llevó a investigar y entrevistarse con las madres y las viudas de numerosas víctimas: "He trabajado en muchos países en conflicto, he conocido a gente realmente mala, pero a nadie peor que Buthelezi, un negro que luchó a matar para mantener el statu quo y evitar la democracia. Es grotesco, vil e hipócrita".



De cara a la galería, Buthelezi condenaba el apartheid, pero su verdadera cara salió a la luz cuando, al acercarse las elecciones, estableció una alianza formal con la extrema derecha blanca. Mandela pudo haberse vengado de él una vez en el poder, pero en vez de eso, le concedió el Ministerio del Interior, en un nuevo gesto de reconciliación y, sobre todo, calculado pragmatismo. Lo más importante era unir a todas las facciones políticas del país.



El miedo de los blancos

La astucia, la empatía, el respeto y la capacidad de persuasión de Mandela eran tan excepcionales que con ellas desarmó incluso a Constand Viljoen, un veterano condecorado de la guerra de Angola que había sido nombrado líder de la extrema derecha blanca. "Aquella seducción no fue cosa de seis meses. Años después hablé con Viljoen y seguía enamorado de Nelson Mandela".



Viljoen era la máxima expresión del miedo a la democracia de la minoría afrikáner y blancos de origen anglosajón, ese 10% blanco de la población que había sometido bajo el yugo del apartheid al 90% negro desde su instauración en 1948 por el Partido Nacional. Para Carlin, los blancos sentían una mezcla de culpa y temor a la venganza. Lo segundo se esfumó en cuanto Mandela ocupó los Edificios de la Unión en Pretoria, sede del Gobierno. Lo primero pervive, pero el tiempo lo va erosionando. "Hay muchos blancos que se quejan, pero tengo amigos que son felices en su país. Pensaban que iban a perder sus iglesias, su rugby y sus barbacoas, pero lo han conservado todo".



- ¿Cómo sería hoy Sudáfrica si no hubiera existido Mandela?

- Un desastre. No digo que no hubiera gente de valor que compartiera sus principios en el ANC, pero no hubo nadie con la estatura política y la habilidad suficiente como para llegar al corazón de todos los sudafricanos. Sin él, Sudáfrica podría ser hoy como Siria.



- Pero el fin del apartheid y el comienzo de la democracia tarde o temprano habrían llegado. ¿No es así?

- Sudáfrica estaba muy presionada internacionalmente para que así fuera, la rebelión de los negros cada día era mayor a medida que su temor disminuía. Pero sin Mandela, habría sido un proceso de consecuencias imprevisibles.



- La transición fue posible también porque el presidente De Klerk fue una especie de Gorbachov que facilitó las cosas.

- De Klerk era un tipo íntegro y serio y entendió que, con la caída del Muro de Berlín, el mundo estaba cambiando. La situación de Sudáfrica era insostenible.



- ¿Qué tiene la sonrisa de Mandela, que da título al libro? ¿Cree que influyó decisivamente en su capacidad de seducción política?

- No he visto una sonrisa tan espectacular como la de Mandela. Ilumina cualquier habitación. Es enorme, franca, radiante. Es un reflejo de su generosidad y de todas las cosas que ha demostrado con ella. Me alegro de que en la edición española y catalana le hayan puesto ese título, porque en la anglosajona lo rechazaron para ponerle uno muy soso: Knowing Mandela (Conociendo a Mandela).