Geoffrey Parker
Si siempre es cierta la afirmación de Benedetto Croce de que "toda historia es historia contemporánea", el último libro de Parker nos lo confirma de forma inquietante, pues aunque su objeto sea analizar la influencia que tuvo el enfriamiento climático del siglo XVII, ha añadido un epílogo, cuyo título: "Es el clima, estúpido" se inspira en la célebre frase de la campaña que llevó al poder a Bill Clinton en 1992, y en el que muestra la resistencia de nuestro mundo a darse por enterado de la amenaza del cambio climático -negado con frecuencia desde altas instancias y responsabilidades- y a poner los medios para evitar o paliar sus peores efectos. La lectura de la denuncia-advertencia contenida en estas últimas páginas, y ampliamente documentada como todo el libro, alarma profundamente al lector después de haber leído más de un millar de páginas sobre aquel periodo que ya en 1653 el historiador Jean-Nicolas de Parival definió como "siglo de Hierro". En realidad, estamos ante una obra formidable propia de un historiador excepcional como el británico Geoffrey Parker (Nottingham, 1943), bien conocido por el público español en su condición de destacado hispanista, autor de obras como El ejército de Flandes y el camino español, La guerra de los Treinta años, La Gran Armada, La gran estrategia de Felipe II o Felipe II. La biografía definitiva, por no citar sino las más conocidas.El libro que ahora nos presenta en su traducción española es absolutamente singular, pues en él Parker rompe las barreras habituales de la historiografía, centrada en un espacio y unos temas concretos -por muy atenta que pueda estar a la perspectiva comparativa- y se plantea una historia global, de todo el mundo, durante el siglo XVII. Nadie lo había hecho hasta ahora, y es comprensible porque el nivel de estudio, acumulación de información e interrelación de variables que exige desalentarían a cualquiera menos a él. Este es su gran mérito, más aún si tenemos en cuenta las difíciles condiciones físicas que arrastra desde hace varias décadas y que solo ha podido superar desde su enorme voluntad, laboriosidad y capacidad de sacrificio. Pese al pudor que siempre ha tenido para esconder su enfermedad, la dedicatoria del libro "a todos los que luchan contra la esclerosis múltiple" es el reconocimiento admirado -y al tiempo satisfecho- de su victoria frente a ella.
El siglo XVII vivió una Edad de Hielo que hizo que la Tierra sufriera las temperaturas más frías registradas en más de un milenio, lo que generó una crisis generalizada: malas cosechas, hambre, epidemias, incendios, mortalidades extraordinarias, así como fenómenos naturales catastróficos: terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas...). Las causas fueron varias: disminución de la energía solar (menor número de manchas solares), frecuencia del fenómeno climatológico conocido como "El Niño", intensificación de la actividad volcánica... La abundancia de datos que recoge el autor es apabullante, con algunos impresionantes, como la helada del Bósforo en el invierno de 1620-1621, que permitía pasar entre Asia y Europa caminando. En la mayor parte del hemisferio norte los efectos de la crisis climática fueron agravados por las políticas de los gobernantes, que llevaron a una amplia serie de rebeliones y procesos de desintegración de estados, dentro de la llamada Crisis General de aquella centuria, aunque los historiadores nunca habían tenido en cuenta -o lo habían hecho de forma parcial- la influencia del clima. La combinación de ambos fenómenos amplificó las consecuencias del enfriamiento e hizo que la Tierra perdiera aproximadamente una tercera parte de sus habitantes.
El clima es el gran protagonista del libro, pues sus efectos fueron de tal magnitud que Parker logra explicarnos desde él buena parte de los hechos del siglo XVII, atento también a las estrategias que se adoptaron para sobrevivir a la catástrofe. El resultado es -y este constituye otro de sus méritos- una historia de la humanidad durante el siglo XVII, analizada desde el elemento común que más influencia tuvo en su devenir: el enfriamiento climático. La crisis empeoró la vida en general, pero de la misma forma que algunos escaparon mejor de ella, o sacaron beneficio, hubo grupos especialmente perjudicados, entre los que el autor señala en primer lugar a los esclavos y las gentes que perdieron su libertad de movimiento (siervos), después a las mujeres y, por supuesto, a las muchas víctimas de las incontables guerras y revoluciones (muertos, heridos, mutilados, arruinados, desarraigados…)
El libro consta de cinco partes, además de unas conclusiones y el ya citado epílogo. La primera estudia las evidencias de la crisis global -no solo el enfriamiento sino también las políticas desacertadas que agravaron sus consecuencias- basándose tanto en los archivos humanos como en los naturales, e identifica las áreas en las que los efectos fueron más intensos. Si en ella mezcla territorios de diversos continentes y espacios, en la segunda se dedica al análisis pormenorizado de la crisis en una docena de estados de Eurasia, avanzando geográficamente de este a oeste, como el sol: China, Rusia y Polonia, el Imperio otomano, Alemania, Escandinavia, las repúblicas holandesa y suiza, la península Ibérica, Francia, Gran Betaña e Irlanda. En todas ellas su análisis contempla sucesivamente tres aspectos: la interacción entre las fuerzas humanas y naturales hasta llegar al "punto de inflexión" que pone fin al equilibrio social, económico y político; la crisis y sus manifestaciones; y la aparición de un nuevo equilibrio. La tercera parte estudia las áreas que sufrieron la crisis en menor medida o que reaccionaron mejor contra ella: algunas colonias europeas en América -aunque en beneficio solo de los colonos-, la India mogola, el Irán safávida y Japón, o las regiones en las que el impacto no está claro, tal vez por falta de documentación: las grandes llanuras de Norteamérica, el África subsahariana o Australia. Entre las áreas que reaccionaron mejor incluye la Italia española, que si bien padeció fuertes sublevaciones en Nápoles y Sicilia, logró superarlas con importantes concesiones por parte del gobierno. Solo el Japón Tokugawa logró evitar los efectos de la crisis gracias a inteligentes iniciativas humanas. La cuarta parte estudia los denominadores comunes existentes en las respuestas a la crisis; desde las llamadas "armas de los débiles" (resistencia, deserción, sabotaje, suicidio...) hasta la respuesta violenta de las alrededor de cincuenta revoluciones y rebeliones registradas en el mundo entre 1618 y 1688. La quinta parte, por último, analiza la reacción a la crisis por parte de los supervivientes y el nuevo equilibrio logrado en diversas partes gracias a sus decisiones, entre las que se encontraban el control de las migraciones, la mayor estabilidad política, la búsqueda de mejoras en la economía o la tolerancia religiosa. En el terreno intelectual, las respuestas incluyeron la llamada revolución científica, que aunque compartiera inquietudes y actitudes con China, Japón o la India, arraigó de forma más profunda en Occidente, convirtiéndose en uno de los elementos determinantes de la "Gran Diversidad que se desarrollaría posteriormente entre la Europa noroccidental y el este de Asia".
Estamos pues ante un libro único, sin duda la principal novedad historiográfica de 2013, tanto por la información y el análisis que aporta cuanto por la propuesta metodológica de una historia del mundo más global e integrada de cuanto habíamos pensado, gracias al clima cuyas variaciones, tanto positivas como negativas, nos afectan a todos.