Juan Soto Ivars. Foto: Juan Manuel Baliellas
En sus dieciocho convocatorias el Premio Ateneo Joven de Sevilla ha contribuido a descubrir a un grupo interesante de escritores que después han continuado con éxito sus trayectoria literarias. Esta buena racha continúa en la última convocatoria con el premio de Ajedrez para un detective privado, tercera novela de Juan Soto Ivars (Águilas, 1985).Esta es una novela satírica que se lee con interés por su intriga desarrollada con buen ritmo narrativo, por la ironía extremada hasta el sarcasmo, la caricatura y la sátira potenciadas por su visión carnavalesca de una sociedad gris, corrupta y violenta, que se parece a la España actual, y por su estilo fluido y espontáneo, lleno de comicidad y humor. La novela se localiza en una ciudad que puede ser trasunto de cualquier lugar en la España de hoy, con múltiples referencias a nombres de personajes públicos. Su composición, dividida en dos partes con capítulos breves que favorecen el dinamismo narrativo, sigue la estructura de la novela negra, con homenajes a Agatha Christie o a Patricia Highsmith, si bien el tono predominante viene dado por la parodia y la deformación esperpéntica que intensifican su visión grotesca de la historia.
El texto está construido en forma de "memorias" (pág. 98) escritas por el detective Carlos Aparicio, quien relata en primera persona la experiencia que le lleva de trabajar como negro para un escritor de novelas policíacas a convertirse en aprendiz de detective como ayudante del popular Marcos Lapiedra. En su grotesco aprendizaje, que comienza con su vuelta a nacer en la reconstrucción de su cuerpo gracias a las modernas tecnologías, conocerá los bajos fondos de la ciudad donde su maestro ha resuelto muchos casos de crímenes y desfalcos. Pero ahora, con la idea de retirarse en la cumbre de su prestigio, se ve absorbido por el extraño caso de los estrangulamientos de meretrices en el barrio de la prostitución. Al final se impone la sorpresa en un desenlace que revela cómo el detective mujeriego y aficionado al ajedrez ha conseguido hacer de su aprendiz un buen sucesor para resolver el caso, al tiempo que, entre sus bienes, le deja los documentos con la información necesaria para escribir esta novela.
Toda la obra está concebida y desarrollada con un enfoque degradante que proyecta su visión satírica sobre diferentes aspectos de nuestra sociedad, como la corrupción generalizada, los programas de televisión basura, la degradación del mundo universitario, la mala literatura, el sexo depravado, sin que se libren ni ecologistas ni feministas. El extremo de la hipérbole grotesca está en la escatológica secta de los cagones y en la conferencia del presidente de la Fundación Dignidad y su elogio del buen cagar. Potencian dicha visión carnavalesca el absurdo de algunos interrogatorios disparatados y el propio ludismo creativo, incluso metafictivo, exhibido por el narrador en su libérrimo proceder.