Tom Wolfe durante su primera visita a Barcelona. Foto: AFP
El padre del Nuevo Periodismo, al que él mismo definió como "el género más vivo de la historia", llega disfrazado de Tom Wolfe, muy consciente de su propio personaje y del interés que su figura, tan elegante como excéntrica, despierta en el público. Se diría que su estudiada indumentaria le sirve de escudo protector ante la curiosidad insaciable que despierta en los medios. Para su primera visita a España elige su consabido traje claro, marfil en esta ocasión, con americana cruzada. Bajo ésta aparece una camisa Oxford azul de planchado impecable y una corbata blanca. El broche de oro a su impenitente dandismo lo ponen unos zapatos abotinados en azul marino y blanco, una capa en terciopelo azul noche y un sombrero de fieltro en el mismo tono. Imposible no girar la cabeza ante semejante estampa, coronada por una cabeza semipelirroja de intachable procedencia wasp.A sus ochenta y tres años Wolfe (Richmond, 1931) conserva el porte majestuoso y la aureola snob que le han hecho famoso, todo ello aderezado con la sonrisa cordial que luce durante toda la entrevista. Le gusta hablar, salta a la vista, y contestar preguntas no le molesta sino más bien todo lo contrario. "Llevo años haciendo justamente eso pero desde el otro lado", afirma sonriendo y continúa: "Los periodistas nos pasamos la vida haciendo preguntas impertinentes porque así nos lo exigen los jefes. A veces resultamos personas muy incómodas para los demás, pero somos muy conscientes de la gran suerte que tenemos porque una de las facetas más maravillosas de nuestro oficio es justamente esa, la de preguntar".
El motivo de la visita a nuestro país no es otro que presentar su nueva novela, Bloody Miami (Anagrama), la que afirma será su última incursión en el mundo de la ficción. Es curioso el empeño de este periodista y novelista en revisitar un género del que él mismo ha vaticinado la muerte en más de una ocasión: "En realidad mi súbita entrada en la novela fue tan sorprendente para mí como para los demás. Yo quería escribir una obra de no ficción sobre esos amos del Universo que poblaban ciertas áreas de Manhattan en los años 80. Un buen día conseguí ser invitado a una cena por todo lo alto en un espectacular apartamento de tres plantas en Tribecca, donde estaba el todo Nueva York. Lo que vi y oí durante esa fiesta me dio pie a una serie de anotaciones muy jugosas y, cuando empecé a trabajar en ellas, me dí cuenta de que de ahí podía salir una novela, así es que escribí La hoguera de las vanidades. Fue un grandísimo éxito, vendí más de dos millones de ejemplares en Estados Unidos y eso me llevó a seguir en la ficción publicando otros títulos. Pero ahora puedo afirmar que ésta será mi última novela. De hecho estoy escribiendo mi próximo libro y se trata de un ensayo sobre la Teoría de la Evolución".
Lo cierto es que las más de 700 páginas con las que Wolfe se estrenó en el género novelístico fueron un curioso mosaico de las técnicas narrativas propias del periodismo trasladadas al mundo literario, dando como resultado un fascinante relato reportajeado en el que aparecían retratados, analizados, diseccionados y satirizados los estereotipos del Manhattan más adinerado y snob. El éxito fue clamoroso y la fama rodeó de inmediato a este periodista reconvertido en escritor que había deslumbrado al mundo entero con unas descripciones tan agudas que más parecían fotografías escritas, y con unos personajes tan reales que conseguían conectar de inmediato con el lector. "Pasé un tiempo bloqueado después de ese boom, creo que es un problema bastante común entre los creadores. Escribí mi primera novela a los 57 años y el triunfo fue fulgurante. Pero llega un momento en que has de sobreponerte al éxtasis y dejar de lado los miedos por no volver a estar a la altura de las circunstancias. Las facturas siguen llegando y hay que hacerles frente, lo que constituye un potente estímulo creador".
Ahora ha puesto su irónica mirada y su pluma mordaz en Miami, la ciudad más latina de los EEUU, movido por el deseo de plasmar cómo vivían y cómo se habían asentado las comunidades inmigrantes en el gigante americano. "Pensé al principio en escribir sobre la comunidad vietnamita en California, pero desestimé en seguida la idea. Miami me pareció una alternativa llena de atractivos, dado que es la ciudad norteamericana donde más se ha desarrollado y más poder ha conseguido una comunidad no estadounidense, en este caso la cubana", recuerda.
Después de 13 intensos viajes a Miami, dónde Wolfe hizo de insaciable sabueso buscando información, documentándose de manera incansable con la ayuda de un jefe de policía hablando con unos y con otros, el riguroso escritor ha tejido una historia trepidante con un lenguaje directo y preciso y un reparto lleno de ganchos, entre los que brillan un policía cubano que apenas habla español, un médico especializado en perversiones sexuales y un joven periodista, llamado John Smith, que vendría a ser el alter ego del autor y que, como a él mismo le sucedió en sus primeros años de profesión, es enviado de reportero a La Habana: "Quería hacer un retrato muy visual del efecto de EEUU en las vidas, aventuras, desventuras y ambiciones de los inmigrantes que la pueblan. Un periodista no puede inventarse nada, por lo tanto lo que ha de hacer es ir a las fuentes, empaparse de lo que ve y escucha, leer mucho y luego poner en orden todo el material para sentarse a contar lo que ha visto. Y eso es lo que he hecho yo siempre durante mis años de periodista y en cada una de mis novelas. Me siento ante mi ordenador a las 10 de la mañana, antes me resulta imposible. Y no me muevo de ahí hasta que consigo diez páginas escritas a triple espacio, para poder incluir anotaciones y correcciones entre las líneas".
Un testimonio brillante de la sociedad contemporánea norteamericana en el que se mezclan multimillonarios, artistas, jubilados, policías y traficantes de droga que transitan entre los capítulos y cobrando vida propia, minuciosamente descritos y psicológicamente analizados hasta la saciedad mientras crecen entre las más de seiscientas páginas de esta inteligente novela.